El Sínodo se hace eco de la violencia contra los cristianos en la India

La canonización de la primera santa de ese país llega en medio de una situación trágica para los católicos

(Antonio Pelayo– Roma) “El congreso se divierte”. No se me enfaden los reverendos monseñores si aplico esta famosa cita a la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos que están celebrando en Roma del 5 al 26 de octubre. No hay ninguna oculta intención mordaz al hacerlo, sino una inocente constatación de las actividades paralelas que se han introducido en su programa de trabajo.

El jueves 16 por la tarde, los miembros del Sínodo asistieron en el Aula Pablo VI a la proyección del film Testimonios, basado en el libro Una vida con Karol, el cardenal Stanislaw Dziwisz y el periodista italiano Gian Franco Svidercoschi, que recorre algunos de los momentos claves del pontificado de Juan Pablo II. Dos días antes, en San Pablo Extramuros, tuvo lugar, ante Benedicto XVI y los 250 miembros de la asamblea sinodal, un concierto de alta calidad musical en el que la Orquesta Sinfónica de Viena interpretó la Sexta sinfonía de Anton Bruckner bajo la dirección del maestro Christoph Eschenbach. “Una obra -agradeció el Papa- impregnada de religiosidad y de profundo misticismo”.

El domingo 12, ya en otro orden de cosas pero siempre dentro del calendario sinodal, tuvo lugar en el atrio de la Basílica de San Pedro la canonización de cuatro nuevos santos: el sacerdote napolitano Gaetano Errico, fundador de los Misioneros de los Sagrados Corazones; la suiza Maria Bernarda (Verena) Bütler, fundadora de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora; la clarisa de Kerala Anna Muttathupadathu, Alfonsa de la Inmaculada Concepción, que es la primera santa de la India, y la costurera ecuatoriana Narcisa de Jesús Martillo Morán.

Camino asequible

En su homilía, el Pontífice, glosando la parábola de banquete nupcial despreciado por los invitados de la primera hora y al que acaban accediendo todos cuantos encontraron por las calles sus criados, dijo: “El rechazo de los primeros tuvo como efecto que la invitación se extendiera a todos con una predilección especial por los pobres y desheredados”. Se refirió después a la joven laica ecuatoriana: “Santa Narcisa de Jesús nos muestra un camino de perfección cristiana asequible a todos los fieles. A pesar de las abundantes y extraordinarias gracias recibidas, su existencia transcurrió con gran sencillez, dedicada a su trabajo como costurera y su apostolado como catequista”.

Ya en el Angelus, el Papa no pudo dejar de referirse a la persecución de que son víctimas los cristianos en la India y que ha producido, según L’Osservatore Romano, 80 muertos y varias decenas de miles de refugiados: “En el momento en que los cristianos de la India dan gracias a Dios por su primera hija nativa elevada a los honores de la pública veneración, deseo asegurarles mis oraciones en estos difíciles momentos. Mientras encomiendo a la protección providencial del Omnipotente a los que se baten por la paz y la reconciliación, pido con fuerza a los responsables de las violencias que renuncien a estos actos y que se unan a sus hermanos y hermanas para construir juntos una civilización del amor”.

A los miembros de la delegación oficial enviada para esta ceremonia por el Gobierno de Nueva Dehli, que presidía el ministro de Trabajo, la Santa Sede le ha hecho llegar su grave preocupación por el clima de violencia anticristiana que se registra especialmente en el Estado de Orissa, y ante el cual las autoridades no parecen reaccionar con la necesaria diligencia pedida en diversas circunstancias por el nuncio apostólico, el español monseñor Pedro López Quintana.

La trágica situación de los cristianos en la India fue ya evocada en la relación presentada en el Aula Sinodal el día 6 en nombre del continente asiático por el arzobispo de Guwahati, el salesiano Thomas Menamparampil: “En muchos países de Asia los cristianos viven bajo una fuerte presión. La libertad está restringida, los neoconversos son perseguidos y la comunidad de los fieles es víctima de persecuciones, como ha sucedido recientemente en la India. A pesar de todo, la paciencia, la discreción, la moderación en las reacciones, el espíritu de perdón manifestados por la comunidad tienen un poder de evangelización”.

