Herman Bagara: “Mejor una misa alegre y desordenada que una ordenada y triste”

Diácono de Benín

(Vicente L. García) Parakou es la tercera ciudad más importante de Benín, un país subsahariano en el que se da una convivencia interreligiosa que Herman Bagara, de 31 años, vive en carne propia: su padre es católico y su madre musulmana. Y todo ello, en una tierra en la que predomina el animismo.

Hasta los seis años, este recién ordenado diácono vivió con su madre. A partir de esa edad, pasó a depender de su padre. Una situación que nunca percibió que supusiese una ruptura en su etapa educativa. En Benín, el Estado asume un papel importante en la educación y ésta se hace desde unos parámetros de convivencia interreligiosa.

Su proceso vocacional se desencadena a raíz de la decisión de su padre de que acudiera al Seminario para tener una buena formación académica que le preparara para ser médico militar. Herman recibe en pocos días una formación cristiana que le permitirá aprobar el examen de ingreso y comenzar su vida de seminarista. “En el transcurso de los años –recuerda– fui cogiéndole gusto a la convivencia. Los formadores fueron como auténticos padres que lograron transmitirnos la alegría de vivir,  de sentirnos en casa”.

La opción por el sacerdocio la tomó en el marco de una experiencia pastoral en un centro de acogida en Parakou: “Descubrí que no necesitamos mucho para salvar una vida, un pequeño gesto de cariño, una escucha… Es muy triste observar cómo en la vida, por lo general, nos oímos, pero no nos escuchamos. Por otro lado, allí también ví cómo a veces las personas necesitan gente que no sea de su familia para poder revivir. Eso me justificaba también en mi opción por el celibato: renunciar a una familia propia, a una mujer y unos hijos para ser la familia de muchos otros”.

La presencia de misioneros salesianos en Benín y los lazos con José Vilaplana (entonces obispo de Santander), facilitaron que el arzobispo de Parakou tramitase el traslado de Herman al Seminario cántabro de Corvan para terminar su formación en julio de 2007.

En su primer contacto con la realidad europea, Herman percibió una actitud de indiferencia de las personas con respecto a su entorno. Y apunta un detalle:  “Que los curas tuviesen horarios de atención a la gente en las parroquias”. Y sintetiza su experiencia con la frase: “Aquí es el tiempo el que te vive, no tú quien vives tu tiempo”.

Al comparar la forma de experimentar y expresar la fe entre los africanos y los europeos, repara en las celebraciones: “La Eucaristía es una fiesta, no es un Viernes Santo. Pero las celebraciones parecen más meditaciones sobre el sepulcro de alguien que no ha resucitado todavía, ¡y no! ¡Ha resucitado!”. Y añade: “Mejor tener una celebración eucarística alegre y desordenada que tener una celebración bien ordenada y triste”.

El pasado 11 de abril, Herman fue ordenado diácono. Fue Vicente Jiménez Zamora, el actual obispo de Santander, quien le tomó juramento de fidelidad, pero no sobre su persona como obispo, sino al arzobispo de Parakou. En verano espera ser ordenado allí y poder ponerse a disposición de su pastor, y al servicio de sus paisanos. Lamenta que su padre no pueda asistir por motivos de trabajo, pero sí contará con la presencia de su madre y de amigos.

Se dice que África es el futuro de la Iglesia y que un pontífice podría salir del continente: “No creo que el próximo Papa sea negro, es todavía pronto. Pero sí que el impulso de Juan Pablo II provocó un despertar a la fe en aquellas tierras que puede hacer de ellas el futuro de la Iglesia”, reconoce.

En esencia

Un libro: El sacerdote, hoy.

Una canción: Jesús, el Salvador.

Un deporte: el fútbol.

Un lugar en el mundo: Parakou.

Una persona: Bake, mi madre.

Un recuerdo de la infancia: sentado en el banco con los compañeros de la escuela.

Un deseo frustrado: convencer a mi padre de mi vocación.

Un valor: ser moralmente fuerte.

Que me recuerden por… la sencillez en mi vida.

En el nº 2.706 de Vida Nueva.

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