José Luis Martínez Gil: “Pensar en el futuro obliga a vivir un presente intenso”

Hospitalario

(Luis A. Gonzalo-Díez, CMF) No es un fraile convencional. Ha entendido que la vida consagrada es interpretar una buena melodía. Ha superado la esclavitud de la partitura y eso le hace libre. Con servicios apostólicos variados en su Orden, ha encontrado siempre tiempo para el estudio y la reflexión. Buen conocedor de la historia, ha encarnado, como su maestro, José Ignacio Tellechea, una capacidad especial para leer el presente.

¿Cuál es su estado de ánimo?

Normal y gozoso de servir a la Iglesia desde la Orden Hospitalaria en el carisma de la Hospitalidad. Con el deseo de ver que surjan más vocaciones para servir a Dios más y mejor en la Iglesia y a los enfermos y pobres más necesitados por todo el mundo.

Desde su servicio en Roma, ¿cómo se ve la vida consagrada?

Con esperanza. Se ven muchas luces gozosas en el trabajo inmenso y universal de tantos consagrados que día a día y en silencio realizan un servicio duro en tantas regiones apartadas y con pocos medios en la pobreza, con los más pobres y abandonados. Estos heraldos del Evangelio son una riqueza de la Iglesia y esto ayuda a confortar nuestra fe y vocación de consagrados siendo más universales al servicio del Señor Jesús.

¿Nostalgia o esperanza…? ¿Considera que lo que viene es mejor?

La nostalgia es del pasado. Para un Consagrado, vivir el día a día con una esperanza seducida por Jesús, centro de nuestra vida, debe ser la guía que apoye el trabajo. La consagración convencida te ayudará a ser persona que viva la belleza de la esperanza para ser luz y sal de la tierra donde uno trabaje. Lo que venga mejor, no conozco el futuro, debe empeñarnos en vivir bien y con dignidad el presente al servicio de Dios y la sociedad.

Acaba de publicar un libro sobre Antón Martín ¿Qué puede aportar este personaje del siglo XVI a nuestros días?¿Qué novedad trae a la vida consagrada sobre la conversión y opción por los pobres?

Recuerda esta biografía que Antón Martín, cofundador de la Orden de San Juan de Dios, es un ejemplo vivo y actual porque su trayectoria la aprendió y vivió al lado y como san Juan de Dios lo hacía con los enfermos, pobres y necesitados. Es una figura de rabiosa actualidad dentro de las necesidades del hoy, diferentes en parte e iguales a las de ayer. Supo dar una respuesta a Madrid que ha perdurado desde 1552 a través del Hospital Nuestra Señora del Amor de Dios que fundó y  luego Hospital Antón Martín hasta 1936 que fue destruido. Hoy es su continuador el Hospital San Rafael de Madrid con el mismo espíritu de caridad antigua con medios modernos al servicio de Madrid. Son otras enfermedades y otras respuestas, pero siempre se hace como él lo hacía. Al convertirse optó por consagrarse a Dios y bien lo aprendió al lado de Juan de Dios, siendo una figura señera de la Orden al servicio de la Iglesia, entregado a los más pobres y necesitados con esa caridad que le distinguió, viviendo en plenitud las virtudes teologales y cardinales, por eso su testimonio es actual y vivo.

Ha pasado por muchas ocupaciones en su Orden: pastoral vocacional, Farmacia Vaticana, historiador y siempre hospitalario… Su momento más especial fue…

Mi vida de trabajo en la Farmacia Vaticana. Fue un privilegio estar al servicio del Santo Padre Juan Pablo II, que era un santo, y poder investigar al mismo tiempo en el Archivo Secreto Vaticano.

Regálenos una anécdota de esos años…

Un Domingo de Ramos, al Santo Padre le picó una avispa en el dedo en la Plaza San Pedro. El médico personal me mandó ir a la Farmacia Vaticana a buscar un remedio. Se lo traje y me dijo: “Este religioso español no corría, volaba”. Se lo aplicó un ceremoniero y el Santo Padre pudo seguir la Santa Misa con paz y tranquilidad y sin dolor. Me pidió que el Viernes Santo le entregase la Cruz al Santo Padre en el Vía Crucis en el Coliseo y le acompañase todo el recorrido detrás del Papa. Sentí que este gesto era en agradecimiento por los servicios al Santo Padre, por lo que doy gracias a Dios.

MIRADA CON LUPA

Estamos tentados de quererlo todo igual y a todos iguales. En la vida consagrada vienen tiempos en los que hay que celebrar la diversidad. La reestructuración profunda que estamos viviendo exige una mirada a aquellos que tienen especial carisma por la libertad que supieron encarnar. En todas las familias religiosas están, si no estuviesen habría que buscarlos. Estos hombres y mujeres que han entreabierto puertas en lo convencional, son maestros y maestras de un futuro que ya llegó.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.702 de Vida Nueva.

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