Antonio Hernández: “Hay que recuperar la figura de Tarancón”

Director de cine y televisión

Antonio-Hdez(Miguel Ángel Malavia) A sus 44 años, el cineasta Antonio Hernández Núñez (Peñaranda de Bracamonte, Salamanca) atraviesa un buen momento profesional. Tras iniciar  muy joven su carrera como actor –confiesa que es su vocación frustrada– y luego dejar su particular sello en la dirección de películas como En la ciudad sin límites (2001) u Oculto (2005), en 2006 se adentró en las entretelas del cine histórico con Los Borgia. Así, tras esa primera incursión en la compleja y oscura biografía del papa español Alejandro VI, ahora acaba de terminar el rodaje de Tarancón, el quinto mandamiento. Con esta miniserie, prevista para estrenarse proximamente en TVE y en la autonómica valenciana, Canal 9, vuelve a adentrarse en el ámbito de la religión. Aunque esta vez, y a diferencia del papa Borgia, con un personaje que le ha “fascinado por completo”: Vicente Enrique y Tarancón (1907-1994).

Como muchos proyectos, el de llevar a la pequeña pantalla la biografía de quien fuera la figura más destacada de la Iglesia en España entre la etapa final del franquismo y la consolidación de la democracia –el cardenal y arzobispo de Madrid fue presidente de la Conferencia Episcopal entre 1971 y 1981–, le surgió a Antonio casi por casualidad. Fue Pepe Sancho –el reconocido actor da vida al cardenal– quien tuvo la idea: “Pepe siempre decía que había que recuperar la figura de Tarancón, pues estaba quedando olvidada pese a desempeñar un papel fundamental en la historia reciente de la Iglesia y del país. Así, se reunió con el Gobierno valenciano y consiguió que el propio presidente Francisco Camps apoyara el proyecto”. El director, entonces, estaba trabajando con la productora local Nadie es perfecto, que le ofreció dirigir el largometraje. Y aceptó.

Antonio-Hdez-2Manos a la obra, y aunque ya “tenía un recuerdo muy positivo de Tarancón”, emprendió una labor de documentación que le llevó a “conocer todo” de aquel valenciano que comenzara como sencillo sacerdote en Tortosa (Tarragona) y lograra altas distinciones en otros ámbitos, como el de alcanzar un sillón en la Real Academia de la Lengua. Analizando su vida –la serie aborda desde el inicio de la Guerra Civil hasta las elecciones democráticas de 1978, siendo la última imagen la de Tarancón votando–, Antonio es incapaz de destacar algo por encima de lo demás: “Me quedo con todo de él. Ya desde cura, mostró una honestidad increíble, apostando siempre por unos valores cristianos firmes y sencillos. Y luego, en una dictadura, defendió valores democráticos, habló realmente de paz y libertad…”. Pese a todo, al final sí cuenta una anécdota que le impresionó por significativa: “Era sorprendente, justo, vitalista y muy campechano. Lo que demostró cuando ETA asesinó a Carrero Blanco y a él le obligaron a salir de Madrid por las amenazas recibidas, pues muchos le culpaban. Le parecía increíble tener que ir con escolta. ¡Él con escolta, como un ministro! Así que, llegados a Tarancón (Cuenca), con toda la sencillez, pidió parar para ir a un bar e invitar a comer a los policías que le acompañaban”.

“¡Al paredón!”

Ya entonces se oían los gritos de “¡Tarancón al paredón!”: “Algo que jamás entendió, sobre todo por provenir de personas que se decían cristianas. No eran ateos ni comunistas, sino cristianos como él. Tarancón nunca fue de izquierdas, pero respetaba a los demás y no veía enemigos”. En este punto, en referencia al contexto tan difícil con que lidió el cardenal, Antonio es claro: “Si la Iglesia no hubiera apoyado la Transición, ésta no se hubiera logrado. La España de Franco no era de derechas: era nacional católica. De ahí que la postura de la Iglesia fuera esencial”. Eso sí, añade que en su serie aparecerán retratados los claroscuros que él achaca a la Iglesia en la España de entonces: “Tarancón, salvo por su equipo de colaboradores, estuvo solo en la apuesta por la democracia. Muchos compañeros obispos se oponían abiertamente al cambio…”.

En esencia

Una película: 2001, una odisea del espacio.

Un libro: nunca he tenido un libro favorito.

Una canción: cualquiera de los Beatles.

Un deporte: el tenis.

Un rincón del mundo: Mojácar.

Un deseo frustrado: ser actor.

Un recuerdo de la infancia: el templete de la plaza de mi pueblo.

Una aspiración: seguir vivo.

Una persona: mi chica, Sofía.

La última alegría: el premio por un corto que le acaban de dar a uno de mis hijos.

La mayor tristeza: la muerte de un amigo del alma.

Un sueño: que a nadie le faltara nada.

Un regalo: la amistad.

Un valor: la honestidad.

Que me recuerden por…
ser buena persona.

En el nº 2.694 de Vida Nueva.

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