(Maite López Martínez) Hay sucesos que nos dejan sin palabras y, lo peor, que parecen dejarnos hasta sin música. El estupor, el dolor y la impotencia son tan grandes que parece que sólo el silencio o el grito son las únicas reacciones posibles. Es lo que nos ha pasado con el terremoto de Haití. Las imágenes que vemos se nos clavan como puñales. Pero, tras esos primeros momentos de desaliento y confusión, van surgiendo las respuestas solidarias, universales, estables, generosas, sorprendentes.
Varias son las iniciativas musicales que han nacido en esta línea. Primero, por la necesidad imperiosa de expresar la cercanía, el cariño y los sentimientos hacia este pueblo, ya pobre antes de la catástrofe, convertido en el último de los últimos. Segundo, porque la música convoca a miles de personas, que se transforman en potenciales donantes de una aportación económica. La más importante ha sido el concierto Hope for Haiti Now, en el cual participaron el 22 de enero más de cien celebridades internacionales desde Nueva York, Los Ángeles y Londres. El evento fue retransmitido por las principales televisiones estadounidenses y emitido en directo a través de Internet.
También en España se han multiplicado este tipo de iniciativas, desde músicos indies en la sala El Sol de Madrid, hasta otra de disc-jockeys en Pachá Madrid. La Iglesia, menos glamurosa y más humilde, también entona una canción con y por Haití en distintos lugares (desde Málaga hasta Zamora) y con diversas modalidades. Un ejemplo es la vigilia de oración organizada por Cáritas Málaga, que reunió a cantautores y grupos musicales cristianos de primera línea. Allí se cantó un sencilla y hermosa canción (http://conhaiti.blogspot.com) ideal para orar en estos momentos.
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En el nº 2.693 de Vida Nueva.
