AMICO: “Vamos a Haití… para quedarnos”

Religiosas-a-Haití(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) A punto de cumplirse un mes del terrible terremoto que ha desolado Haití, aparecen con voracidad las consecuencias del mal: hambre, desorden y caos. Es el grito de la necesidad que pide a la Vida Consagrada estar ligera de equipaje.

Amistad Misionera en Cristo Obrero (AMICO) es una congregación pequeña, nacida en Madrid para América en 1971. Fundada por el jesuita Pedro Martínez Cano, hoy son una familia de consagradas dispuestas a ir donde surja la necesidad. AMICO es la familia de quienes nuestra sociedad va dejando de lado.

Sólo tres españolas…

Nuestra familia nació para Latinoamérica, y se nota. Además, nosotras tres ya tenemos muy poco de españolas; nuestro corazón es universal.

Os vais a Haití… para quedaros definitivamente.

Pocos días antes del terremoto estábamos en Haití para abrir una casa. Lo ocurrido ha aumentado nuestras ganas. Tenemos tres hermanas haitianas que, desde la República Dominicana, se dedicaron a atender a sus compatriotas como sanitarias que son. Hemos pedido a todas las casas voluntarias. La verdad es la respuesta no puede ser más generosa, así que abriremos la casa inmediatamente.

La desgracia de Haití parece que es la descripción perfecta de las urgencias de vuestro carisma…

Así es. Las niñas y niños abandonados y maltratados son el objetivo primero de nuestro esfuerzo. Están a merced de cualquier mal. Tenemos que ser madres para los que, en esta vida, no tienen quien los proteja, cuide y ame. Tenemos varios hogares. Al nacer después del Concilio, el fundador pensó en llamarnos “Amistad” para reivindicar el valor de la comunidad, “misionera”, sin límite misionero, y “en Cristo Obrero”, para los más pobres. Lo nuestro es la promoción integral de los más pobres. Curioso, pero esto es lo que trajo la muerte a nuestro fundador, en 1981, en Nicaragua. Fue advertido de que no apoyase a los indígenas. Así, dejo escrito: “Creo que no llegaré a la Navidad”. Y apareció muerto el 7 de diciembre.

¿Cuántas comunidades formáis AMICO?

Somos trece comunidades presentes en Puerto Rico, República Dominicana, España, Nicaragua y Colombia. Vamos a abrir dos casas más: una en Haití y otra en Madrid, para la acogida de jóvenes embrazadas, para garantizar su vida y la del niño.

¿Cómo es la comunidad?

Es, en realidad, un complejo de hasta cinco obras, dependiendo de las necesidades del lugar. Es una manera clara de ser pobre y ésa es nuestra “clausura”. Nuestro esfuerzo es de discernimiento, porque tenemos ofertas de fundación y hay que optar por lo más necesario. El criterio es estar donde la necesidad sea más acuciante. Niños y niñas sin hogar y desnutridos, ancianos abandonados, centros de salud, de atendión de enfermos de sida y drogodependencias… Nuestras comunidades crecen con hermanos seglares que comparten esta pasión.

Llama la atención vuestra agilidad ante la urgencia…

Apenas tenemos casas propias. Esto nos da más libertad. Y gracias a Dios, tenemos respuesta. Hoy somos una familia con 70 hermanas, tenemos cuatro novicias y diez postulantes. Con una media de edad de 35 años, liberadas de nacionalismos, porque lo nuestro es la necesidad, allí donde esté y se hable el idioma que se hable. Estamos muy agradecidas a nuestra presencia en Madrid. Se trata de una obra de Cáritas, un gran complejo de solidaridad desde el que  atendemos a las bolsas de desecho que va logrando nuestro mundo de progreso. Es apasionante devolver la sonrisa a quienes ya no esperaban nada de la vida. Somos libres para ir a los lugares más necesarios. Y nos llevamos lo puesto. Este momento pide intercongregacionalidad.

En definitiva, sois una orden española que se ha hecho muy latinoamericana…

América Latina nos lleva a un modo de trabajo que resulta más sencillo y humanizado. Nuestra sociedad española está muy estructurada y la Vida Consagrada está demasiado marcada por la eficacia. Hasta que no nos liberemos de cierto funcionariado, los consagrados no acabaremos de conectar con la realidad. En Europa nos desespera lo que no se produce inmediatamente y no se soluciona inmediatamente. Latinoamérica nos enseña otro valor del tiempo, que se parece mucho más a la paciencia de Dios. El tiempo latinoamericano no es como el nuestro. Para acoger la realidad, no vale la prisa: hay que volver a ese “ahorita”, que es la Palabra de Dios que cala lentamente.

MIRADA CON LUPA

Ligeros de equipaje, abrazando la providencia, encarando la necesidad… Los consagrados necesitamos voces que nos despierten, urgencias que nos recuerden y gestos que nos convenzan. Haití, envuelto en un desorden organizado, es un clamor, un lugar teológico para dar y recibir vida. No es el único. A estos sitios hay que ir… y quedarse.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.695 de Vida Nueva.

 

INFORMACIÓN RELACIONADA:

Compartir