Álvaro Rodríguez: “El lenguaje con el que la Iglesia habla a los jóvenes no es comprensible”

Superior General del Instituto de La Salle

(Texto y fotos: Darío Menor) Desde el año 2000, el costarricense Álvaro Rodríguez Echeverría dirige el Instituto de La Salle, la institución que recoge el testigo de la comunidad de los Hermanos de las Escuelas Cristianas que fundó san Juan Bautista de La Salle hace más de 300 años. Con voz clara y didáctica, Rodríguez Echeverría explica a Vida Nueva los desafíos de esta congregación presente en casi 90 países y se muestra convencido de que el futuro de la Iglesia está en África.

Con La Salle colaboran unos 73.000 laicos. ¿Pueden ellos revitalizar la Iglesia?

Desde hace años empezamos, con mucha fuerza, la colaboración mutua entre laicos y hermanos. No encontramos la palabra justa en español para definir cuál es nuestra relación, ya que “colaborador” indica un cierto desnivel que no se produce. Quisiéramos hallar una palabra que indique que hay una relación con una dimensión horizontal. En realidad, cuando nacimos, hace ya más de 300 años, el fundador tuvo una primera iniciativa, que fue crear un seminario de maestros rurales. De hecho, fue la primera escuela normal en la historia de la educación. No eran Hermanos, porque éstos estaban pensados para vivir en comunidad en las ciudades. Desde el inicio existió ya un atisbo para compartir este carisma con los seglares, pero ha sido sobre todo en los últimos veinte años, después del Concilio, cuando se ha desarrollado. En este tiempo, el motivo primero, aunque no el más importante, ha sido la disminución en el número de los Hermanos y el envejecimiento de ciertos sectores del Instituto. Pero no es la causa principal, que está constituida por la nueva visión del laicado después del Vaticano II, como plenamente responsable de la misión de la Iglesia llamado a la santidad. En segundo lugar, existe una nueva concepción del carisma, que si en un inicio se veía sólo para los Hermanos, hoy entendemos que es un don del espíritu a la Iglesia que no puede quedar reducido a un solo grupo, debe ser abierto ya que se puede vivir desde distintos tipos de vida.

¿Cambia el papel de los laicos según los países?

El mundo laico ha tomado fuerzas y tiene características diferentes en cada región. En las naciones anglófonas se ha desarrollado mucho el voluntariado. Por ejemplo, hoy tenemos en los Estados Unidos a 38 jóvenes voluntarios que han interrumpido sus estudios universitarios para vivir un año de servicio con los pobres. Lo hacen en la Red de Escuelas San Miguel, que son para los inmigrantes hispanos, asiáticos…, y que necesitan una escuela especial porque no se adaptan al sistema americano. Son pequeños centros educativos, con grupos reducidos. Contamos con quince de estas escuelas, que nacieron hace doce años. Son llevadas conjuntamente por Hermanos y voluntarios, que no sólo trabajan codo con codo en la obra, sino que también viven juntos en la comunidad. En otros lugares, como en España, han surgido comunidades de laicos, incluso sin Hermanos. Se trata de parejas o solteros trabajando juntos en alguna obra que viven en comunidad, inspirados por el espíritu lasaliano adaptado a esa nueva experiencia, que todavía está dando sus primeros pasos. Además de estos ejemplos, hay que recordar la importancia del profesorado, donde tenemos a un mayor número de laicos comprometidos. También en este colectivo hay laicos que, después de vivir un proceso, llegan a una promesa de asociación. Hay algunos casos así en Francia, España y algunos países de América Latina. A nivel universal, contamos con un movimiento espiritual, Signum Fidei, que nació en 1976. Son seglares que, después de un tiempo de formación, realizan una promesa de un servicio específico en el campo de la educación cristiana y de una vida inspirada en la espiritualidad lasaliana. Los grupos más fuertes están en Perú y en Filipinas. En este último país están muy comprometidos con los proyectos de los Hermanos mientras que en la nación latinoamericana se han creado obras nuevas.

¿Ha afectado la incorporación de laicos al funcionamiento de La Salle?

