Tribuna

El canto como oración

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Una perenne sed de experimentación en todos los campos de la música contemporánea, un deseo de viajar en caminos existenciales inaccesibles, representan los dos movimientos que mejor definen el recorrido artístico espiritual de Giuni Russo, (Palermo 1951 – Milán 2004). Hecha célebre al gran público por piezas de música ligera, como ‘Un verano al mar y Mediterránea’, la cantante ha hecho mucho por no permanecer encerrada en la etiqueta de artista comercial, buscando proponer, a las casas discográficas en primer lugar, los éxitos artísticos de una experiencia de vida cuyas raíces se encuentran en los movimientos de un alma en contacto con el Absoluto.

Giuni Russo, nombre artístico de Giuseppa Romeo, nació en Palermo en 1951, novena de diez hijos. El padre, Pietro, era un pescador, mientras que la madre, Rosa, tenía una bellísima voz de soprano lírica “natural” y la amamantaba cantándole las más conmovedoras canciones napolitanas. Determinada desde pequeña para ser cantante, Giuni, para pagarse las clases de canto con un maestro del conservatorio de Palermo, comenzó a trabajar en una fábrica de naranjadas, dos horas al día, a la salida de la escuela. Su voz, poderosa y particular, unida a un excepcional talento interpretativo, la llevó, de allí en poco tiempo, a encadenar un éxito detrás de otro, afirmándose ante los ojos de la crítica y a la presencia del gran público en los más importantes concursos de canto italianos.

Y también, para Giuni, la música fue siempre cuestión de constante investigación, inquietud, experimentación: su recorrido artístico procedía a la par que una evolución espiritual que dejaba sin habla a los productores, absolutamente decididos, en nombre de los beneficios, a encasillarla en un estilo preciso, reconocible en la primera escucha: pero su vida fue por eso continuamente contaminada por estas disputas, culminadas en un verdadero ostracismo por parte de las casa discográficas, de las que viene marcada como un artista difícil de manejar y protestona.

Interpretación bíblica

En 1969 Giuni se trasladó a Milán, capital en esos años de la música y su futura ciudad de adopción: aquí conoció a María Antonietta Sisini, con la que estrechó una amistad inseparable, destinada a durar 36 años. Giuni había leído Ignacio de Loyola y, en las hermanas del Cenáculo de Milán, hizo los ejercicios espirituales, orientando su alma hacia la espiritualidad carmelita. Muchas de sus canciones comenzaron a inspirarse poco a poco en el texto sagrado, el análisis y la reinterpretación artística del texto bíblico.

‘La Esposa’ nace de la relectura del pasaje ‘La sabiduría elogia a sí misma’, del libro del Antiguo Testamento del Eclesiástico (24, 13-21). Los versos “Dime alma mía dime dónde se esconde,/ Dónde el agua me saciará el agua” celebran la búsqueda del Esposo por parte del alma: se trata de textos cultos, pero nunca pedantes, rebosantes de hecho de una espiritualidad apasionada, auténtica. Lo mismo puede decirse de la conmovedora canción titulada ‘Su figura’, inspirada en el cántico ‘Dónde te escondiste’ de San Juan de la Cruz, colaborador de santa Teresa de Ávila en la reforma de la orden carmelita, de la que Giuni Russo tenía las obras completas.

En esta canción, la sufrida búsqueda de una meta amorosa en los brazos del Absoluto (“mira que la dolencia de amor, que no se cura/ sino con la presencia y la figura”) es perseguida por una percepción de erradicación, de agotamiento, de sufrimiento probado en la vida terrena (“Como un niño cansado ahora quiero descansar/ Y dejar mi vida para ti”). En la vida de Giuni estaba presente el deseo de un Amor divino, pacificador, capaz de apaciguar la deambulación, el cansancio, el misterio del ser en el mundo.

Música a las palabras de santa Teresa

La canción ‘Muero porque no muero’ fue concebida en 1955, durante la cuaresma, en el viaje de vuelta a casa después de las vísperas en la iglesia sarda de Valledoria. Giuni, que desde hace tiempo sin conseguirlo había intentado poner música a las palabras de santa Teresa, comenzó de repente, en el coche, a cantar una melodía clara, inspirada en los versos de la gran mística. Por miedo a olvidar esas palabras y esa música que la “dictaban dentro”, fue obligada a cantar durante todo el recorrido: finalmente en casa, grabó esa canción maravillosa que parecía literalmente estar “caída del cielo” y titulada después ‘Muero porque muero’.

Una vez más los versos narran una vida de recorrido tortuoso. “Qué largo es el exilio / Qué afanosa vida, / Cuánto duran los vínculos que ya me han agotado”. Y también en el momento de postración extrema, destella la posibilidad de poner la propia existencia en manos más grandes, abandonándose en Dios: “Por lo que tengo en el alma / ¿Qué puedo hacer, oh vida / Si no tú misma perder / E ir a él perdida”? Giuni, antes de la publicación, quiso llevar esta canción a las carmelitas descalzas, orden fundada por santa Teresa: las hermanas del convento milanés, después de un primer momento de estupor, se entusiasmaron y de este episodio nació una profunda amistad con la artista.

“Moriré por ti, en ti”

En 1999, a Giuni russo le diagnostican un tumor: la mujer vivió la enfermedad sin ninguna autocomplacencia, incluso a menudo era irónica sobre ella. En 2003, incluso regresando de un pesado ciclo de quimioterapia, subió al escenario de Sanremo para cantar la bellísima ‘Moriré de amor’, sin esconder los signos de la enfermedad, y mostrando una excepcional serenidad en el alma, a pesar de que cualquier esperanza de sanación había desaparecido. A propósito de esta conmovedora canción, Giuni declaró: “Pensáis que yo la cante para un hombre, para una madre, para un hijo; yo sin embargo la canto para el amor alto que es esta palabra: moriré de amor, moriré por ti, en ti”.

En la noche del 13 al 14 de septiembre de 2004, a los 53 años, Giuni Russo murió en su casa de Milán: las carmelitas descalzas acogieron su funeral en su iglesia y su cuerpo descansa en la zona del cementerio reservada a ellas. La superiora de la orden, la madre Emanuela, durante el funeral, declaró que Giuni había sido una verdadera carmelita, ya que con su canto (‘Carmen’), había alegrado profundamente las almas de todos los hermanos.

Hoy, gracias al incansable trabajo de María Antonietta Sisini, la música de Giuni Russo no es olvidada, sino propuesta de nuevo y finalmente apreciada. En 2013 el jesuita Claudio Zonta, en la “Civiltà Cattolica”, en un largo artículo monográfico dedicado a la artistas siciliana, subrayó cómo “su canto supo explorar las diferentes dimensiones de la belleza y del sufrimiento, como si fueran compañeros de igual dignidad y respeto, incluso parece que en el dolor ella encontró esa “gota de esplendor” que siempre ha anhelado”.