Tribuna

Cuando el personaje se traga a la persona

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En nuestro andar cotidiano suele ocurrir que la tarea, la profesión que desarrollamos, absorbe de tal modo nuestra vida que nos convertimos en personajes, ya no nos consideran por nuestro nombre sino por ser el vendedor, el doctor, el gracioso, el emprendedor, el pobre, el rebelde y muchos otras máscaras que tapan el verdadero rostro.

Día a día se nos exige que respondamos de determinada forma, a veces lejos de nuestras propias convicciones y así andamos, cediendo el tiempo de nuestras familias, de nuestro descanso para ser el mejor en el trabajo, en el deporte que practicamos o en el grupo de amigos. Maquillamos nuestras penas o las agrandamos para llamar la atención, nos amoldamos a conversaciones o nos plegamos a ideas para no quedar desubicados o para sentirnos queridos, consumimos ropas de determinados estilos para sentirnos aceptados, hacemos de nuestras propias historias o hechos de vida una novela o un reality para conquistar atenciones ajenas, también usamos las redes sociales como vidriera de lo que somos, pero también de lo que aparentamos ser.

En base a estos ejemplos o más, se ve nítidamente que por un lado está nuestra persona, lo que somos, hijos de Dios nacidos en un lugar y en un tiempo con dones y pecados normales,  y por el otro lo que actuamos ser, exitosos, jóvenes, admirados, resonantes, tristes, accidentados, egocéntricos y todos los personajes que las circunstancias nos pidan y nos empujen. La Psicología dice que hay un grado normal de actuación y de adaptación al medio, lo peligroso se da cuando ese personaje crece más que la persona a tal punto de fagocitarla y anularla. En estos días en que el mundo se parece a una pelota de fútbol, vemos un desfile de personajes con el número 10 en la espalda, son los goleadores, los líderes los que ganan muchísimo dinero, los que tienen determinados sponsor, los que generan tendencia y opinión, los que no pueden equivocarse, los que influyen en el equipo, los que….; y me pregunto ¿Qué personas son? ¿Ellos se los preguntarán? ¿O pasarán por los estadios (y por la vida) actuando de jugador de fútbol? ¡Ricos y famosos! Dejo a la imaginación del lector la lista de ricos y famosos que aparecen en nuestras mentes y en nuestros buscadores de Internet. ¡Grandes personajes! ¿Y sus personas?

Este ejercicio nos ayudará a ver mejor la cantidad de personajes que con su solo nombre, se los conoce, juzga y exige y las personas desdibujadas que llevan escondidas en sus mochilas. Cada uno de nosotros tiene bastante de personaje que azuzan los demás y alimentamos diariamente. Lo mismo pasa con las ideas y las ideologías, cuando las ideas crecen de tal modo que no responden a lo que personas necesitan, no se pueden defender certeramente en público y se sacan de contexto se transforman en ideologías que lastiman y confrontan.

Con los pobres, con los migrantes, solemos hacer de sus personas y situaciones un personaje. Los nombramos en plural colectivizando sus rostros, los usamos para acallar nuestra conciencia aportando en alguna colecta, hacemos análisis científicos sobre el por qué de su situación. Y así, la sencillez de la idea del mandamiento del amor al prójimo se transforma en ideología de planes estratégicos para ayudar a los países con esa “problemática”.

A los pobres los usamos, los hacemos actuar de “extras” en espacios donde protagonizamos debates en que nuestra vida no está en juego ni forma parte de la trama. Repito, transformamos sus personas en personajes y nosotros también hacemos lo mismo. “No es protagonismo lo que necesitan los pobres, sino ese amor que sabe esconderse y olvidar el bien realizado[1]”. Esta frase de Francisco nos invita a derribar actuaciones, a sentirnos uno con el otro y hacer de la vida un espacio de convivencia real, no montada para determinados fines.

No es difícil asumir el rol mentiroso de personaje, de actuar una situación, pero no confundamos el teatro, el cine, la televisión que sirven de entretenimiento, con la vida que es un don y en la medida que la actuamos la escondemos.

Aplaudamos a los actores que nos deleitan con sus personajes en el séptimo arte. Escuchemos el aplauso cariñoso de Dios cuando deleitamos a nuestros hermanos, poniendo al servicio de la misericordia nuestras personas.

La vida no es un escenario, nuestra vida no es una mentira…salvo que alguna ideología lo afirme.

 

[1] Francisco, Carta por el Día mundial de los pobres 2018