Sí, también en las estructuras ha habido ciertos cambios. Antes del último capítulo general hemos tenido una asamblea internacional de la misión educativa lasalista en la que dos tercios eran laicos y un tercio eran Hermanos. El capítulo general asumió lo que ya había tratado la asamblea, de manera que incluso estructuralmente ha habido una mayor participación de los laicos. Además, en cada provincia -nosotros las llamamos distritos- se tiene también la asamblea y un consejo acerca de la misión educativa de La Salle. Así, muchas de las decisiones que antes  tomaban en el consejo los Hermanos ahora se toman en esta nueva asamblea en la que participan los seglares.

La disminución de vocaciones afecta a La Salle y a otras muchas congregaciones e institutos de vida consagrada. ¿Qué hacer para que los jóvenes se interesen por la vida religiosa?

Es una prioridad. Ya en el último capítulo general nos referimos a ello. En primer lugar, hay que situar nuestra realidad. Es cierto que en algunas zonas, sobre todo en Europa, Norteamérica y Australia, ha habido una disminución de vocaciones. En otras, sin embargo, nos encontramos con un número significativo de jóvenes vocaciones, como en África. Estamos viviendo un proceso de africanización. Los Hermanos y formadores que están en este continente ya no son misioneros, sino personas autóctonas nacidas en África.

¿Esta africanización se da sólo en La Salle o es general en toda la Iglesia?

No sé si la Iglesia se está africanizando pero, al menos, sí es seguro que África está siendo mucho más importante para la Iglesia que en el pasado. Juan Pablo II ya mostró una gran preocupación por esta zona del mundo. La Iglesia crece en África, donde al mismo tiempo se está produciendo un cambio del modelo misionero que hasta ahora ha predominado hacia otro modelo más autóctono, que va a suponer algún cambio en el proceso de enseñanza del Evangelio. Para la vida religiosa, África presenta dificultades, sobre todo a nivel político, económico, pero es evidente que constituye una de las grandes esperanzas para el futuro de la vida religiosa y de la Iglesia. Lo mismo sucede en algunas zonas de Asia. Para nosotros son especialmente importantes países como Vietnam e India, donde se está dando un buen número de vocaciones.

¿Y en América Latina?

Allí la situación es estable. Conservamos el número de vocaciones, sobre todo en Brasil, México y Colombia. Los grandes desafíos con las personas que quieren dedicar su vida a nuestra comunidad son la perseverancia y el acompañamiento; es difícil a veces encontrar formadores, sobre todo nativos. Creo que no sólo debemos fijarnos en las causas de la disminución de vocaciones -el cambio de la sociedad, la secularización creciente…-; al mismo tiempo debemos cuestionarnos hacia dentro y preguntarnos por qué no atraemos vocaciones. En un capítulo general tocamos el tema y nos dimos cuenta del problema de la visibilidad. A veces nos falta hacernos ver más, sobre todo como comunidad. Los jóvenes nos perciben como maestros y profesores, pero no perciben la vida religiosa como comunidad de hermanos. Es necesario hacerlo más visible. Igual de importante es la necesidad de hacer una vida religiosa más evangélica. Hemos hecho un gran esfuerzo, como todas las congregaciones, para recuperar el carisma del fundador, pero no estoy tan convencido de que hayamos vuelto al Evangelio, viviendo en lo esencial de éste. La cuestión vocacional es difícil. No se puede decir que donde no surgen nuevas vocaciones es debido a que no se vive una vida religiosa auténtica. Esta lógica no funciona; siempre hay algo de misterio en esto. Al mismo tiempo, y haciendo referencia a la cuestión de los laicos, hemos entendido que la vocación lasalista no es sólo vocación de Hermano, como en el pasado. Hoy, la vocación lasalista se puede vivir de distintas formas; una es como Hermano, pero al mismo tiempo hay que estar abierto a otras maneras de vivir el carisma.

Precisamente de volver a lo esencial del Evangelio habla el cardenal Carlo Maria Martini en su libro ‘Coloquios nocturnos en Jerusalén’, publicado recientemente en Alemania, en el que también se insta a la Iglesia a que se reforme. ¿Está de acuerdo?

Creo que siempre es pertinente volver al Evangelio; hoy es muy actual. En realidad, el Evangelio es muy sencillo. La idea principal es amar a Dios y a los hermanos, como nos dice Jesús en tantísimas ocasiones. El Evangelio, además, no es sólo teoría, sino que también es experiencia de vida, que nos invita a ser creativos para responder a la realidad de hoy. Hay que tener amplitud de miras; yo es lo que más admiro en el Jesús del Evangelio. Por eso creo que la llamada hecha por el cardenal Martini es plenamente actual y responde a esa conversión al Evangelio, que es conversión al futuro. Al futuro que Dios sueña para la humanidad.

