Tribuna

EN PRIMERA PERSONA – El Bicentenario de la Familia Marianista

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ANDRES TOCALINI, SM. Director del Centro Latinoamericano de Formación Marianista

En la Familia Marianista estamos celebrando el Bicentenario de la fundación de los Institutos religiosos marianistas. El 25 de mayo pasado iniciamos este jubileo con la celebración de los doscientos años de la fundación de las Hijas de María Inmaculada (religiosas marianistas) y el 2 de octubre del próximo año se cumplirá el bicentenario de la fundación de la Compañía de María (religiosos marianistas). Por eso decimos que este Bicentenario lo estamos celebrando en un año que tiene más de doce meses,pero que une las dos fundaciones. Así fuimos concebidos por nuestros Fundadores: el beato Guillermo José Chaminade y la madre Adela de Trenquelleón: un solo Instituto en el seno de una Familia carismática que incluye a los laicos y a otras formas de consagración.

Las vicisitudes históricas y las normativas canónicas hicieron que creciéramos como dos Institutos particulares, pero el espíritu siempre ha estado. Hoy vivimos un tiempo especial para ahondar en él y vivirlo con fidelidad creativa.

A nivel mundial la celebración prevista es sencilla y poniendo foco en la vida y la misión marianista en cada rincón del mundo donde está presente. Celebramos en cada lugar, pero sintiéndonos unidos en una sola Familia, más allá de las geografías y las diversidades. Un signo concreto está expresando en esta realidad. Desde el 25 de mayo un tríptico con dos cartas originales de nuestros Fundadores y un ícono de las Bodas de Caná en el centro,especialmente preparado para esta ocasión, está peregrinando por todo el mundo. Partió de Agen, en Francia, cuna de las hermanas marianistas, y ha recorrido toda América. A la Argentina llegó desde Chile en octubre pasado. Y luego de dos semanas partió hacia México. Su paso durante esos quince días por las comunidades y obras marianistas de la Argentina nos sorprendió y nos regaló la esencia de la celebración del Bicentenario.

No se trata de un mero recuerdo histórico, sino de una nueva oportunidad de reconocer agradecidos el don de nuestro carisma y el compromiso de vivirlo y encarnarlo en este siglo XXI. El paso del tríptico se convirtió en una experiencia fuerte. En Argentina, me tocó entrar con él presentándolo en varias de nuestras comunidades educativas y parroquiales, y ser testigo del entusiasmo y la emoción con la que era recibido por niños, adolescentes, jóvenes, adultos y personas mayores. Fue una experiencia que nos reflejó que el carisma marianista está vivo después de doscientos años de existencia. Y nos compromete a quienes hoy nos sintamos llamados, religiosos y laicos, a vivirlo y compartirlo con alegría.

En los últimos años hemos afirmado y consolidado la importancia del laicado en la vida y en la misión eclesial. Para nosotros ha sido revalorizar lo que ya tenemos en nuestro ADN carismático. Y ahora este Bicentenario es una ocasión, todavía con los ecos del Año de la Vida Consagrada, para discernir con coraje y audacia evangélica el lugar de la vida religiosa en nuestra Familia Marianista. Y “el lugar” no es una mera cuestión de actividades más propias o específicas en nuestras obras o misiones, sino el verdadero sentido de nuestra consagración religiosa en el corazón de una Familia espiritual y misionera.

Los religiosos y las religiosas marianistas somos menos, con más años, con menos fuerzas, y este discernimiento tenemos que hacerlo cada uno personalmente y en cada comunidad, pero también es un discernimiento de toda nuestra Familia incluyendo los laicos marianistas. Al celebrar el Bicentenario de nuestras fundaciones, el presente y el futuro, la vida religiosa marianista no es una cuestión de nuestros Institutos sino que es una verdadera cuestión de familia. Al pensar, en la vida religiosa a veces pasamos de la nostalgia y la impotencia a la declamación de ideales y teologías muy alejadas de la realidad. Este tiempo de bicentenario es para nosotros un tiempo para volver a escuchar desde nuestra realidad el llamado de María que nos invita a renovar nuestra Alianza misionera con Ella, escuchando su renovada invitación: “Hagan todo lo que Jesús les diga”. Y a responder desde nuestra consagración religiosa unidos en Familia con fidelidad creativa y renovado compromiso con los jóvenes y los pobres, como lo soñaron nuestros Fundadores movidos por el Espíritu.