Tribuna

El lobby que azuzó a Viganò

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Ni el más ingenuo de los comentaristas sostendrá que el virulento dossier de Viganò es solo fruto de un arrebato de rencor y venganza personal. Sin excluir que lo sea, es evidente que ha sido ayudado –¿empujado?– por un lobby italo-americano cuyo objetivo es desestabilizar a Francisco y minar su autoridad moral.

Presentado como un moralizador de la vida eclesial, una especie de moderno Savonarola, tiene sin embargo bastante ropa sucia en su propia biografía. Carlo Maria Viganò nació el 16 de enero de 1941 en Varese, en el seno de una familia de la alta burguesía lombarda que hizo su fortuna en la siderurgia. Es uno de los ocho hermanos de esta familia no precisamente modelo de fraternidad; su hermana Rosanna le ha calificado de “canalla” por haber vendido sin advertirla una casa que había adquirido en Suiza; otro miembro de la familia, Lorenzo, sacerdote especialista en Sagrada Escritura, hace tiempo que rompió sus relaciones con él por problemas ligados a la cuantiosa herencia familiar que Carlo Maria pretendía administrar en su beneficio.

El muchacho decide ingresar en el seminario de su ciudad natal y es ordenado sacerdote el 24 de marzo de 1968, con 27 años. Trasladado a Roma y terminados sus estudios en la Academia Pontificia, entra en el servicio diplomático de la Santa Sede, donde inicia una carrera acelerada. En 1974, ya es prelado doméstico de Su Santidad y, después de prestar servicio en la nunciatura de Irak y en la delegación apostólica de Gran Bretaña, escala al puesto de auditor de nunciatura y trabaja en la primera sección de la Secretaría de Estado.

Carlo Maria Viganò, ex nuncio en Estados Unidos, en una marcha provida

En 1989, el recién nombrado secretario de Estado Angelo Sodano le envía como Observador Permanente de la Santa Sede ante el Consejo de Europa. Tres años después, es nombrado nuncio en Nigeria y consagrado obispo por Juan Pablo II. En 1998 sustituye al hoy cardenal Monterisi en el importante puesto de delegado para las Representaciones Pontificias en todo el mundo, donde permanece casi una década.

Pero su gran salto se produce el 16 de julio de 2009, cuando –siendo siempre secretario de Estado el cardenal Sodano– es nombrado secretario del Governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano. Los que conocen los vericuetos de la vida vaticana saben que por esa mesa pasan asuntos de gran peso económico y administrativo, gestionando su titular innumerables contratos, como los referentes a los Museos y Jardines Vaticanos o la Gendarmería Pontificia.

Con la llegada a la Secretaría de Estado de Tarcisio Bertone, Viganò es invitado a retirarse de dicho puesto. El irascible monseñor reacciona con una serie de cartas dirigidas a Benedicto XVI y a su secretario de Estado denunciando a numerosas personalidades vaticanas a las que acusa de corrupción. Son documentos que salen a la luz pública en el contexto del primer ‘VatiLeaks’. Sus reservas a aceptar la propuesta de ser nombrado nuncio en Washington –uno de los cargos de mayor relieve en la carrera diplomática vaticana– no son tenidas en cuenta y, el 19 de octubre del 2011, el Papa le destina a dicho puesto, donde permanece hasta el 12 de abril del 2016, una vez que ha superado la barrera de los 75 años, preceptiva para la dimisión de los nuncios papales.

Viaje del Papa a EE UU y caso Kim Davis

En 2013, Benedicto XVI renunció al papado y fue elegido Bergoglio. Este viajó a los Estados Unidos en septiembre de 2015 para asistir al Encuentro Mundial de las Familias de Filadelfia y aceptar la invitación de Obama de visitar la Casa Blanca y pronunciar un importante discurso ante el Congreso norteamericano. El nuncio le acompañó en todas estas actividades y, durante su estancia en la capital federal, sucedió el discutidísimo encuentro del Papa con Kim Davis (activista contra el matrimonio homosexual conocida por su beligerancia), del que tanto el ex portavoz vaticano Federico Lombardi como su asistente de lengua inglesa Thomas Rosica han dado una versión diametralmente diversa de la ofrecida en el informe. Es una más entre las numerosas deformaciones de la realidad que se pueden leer en sus 11 páginas.

El incidente demostraba algo que ya se sabía: que el nuncio frecuentaba los círculos más reaccionarios del catolicismo y de la sociedad estadounidenses, como a posteriori se ha demostrado con el acompañamiento que estos han dado al informe en cuestión. Esta disposición le llevó a alentar en algunos obispos actitudes críticas con las líneas del pontificado y a multiplicar sus encuentros con sectores notoriamente cercanos al presidente Trump y a sus asesores más ultramontanos. En Roma todo esto era conocido, pero se respetó al prelado hasta su jubilación.

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