Políticos y ética

Fernando-Sebastián-P(+ Fernando Sebastián– Arzobispo emérito de Pamplona y de Tudela)

“Nuestra vida política está enferma por falta de verdad, por un predominio excesivo de las ideologías. Falta verdad, libertad y realismo. Estamos perdiendo de vista las poderosas razones que apoyan nuestra convivencia en una sociedad sólidamente establecida”

Cuando los cristianos criticamos algunas leyes como inmorales, la respuesta inmediata es que pretendemos imponer nuestra moral a toda la sociedad. No es verdad. Queremos simplemente que los políticos, en sus decisiones políticas, actúen de forma moral y justa.

No es aceptable una concepción de la política en la cual los políticos queden exentos de someterse a norma moral objetiva y vinculante. El origen del bien o del mal no está en el consenso de los políticos, sino en las exigencias objetivas del bien de nuestra propia naturaleza. Los cristianos, detrás de la naturaleza de las cosas, vemos la sabiduría y el amor de Dios. Los ateos tienen una referencia suficiente y vinculante en las normas morales de la sociedad históricamente compartidas.

En el caso concreto de las actividades políticas, hay varios puntos en los que podemos estar todos fácilmente de acuerdo. Los políticos, en sus relaciones con la sociedad, tienen que ser verdaderos. El engaño, la mentira, desautorizan a un político. La falta de veracidad en el gobierno perturba grandemente a una sociedad. En sus actuaciones, los políticos tienen que procurar el bien general, el bien común de los ciudadanos, nunca el provecho propio o de su propio partido. Nunca es lícito favorecer a un grupo o perjudicar a otro por afinidades o diferencias ideológicas.

Nuestra vida política está enferma por falta de verdad, por un predominio excesivo de las ideologías. Falta verdad, libertad y realismo. Estamos perdiendo de vista las poderosas razones que apoyan nuestra convivencia en una sociedad sólidamente establecida. La negación de la moral objetiva en la vida política nos lleva, inevitablemente, a un mundo de inseguridad, oportunismo y autoritarismo.

En el nº 2.697 de Vida Nueva.

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