Tribuna

El riesgo de acostumbrarse

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Francesc Torralba, filósofoFRANCESC TORRALBA | Filósofo

“Frente al acostumbramiento complaciente, el papa Francisco reivindica la virtud de la compasión…”.

Uno de los temas más recurrentes en el magisterio pastoral de Jorge Mario Bergoglio, siendo arzobispo de Buenos Aires, es su crítica al acostumbramiento. Acostumbrarse al sufrimiento ajeno, a la injusticia, al hambre, a la humillación, a la guerra, a la miseria de miles de seres humanos es, a su juicio, sucumbir a la insensibilidad, lo cual conduce, inevitablemente, a un mundo sin alma.

Con esta palabra, acostumbramiento, critica la actitud de los ciudadanos del Estado del Bienestar, porque esta actitud conduce a la parálisis, al discurso único, a excusarse tras la afirmación no hay nada que hacer.Ilustración de Jaime Diz para el artículo de Francesc Torralba, El riesgo de acostumbrarse, nº 2861

El día 18 de febrero del 2009, Miércoles de Ceniza, escribe: “El gran riesgo del acostumbramiento es la indiferencia: ya nada nos causa asombro, nos estremece, nos alegra, nos golpea, nos cuestiona. Algo así puede pasarnos con el triste paisaje que asoma cada vez con más fuerza en nuestras calles. Nos acostumbramos a ver hombres y mujeres de toda edad pidiendo o revolviendo la basura, a muchos ancianos durmiendo en las esquinas o en los umbrales de los negocios, a muchos chicos durante el invierno acostados sobre las rejillas de los tragaluces de los subtes para que les suba algo de calor. Con el acostumbramiento viene la indiferencia: no nos interesan sus vidas, sus historias, sus necesidades ni su futuro. Cuántas veces sus miradas reclamadoras nos hicieron bajar las nuestras para poder seguir de largo. Sin embargo, es el paisaje que nos rodea y nosotros, queramos verlo o no, formamos parte de él”.

Esta crítica a la indiferencia está también presente en su magisterio como Obispo de Roma. En el viaje a la pequeña isla de Lampedusa, su homilía se centró, precisamente, en abordar la globalización de la indiferencia. Frente a un nutrido grupo de inmigrantes ilegales, criticó la cultura del descarte y de la exclusión y exhortó a toda la comunidad humana a tratar a los inmigrantes con dignidad.

Dijo el papa Francisco: “La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bonitas, pero no son nada, son la ilusión de lo fútil, de lo provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, o mejor, lleva a la globalización de la indiferencia. En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro, no tiene que ver con nosotros, no nos importa, no nos concierne!”.

Acostumbrarse al mal ajeno es banalizarlo,
es convertirlo en algo inexorable.
El papa Francisco exhorta a la humanidad
a llorar por los que padecen,
a actuar solidariamente,
a construir un mundo donde todos puedan vivir dignamente.

La globalización de la indiferencia nos hace “innominados”, irresponsables anónimos y seres sin rostro. De ahí deriva la necesidad de recuperar el valor de la fraternidad, la necesidad de ver al otro como hermano en la existencia, como un ser creado a imagen y semejanza de Dios.

Frente al acostumbramiento complaciente, el papa Francisco reivindica la virtud de la compasión. En su homilía se hace eco, como el filósofo lituano Emmanuel Levinas en su propuesta ética, de la pregunta de Dios a Caín, después de haber matado a su hermano Abel. Dios hace ver a Caín que es responsable de su hermano, que no puede ser ajeno a su destino, que le debe respeto y estima.

Acostumbrarse al mal ajeno es banalizarlo, es convertirlo en algo inexorable. El papa Francisco exhorta a la humanidad a llorar por los que padecen, a actuar solidariamente, a construir un mundo donde todos puedan vivir dignamente. Su propuesta utópica choca, de frente, contra una cultura postutópica y líquida, ajena al futuro, indiferente al pasado, ubicada en el presente y desengañada de las ideologías. Su grito contra la globalización de la indiferencia está en perfecta sintonía con la crítica al acostumbramiento, una constante en su pensamiento.

En el nº 2.861 de Vida Nueva.