La educación es uno de los pilares básicos de La Salle. ¿Es más difícil la educación con los jóvenes de hoy que hace unas décadas?

No sé si es más difícil, pero sí es diferente. A mí no me gusta tener un juicio negativo de la juventud. Tengo la impresión de que la Iglesia española es muy negativa al juzgar a los jóvenes. Yo creo que los jóvenes tienen una riqueza y potencial extraordinario, que son hoy tan generosos como en el pasado, pero que hay situaciones distintas. Tenemos que acercarnos a ellos con simpatía y vivir su mundo desde dentro y no juzgarlos desde fuera como jueces que condenan. Esto no significa el aceptarlo todo. El amor al joven significa también hacerle ver que no está caminando bien cuando lo hace. En mis viajes por los 87 países en que está presente La Salle he encontrado en los jóvenes de hoy una generosidad extraordinaria. También dificultades muy grandes debido a la desintegración de la familia, a la falta de acompañamiento, a que la educación es algo ahora muy intelectual, pero no toca a la totalidad de la persona. La educación tiene más importancia que en el pasado, precisamente porque la escuela ha de sustituir al hogar y el profesor al padre o a la madre. Lo que más valoro cuando visito nuestras instituciones educativas, sea en el país que sea, es el clima de fraternidad y unas relaciones con gran calidad. Los jóvenes se sienten a gusto dentro de nuestras escuelas porque encuentran un espacio no sólo para desarrollar el intelecto, sino también para las otras dimensiones de la persona. Es muy importante hablarles en la misma sintonía de onda. No hay que hablar en dos lenguajes paralelos que no pueden encontrarse.

¿Por qué cree que la Iglesia española es negativa juzgando a los jóvenes?

Creo que se tiene la imagen de la juventud de hace unos años. No se tiene en cuenta que se han producido unos cambios que, a los que toca más fuertemente son a los jóvenes. Tal vez sea también porque el lenguaje con el que la Iglesia, en general, habla a los jóvenes no es comprensible. Deberíamos inculturarnos en el mundo de los jóvenes para comprenderlos desde dentro. Así veríamos que la visión negativa no tiene fundamento.

Como institución con una raigambre tan grande en la educación en España, ¿cree que es un error que con cada nueva legislatura, prácticamente, se presente una nueva ley de educación?

Sí, sería necesario un Pacto de Estado en esta materia, y no sólo en España. La educación es un campo tan importante que debería superar las diferencias entre los distintos partidos políticos. Es una cuestión muy importante para toda la sociedad, sobre la que las distintas religiones también deben tener el derecho a expresarse.

Como costarricense, ¿qué papel cree que puede desempeñar América Latina en la Iglesia universal?

Actualmente se está produciendo un despertar. Hoy la situación es diferente a como era hace 30 años, que yo viví en Guatemala. A mí me tocó muy de cerca la realidad de la persecución a la Iglesia, pero que, al mismo tiempo, reflejaba un compromiso muy grande con los más pobres y con el pueblo. Nunca he vivido una experiencia de tanta solidaridad y fraternidad. Hoy, la Iglesia latinoamericana vive una realidad diferente, a la que debe responder desde el Evangelio. Concretamente, América Latina debe estar muy pendiente de la emigración, pero no sólo de los que salen, sino también de los que se quedan en el país. A nivel de congregación, estamos tratando de responder a las necesidades de los emigrantes.

La Salle trabaja mucho en países donde se profesan otras religiones distintas del cristianismo. ¿Es posible la convivencia entre distintas creencias?

Distinguiría dos niveles: el doctrinal, donde no es sencillo el encuentro, y el de la vida. En ese último se mueven nuestras escuelas que, en mi opinión, es el mejor nivel para el diálogo interreligioso. En Singapur, por ejemplo, tenemos alumnos musulmanes, hindúes, cristianos y judíos, conviviendo juntos en un ambiente de respeto y convivencia. Me llamó la atención en mi última visita a Singapur que, por la mañana, se hace una invitación a una oración común y la capilla se llena en el rezo al Dios de todos, al Dios común. Por eso, la escuela católica es un lugar privilegiado para este diálogo de la vida, que en el fondo es el más importante.

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