¿De qué veníais hablando en el camino?

Jesús-con-discípulos(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf)  La pregunta de Emaús sigue siendo pertinente. Leemos todos los acontecimientos a la luz de la Pascua. También aquéllos que son desconcertantes. La Vida Consagrada es vida en esperanza y para la esperanza. Quizá por ello, algunas veces está a merced de algunas noticias que consiguen cambiar nuestro diálogo, mientras hacemos camino.

Hace una semana, recibía un correo de un religioso… Me decía: “¡¿Ha visto…?! El cardenal Rodé habla de la crisis definitiva de la Vida Consagrada, en los Estados Unidos se está haciendo una visita a las religiosas que indica el descentramiento de la Vida Consagrada femenina y nosotros –por su congregación– tenemos ya muy poco aliento. Caminamos con buena organización burocrática, pero hacia el fin…”.

No es un mal religioso, estoy seguro, pero sí es un religioso al que le está costando “tener visión”, saltar por encima del titular y leer los acontecimientos en clave de Pascua. Seguramente es un ejemplo de lo “que se habla por el camino”. Aunque no el único.

Si uno da un paso más, supera el titular y entra en el texto, ve efectivamente que el cardenal Rodé habló de la Vida Consagrada en una conferencia en Nápoles. Pero no habló de su inevitable final, ni mucho menos. Constató la realidad de envejecimiento en Europa y, con la misma fuerza, de la necesidad de recuperar el signo, aceptar que la Vida Consagrada es valiosa en sí, no por su fuerza numérica, y, sobre todo, que está pidiéndonos en este tiempo gestos audaces de comunión, de trabajo intercongregacional y de apoyo mutuo de las distintas vocaciones en la Iglesia… Presupuestos que no contenía el ruidoso titular y que son signo de una Vida Consagrada inédita, que está naciendo y que, sin duda alguna, tiene futuro.

Vamos a la segunda noticia que alarmaba a nuestro anónimo religioso compañero de Emaús. Resulta que, efectivamente, la hermana María Clara Millea está llevando a cabo una visita a las congregaciones femeninas en los Estados Unidos por encargo de la Congregación de Religiosos y Sociedades de Vida Apostólica. Un asunto delicado que requiere algo más que un comentario rápido, fruto de una impresión alimentada por digitales y medios impresos en busca de notoriedad. Si leemos con detenimiento la entrevista que la citada religiosa concede al National Catholic Reporter, de nuevo descubrimos que la cuestión no es tan clara. No se trata de un combate entre blanco y negro, buenos y malos… La hermana María Clara dice que la Vida Consagrada femenina está llena de heroínas anónimas. Mujeres que lo han dado todo por una causa y, ahora, muchas de ellas, ancianas, siguen ofreciendo su vida por la humanidad, especialmente por los más débiles… Y dice más: cuenta que uno de los frutos de esta visita puede ser que la Vida Consagrada sea más conocida y pueda servir de camino a muchas jóvenes que buscan.

El tercer comentario de nuestro amigo es más duro. “Se hacen las cosas, se busca que estéticamente estén enmarcadas en un contexto bien organizado, pero falta vida”. En el correo de respuesta, le decía que seguramente lo que padece es la resaca ante una Vida Consagrada que está buscando nueva luz, nuevas respuestas, nuevo sitio… De nuevo, nada es absolutamente como parece y detrás de algunos signos ambiguos hay vida, mucha vida. Sólo hay que saber verla, celebrarla y comunicarla. Recomendaba a este buen religioso dos lecturas: una filosófica y otra testimonial. La primera, El funcionario poeta, de Carlos Eymar, porque invita a ensanchar tiendas y a superar la tentación de la burocracia o llegar a creer que algo se logra porque se plasma en un proyecto. La segunda, En memoria mía. Fragmentos de la vida de un cura. En ella, Mario, el cura de Juan Rubio, hace una relectura de la vida sapiencial, combinando serenidad, sabiduría y fe. Sobrepasados los 70 años, donde se encuentran muchos consagrados, sigue abierto a la sorpresa del Evangelio, más allá de las apariencias y de los “vaivenes” ideológicos.

MIRADA CON LUPA

“De la abundancia del corazón, habla la boca”. La Cuaresma invita a preguntarnos de qué hablamos por el camino. Tiempo sereno de formación e integración; de encuentro y normalidad. Parafraseando al beato Juan XXIII, los consagrados podemos librarnos de dos calamidades: la burocracia y la pura estética. O creer que lo que vale es lo que “yo dirijo” y lo que a mí “me gusta”. La Vida Consagrada necesita tiempo para reencontrarse en la misión, la que tiene ante sí… y para leer la realidad con unción, que es mucho más que la agresividad de unos titulares.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.697 de Vida Nueva.

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