Tribuna

En el primer año de la muerte de Isa Solá: “Gracias por amar a pleno pulmón”

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Un año después, el corazón aún duele, y a la vez se percibe más fuerte el amor… Han pasado 365 días interminables, creí que no iba a ser capaz de vivirlos, pero tú, Isa, estabas ahí para ayudarme.

Y hemos llegado al año, después de ese día tan duro, tan oscuro, tan difícil de integrar, de comprender… Pero supongo que no hay nada que comprender, que la persona que ama, da la vida y la da por entero, ama hasta el límite, como hizo Jesús.

Isa Solá, misionera española catalana en Haití, fallecida el 2 septiembre 2016

Recuerdo unos días antes de tu muerte, estábamos en comunidad charlando y me dijiste: “Maite, he escrito algo por si me muero”. Yo te dije: “Pero, estás bien de salud, ¿no?”. Me dijiste alguna cosa más, pero la verdad es que no te hice mucho caso. Luego te dije: “Y eso que has escrito, ¿dónde está?”. Y me respondiste: “Bueno, si pasa, ya te llegará”, y a continuación, hábilmente, cambiaste de tema.



No sabes las veces que he recordado esa conversación y lo mucho que me he arrepentido de no preguntarte más, y no haber ahondado más en tu sentimiento y vivencia, pero imagino que, como tú dijiste en tu testamento espiritual: “Todo está bien, Dios sabe”.

Recuerdo el 30 de agosto de 2012, cuando celebramos nuestros 25 años de consagración, en San Gervasio (Barcelona). En la monición de entrada leíste que Dios nos había salvado, a ti de un terremoto y a mí de un cáncer, y después de cuatro años, Dios, que te había salvado de un terremoto, te llevaba con Él, de una forma brusca, inesperada y total.

“Siento tus presencia alegre y viva”

Durante estos 365 días, tu recuerdo ha estado siempre vivo en mi corazón, yo diría, más que recuerdo es tu presencia. Siento tu presencia alegre, viva, con esa sonrisa amplia. He soñado varias veces contigo, y siempre me “visitas” con esa sonrisa radiante, transmitiendo tu nuevo estado de luz y felicidad, de resurrección.

Durante este año, muchas personas me han compartido el bien que les ha hecho tu vida entregada, cómo les ha ayudado a superar miedos, a ir a lo verdaderamente esencial, a comprender el verdadero sentido del amor, de la vida…

Sigo percibiendo el sentido del misterio en mi corazón, y sigo sintiendo que esto no ha terminado todavía, y que algún día comprenderé algo más…

El milagro de tu muerte

De todos modos, creo que el milagro de tu vida era la entrega a los más pequeños, y el milagro de tu muerte ha sido el regalo de sentir, personal y comunitariamente, que perdonamos a la persona o las personas que pusieron fin a tu vida. Nos has dado el regalo de hacer realidad el carisma del perdón que nos transmitió Claudina Théveneth, nuestra fundadora, y yo, personalmente, confío en la fuerza del perdón que transforma la realidad, que transforma la muerte en vida, el dolor en amor.



El día 2 de este mes de septiembre, por la tarde, toda la comunidad cogimos una rosa blanca que había estado toda la noche en la capilla y la enterramos en la playa de Cabrera, en la arena, muy cerquita de la orilla del mar, al que tú, Isa, amabas tanto. Fue un momento muy emotivo, al ritmo de las olas y escuchando la canción ‘Em dones força’ [Me das fuerza], dejamos correr las lágrimas y sentimos que el corazón fluía, latiendo al ritmo del amor.

Y después compartimos con tus hermanos, con toda tu familia y amigos una entrañable eucaristía en la iglesia de Cabrera.

GRACIAS por tu entrega, GRACIAS por tu vida, GRACIAS por tu amistad, GRACIAS por amar a pleno pulmón. SIEMPRE estás en nuestro corazón.