En otra impresionante intervención, el cardenal Varkey Vithayathil, arzobispo de Ernakulam-Angamaly de los Siro-Malabares, confirmó que los católicos indios afrontaban una de las peores persecuciones de la historia: “Los que siguen siendo cristianos rechazando cambiar de religión son golpeados y quemados hasta morir”. Según el obispo de Cuttack-Bhubaneshwar, Raphael Cheenath, “la situación en el Estado de Orissa escapa a todo control. Los fundamentalistas hindúes -confirmó al periódico vaticano- no obedecen a los responsables de sus organizaciones y no quieren atenerse a razón alguna”.

El 9 de octubre, Benedicto XVI presidió en la Basílica de San Pedro un funeral por Pío XII, fallecido en Castelgandolfo ese mismo día hace medio siglo. A la solemne ceremonia asistieron la casi totalidad de los padres sinodales -que ocuparon una buena parte de la nave central del templo-, el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, y, en nombre del Gobierno italiano, el secretario de la Presidencia, Gianni Letta.

De alguna manera, el debate sobre la acción del papa Pacelli antes y durante la II Guerra Mundial había sido ya planteado ante el Sínodo, el lunes 6, por Shear-Yashuv Cohen, Gran Rabino de Haifa e invitado especial. Sólo disponemos de algunos pasajes facilitados por los responsables de la información en diversas lenguas -de la española es nuestro colega Jesús Colina, director de la agencia Zenit– publicadas por los periódicos italianos. El rabino no abordó para nada el tema del “silencio” de Pacelli ante la shoah de la que fueron víctimas seis millones de judíos. Lo hizo poco después, en un encuentro con algunos periodistas. “Creemos -dijo a nuestros colegas- que Pío XII no debe ser beatificado o tomado como modelo por el hecho de que no alzó su voz en nuestra defensa, aunque haya intentado ayudarnos secretamente. Permanece el hecho de que no ha hablado, tal vez porque tenía miedo o por otros motivos, y esto nosotros no podemos olvidarlo”. En declaraciones a la agencia Reuters, Cohen añadió: “Yo no tengo la fuerza de pedir a los millares de familiares de las víctimas del holocausto que olviden y que perdonen”.

En su larga y meditada homilía, Benedicto XVI no intentó rebatir las tesis del rabino, que son, por otra parte, compartidas por la inmensa mayoría de los judíos que se han pronunciado sobre este tema. El Papa hizo, eso sí, un panegírico de la extraordinaria personalidad humana y religiosa del hombre que llegó a la sede de Pedro pocos meses antes de que estallase la II Guerra Mundial y que, como secretario de Estado de Pío XI, había intentado evitar por todos los medios a su alcance (ver cuadro).

Siguiendo con el desarrollo del Sínodo, el día 15 finalizaba la discusión general y, tras la “relación posterior a la discusión” que presentaba esa tarde en el Aula el relator general, cardenal Marc Ouellet, comenzaba la preparación de las propuestas que en sucesivas sesiones de los ‘cículos menores’ serán enmendadas y votadas antes de ser puestas en las manos del Papa.

Ha finalizado, pues, la primera etapa de esta XII Asamblea General Ordinaria. Para que el lector se haga una idea más o menos exacta de la dificultad del informador, considere que han tenido lugar 15 congregaciones generales, en el curso de las cuales han intervenido oralmente o por escrito los representantes de las diversas conferencias episcopales del mundo, de los religiosos, de los organismos de la Curia romana, de los miembros nombrados por el Papa, de los expertos y de los delegados fraternos. Cada uno de ellos ha dispuesto de cinco minutos para hablar. Además, han sido presentados en el aula largos y detallados informes y las dos relaciones del ya citado cardenal Ouellet, arzobispo de Quebec. El resumen escrito de este material representa un total de 300 páginas de apretada tipografía y de temática tan variada como interesante. Desafío a cualquiera que sea capaz de trazar un hilo de Ariadna que le permita adivinar hacia dónde se orientan las reflexiones y conclusiones sinodales. Sólo el cardenal, con la ayuda de sus numerosos colaboradores, podrá intentar tan ardua labor. No, desde luego, el autor de esta crónica.

