La feria de las vanidades

La cita madrileña con el libro arranca con optimismo, pese a que el negocio editorial se ha reducido un 10% en lo que va de año

(Juan Carlos Rodríguez) Una feria es algo más que vender libros. Es una fiesta. Un desfile de lectores que acude al Retiro para, por una vez, hacer profesión de fe o, simplemente, dejar constancia de su orgullo de clase. En la Feria del Libro de Madrid –en todas las ferias, pero la de Madrid, con su 69ª edición y sus 408 casetas, más– el protagonista, por más que le pese a los autores, son los lectores.

Que si firma Pérez Reverte, que si en la caseta 347 lo hace Antonio Gala, que si vuelve Javier Marías… da igual. La Feria es un paisaje popular, un río de lectores entre casetas de libros, firme quien firme –incluido los teleautores sin pizca de autoridad literaria–, acuda quien acuda, los lectores siempre están ahí. Al menos, en la Feria. Con unas cuentas en las que el sector editorial ya registra un descenso del 10% de las ventas en lo que llevamos de año, la Feria volverá a dar –siempre lo hace– resultados positivos. El lector de Feria sabe comprar, busca y encuentra. De los 408 expositores, 118 son librerías, 252 editores, 12 distribuidores y 26 organismos oficiales, y al margen de las novedades y el descuento (del 10%), es una magnífica ocasión de rebuscar en el catálogo. Un acontecimiento que, pese a quien se lleve la fama, es sobre todo novelístico; aunque menos de lo que parecen, cada lector va a su género: la historia, el cómic, el libro religioso, la poesía, el ensayo. “Es precisamente en crisis cuando deberíamos leer más. Porque el libro ayuda, entretiene, consuela y también enseña. Un libro es como un maestro que nunca se enfada si no conoces una respuesta, y que no te la esquiva si se la pides, que no se burla de tu ignorancia y que te ofrece consejos que ni el mejor amigo se atrevería a darte”, afirma la autora Lucía Etxebarría.

Aun así, el libro ha entrado en la crisis que azota al resto de los sectores. “Si la Feria mantiene el pulso de visitantes y de compra que otros años y la campaña de Navidad es buena, podremos cerrar el año con unas cifras paralelas a las de 2009”, según Pilar Gallego, librera y presidenta de la Feria del Libro de Madrid. Sea como sea, el libro, con más o menos ventas –el año pasado creció un 15%, pese a que el sector venía de una caída de casi el 40%–, siempre es una fiesta. “El caso es que, siempre que me dejan montarme en el tren de la Feria, me lo paso en grande. Tengo suerte porque me tocan siempre compañeros divertidos en el compartimento. Nos ofrecemos comida, tragos de whisky, bolígrafos para firmar y amistad”, señala el novelista Rafael Reig. Aunque para los libreros, en la mayoría de los casos, no es algo divertido: negocio puro y duro. Tres semanas al sol, ocho horas diarias, en un cubículo de tres por tres. La caseta. El terror del escritor o la causa de su soberbia, quién sabe.

Querido lector…

Toti Martínez de Lezea sostiene que “la primera vez que acudí a una firma de libros, pensé que me iba a comer el bolígrafo, que no habría nadie. Pero hubo gente. Qué curioso, pensaba yo. Esperan para que les firmes el libro. Ahora es cierto que hay más gente, pero aún así intento dedicarle cinco minutos a cada uno”. Enrique Vila-Matas no es un usual, pero repite: “Me gusta saber quién me lee”. Y qué se lee. El Retiro pasa por ser la mayor librería de España durante tres semanas. “El mayor acontecimiento cultural al aire libre”, según su director, Teodoro Sancristán. “En la Feria siempre triunfa la novela, pero el ensayo o el libro de autoayuda van poco a poco haciéndose notar. Y, sobre todo, el libro infantil”. Y, como afirma Sacristán, el gran tesoro es, sobre todo, un lema: “En la Feria encuentras todo”.