Impresión positiva

Lo que si puedo hacer -y es lo menos que debe esperar de mí un lector atento- es que le ofrezca alguna impresión al hilo de estas jornadas. Monseñor Ricardo Blázquez, que participa por segunda vez en un Sínodo episcopal, me transmitía su positiva opinión sobre la andadura de los trabajos: “Tengo la impresión de que nuestros esfuerzos están mejor orientados que en el Sínodo anterior, dedicado a la Eucaristía, ya que en éste la temática a discutir y confrontar entre nosotros es más concreta e insertada en la vida de nuestras comunidades”. Otros interlocutores me han manifestado idéntica sensación y transmitido un cierto optimismo sobre los frutos que pueden recogerse de esta asamblea sinodal.

En su segunda intervención ante el Sínodo, el martes 14, Benedicto XVI planteó el tema del llamado método histórico-crítico para interpretar la Escritura y puso en guardia ante una exégesis exclusivamente histórico-crítica. “Si desaparece la hermenéutica de la fe, en su puesto -recalcó- se afirma la hermenéutica positivista o secularizada, según la cual lo divino no aparece en la historia. Una teología que no se basa en la interpretación de la Escritura es una teología sin fundamento, como carece de fundamento una exégesis que no sea teológica”. Sobre tan delicado tema, opino, está todo dicho.

BENEDICTO XVI DEFIENDE A PÍO XII

En la homilía del funeral por Pío XII, y entrando en el debatido tema de sus “silencios”, Benedicto XVI recordó el radiomensaje en la Navidad de 1942, en el que Pío XII deploró “que centenares de miles de personas, sin culpa propia alguna, sólo en razón de su nacionalidad o estirpe, son destinadas a la muerte o a un progresivo deterioro”, haciendo una clara referencia a la deportación y al exterminio perpetrado contra los judíos.

Actuó muchas veces -dijo, hablando desde un trono usado habitualmente por el papa Pacelli, en la defensa más clara hasta ahora hecha a ese nivel- en secreto y silenciosamente, porque, a la luz de las concretas situaciones de aquel complejo momento histórico, intuyó que sólo de este modo podía evitarse lo peor y salvar el mayor número posible de judíos. Por estas  intervenciones suyas, le fueron dirigidos al final de la Guerra numerosos y unánimes testimonios, así como en el momento de su muerte, por las más altas autoridades del mundo judío, como por ejemplo por la ministra de Asuntos Exteriores de Israel, Golda Meir, que escribió esto: ‘Cuando el martirio más espantoso ha golpeado a nuestro pueblo, durante los diez años del terror nazi, la voz del Pontífice se ha levantado en favor de las víctimas’, concluyendo con emoción: ‘Lloramos la pérdida de una gran servidor de la paz'”. Según Joseph Ratzinger, el “debate histórico sobre la figura del siervo de Dios Pío XII, no siempre sereno, ha olvidado poner de relieve todos los aspectos de su poliédrico pontificado” (precursor del Concilio Vaticano II, en opinión de Pablo VI), y concluyó pidiendo oraciones “para que prosiga felizmente su causa de beatificación”.

Estas palabras no permiten concluir, como han hecho algunos informadores deseosos de “espectacularizar” la noticia, que el Papa haya dado luz verde a la beatificación de su predecesor. Según ha explicado el portavoz vaticano, Federico Lombardi, el Papa “no se ha pronunciado sobre los pasos sucesivos del proceso, pero seguramente ha declarado de modo muy explícito su unión espiritual a un deseo difundido en el pueblo de Dios”.

Éste es, sin embargo, uno de los aspectos que destacan los que se oponen a la beatificación, la inexistencia de fervor popular; así como la espera aún no satisfecha de un verdadero milagro atribuible a la intercesión del pontífice.

En el nº 2.632 de Vida Nueva.

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