El dicho popular de que “cada uno cuenta la feria según le va en ella” se hace realidad cada Feria del Libro de Madrid. Hay libreros que ven este encuentro cultural como su “salvación” de la crisis, otros niegan que la haya y otros opinan que, si el año “está yendo mal, estos días no salvarán las ventas”. Por ejemplo, Antonio Méndez, dueño de la librería Méndez, que ha cambiado la calle Mayor de Madrid por el Retiro. “El año empezó durísimo y la Feria es nuestra salvación: nos ayuda a sobrevivir y a sanear nuestras cuentas”, señala. Teodoro Sacristán tiene muy claro que las ventas que se producen en estos diecisiete días (la Feria acaba el 13 de junio, día de San Antonio) suponen “una buena ayuda para los libreros y les permite llegar hasta septiembre. La Feria actúa como una isla en el mercado editorial, y eso nos satisface”, indica Sacristán. Es como el día de Sant Jordi, pero multiplicado. “Ese día, mucha gente compra el libro del año –añade–, aquí también. Aunque hay muchos lectores que se cargan de libros para el resto del año”. Y este es un fenómeno no del todo excepcional, más habitual de lo que parece. Que cada fin de semana trescientos escritores estén dispuestos a la firma y a conversar con los lectores ayuda. “Somos parte de la industria y tenemos que estar ahí”, añade Martínez de Lezea. En cualquier caso, a veces, hay que tener paciencia. “Ponga, por favor: A Manoli, que tiene el mejor cuerpo de Madrid”. A Javier Marías lo único que le molesta de firmar en la Feria del Libro es que le dicten la dedicatoria. Sobre todo si es como la de Manoli, pero, por lo demás, le gusta ir al Retiro. Lo que Manuel Vicent, por ejemplo, ha dejado de hacer. “Me deprime ver convertidos a los escritores en caballos de un hipódromo, unos tratando de llegar los primeros a la meta, desfallecidos, y otros convertidos en jamelgos que no pueden arrastrar ni las patas”. Las colas de lectores destruyen egos y construyen castillos de naipes.

Novela negra

Este año la feria va de nórdicos. Sí, la literatura nórdica es la protagonista de la Feria, que le dedica esta edición. La presencia de los autores de Islandia, Finlandia, Noruega, Suecia y Dinamarca comenzó con Jostein Gaardner, pero por El Retiro pasarán también los daneses Sara Blædel, Peter Wessel y Pia Tafdrup; el islandés Árni Thórarinsson; los finlandeses Risto Isomäki y Kari Hotakainen; los noruegos Nikolaj Frobenius, Tomas Espedal y Erik Fosnes Hansen o los suecos Camilla Läckberg, Arne Dahl, Lisa Marklund, Kjell Eriksson, Johan Theorin y Tom Kallen tendrán encuentros. Es decir, el gran grueso de los títulos y autores son de novela negra, que es, por otra parte, lo que cabía esperar.

Como la presencia del libro electrónico, aunque al final éste apenas se ha dejado ver. Libranda, la plataforma de distribución de libros electrónicos auspiciada por los grupos Planeta, Santillana y Random House Mondadori –a la que se han sumado SM, Wolters Kluwer y Edicions 62, además de sellos como Maeva, Salamandra y Anagrama–, se presentará en Madrid el 7 de junio, al margen de la Feria, aunque los libreros ven con buenos ojos la creación de esta alianza que aglutina al 75% del sector editorial y que, desde el principio, ha tenido claro que “no puede prescindir de las librerías, y eso es importante”, según Fernando Valverde, director de CEGAL, la patronal de las librerías españolas. Valverde cree que “las descargas digitales van a convivir con el mundo del libro en papel, que será el rey del mambo durante mucho tiempo”. Pilar Gallego explica la percepción: “En Estados Unidos, con un Amazon y con un Kindle, el mercado de facturación de libro electrónico no llega al 3%. En España, es del 0,8%”. Y así es. La inquietud ante la llegada del libro electrónico “es menor que hace un año y medio. Entonces parecía que el mundo se acababa, pero ahora no”, aseguró el máximo responsable de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros, que agrupa a más de 1.500 establecimientos.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.710 de Vida Nueva.

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