El Papa pide ser más solidarios con los que pasan dificultades

En la fiesta de la Inmaculada, Benedicto XVI ve a María como la “nueva esperanza” en medio de los dramas

(Antonio Pelayo– Roma) No hace falta convocatoria alguna: los romanos y muchos turistas -eran numerosísimos los españoles- saben que el 8 de diciembre tienen una cita con la Virgen y con el Papa en la Piazza di Spagna. A las siete de la mañana, desde una escalera destinada a apagar incendios, un bombero ponía una corona de flores frescas en la mano derecha de la estatua de la Madonna que corona el monumento inaugurado el 8 de septiembre de 1857 por el papa Pío IX para recordar la definición, tres años antes, del dogma de la Inmaculada Concepción de María.

A sus pies depositó también otra corona de los carabinieri y de algunos fieles madrugadores. A partir de ese momento, comenzó una ininterrumpida procesión de asociaciones marianas, cofradías, parroquias, organismos diversos y de simples fieles que quisieron demostrar su devoción a la Madre de Dios con flores, cantos y oraciones. La jornada soleada y clemente, dadas las fechas del calendario, contribuyó a la numerosa asistencia. 

A las diez de la mañana en la Basílica de Santa María la Mayor, el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, presidía una solemne Eucaristía concelebrada por el arcipreste, cardenal Bernard F. Law, y el cabildo liberiano. Ocupaban un lugar destacado los embajadores de España cerca de la Santa Sede, Francisco Vázquez, y de España en Italia, Luis Calvo, con diversos miembros de nuestras representaciones diplomáticas. La misa clausuraba el 150º aniversario de las Apariciones de la Virgen a Bernardette Soubirous en la gruta de Lourdes.

Tradicional ofrenda

A las doce del mediodía, el embajador hacía su tradicional ofrenda floral con un cesto de rosas rojas y amarillas, mientras los alumnos del Pontificio Colegio Español de San José entonaban el Salve Madre acompañados por numerosas religiosas compatriotas nuestras. Desde hace pocos días se han incorporado a la fachada de nuestra Embajada dos grandes escudos del rey de España y del Estado pontificio.

Y antes de las cuatro de la tarde, la Piazza di Spagna y todas las calles adyacentes estaban abarrotadas de gentes que esperaban a Benedicto XVI, que, puntual, llegó a bordo del papamóvil y fue acogido con aplausos muy nutridos cuando comenzaba a declinar el sol. Mientras el Papa ofrecía a la Virgen un cesto con un centenar de impecables rosas blancas, la multitud cantó unas letanías marianas, al final de las cuales Joseph Ratzinger tomó la palabra. “Como un hijo alza sus ojos al rostro de la madre -dijo- y viéndola sonreír olvida sus miedos y sus dolores, también nosotros, dirigiendo nuestras miradas a María, reconocemos en ella ‘la sonrisa de Dios’, el reflejo inmaculado de la luz divina, reencontramos en ella la nueva esperanza en medio de los problemas y dramas del mundo”.

Virgen Inmaculada -continuó el Pontífice más adelante-, en este momento quisiera encomendarte especialmente a los ‘pequeños’ de esta nuestra ciudad: a los niños antes que nada y sobre todo a los gravemente enfermos, a los jóvenes con problemas y a cuantos sufren las consecuencias de difíciles situaciones familiares. Te confío, oh María, a los ancianos solos, a los enfermos, a los emigrantes que encuentran dificultades para ambientarse, a los núcleos familiares que tienen dificultades para que les salgan las cuentas y a las personas que no encuentran empleo o han perdido un trabajo indispensable para seguir adelante. Enséñanos, María, a ser solidarios con los que atraviesan dificultades, a colmar las siempre mayores desigualdades sociales; ayúdanos a cultivar un más vivo sentir del bien común, del respeto a lo que es público, espoléanos a sentir la ciudad -y más que ninguna otra a nuestra Ciudad de Roma- como patrimonio de todos, y a hacer cada uno, con conciencia y compromiso, nuestra parte para construir una sociedad justa y solidaria”, concluyó.

Estas palabras fueron escuchadas en medio de un elocuente silencio, dichas además en presencia del alcalde de la capital italiana, Gianni Alemanno. Cuando el Papa se disponía a regresar al Vaticano, intervino la Coral Polifónica de Caldas de Reis, que interpretó una vibrante Salve Marinera.

Toda la semana anterior a la fiesta de la Inmaculada estuvo centrada en la anunciada posición de la Santa Sede sobre una propuesta del presidente Sarkozy -en nombre de la Unión Europea, de la que Francia ocupa la presidencia durante el segundo semestre de 2008- a la ONU para que apoye la despenalización de la homosexualidad en todo el mundo, con ocasión del 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, y declare el aborto como uno de esos derechos.

Ha sido el observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, el arzobispo Celestino Migliore, quien expuso el 1 de diciembre, en unas declaraciones a Antoine-Marie Izoard, de la agencia francesa de noticias I.Media, el pensamiento de la Santa Sede sobre estas dos cuestiones. Como sucede con dolorosa frecuencia, los medios informativos internacionales han dado una versión incompleta y sesgada de sus palabras y han provocado las indignadas -y a veces soeces- reacciones de muchos sectores de opinión laicista. Creemos, por eso, necesario recoger las partes esenciales de esas declaraciones.

Es triste e indignante -afirma Migliore sobre la propuesta de considerar el aborto un derecho humano-, porque esta iniciativa va a favor de un desmantelamiento del sistema de derechos humanos, en cuanto nos lleva a reorganizar su enunciación y la protección no de unos derechos, sino de unas opciones personales. Representa la introducción de principio homo homini lupus (‘el hombre es un lobo para el hombre’). Ésta es la barbarie moderna que desde dentro nos lleva a desmantelar nuestra sociedad. Existen contratendencias motivadas, convencidas y determinadas que tenemos que sostener y alentar”.

Éste es, igualmente, su comentario a la antes citada intención de la presidencia francesa de pedir la despenalización de la homosexualidad en todos los países. “Todo lo que va en favor del respeto y de la tutela de las personas -declaró el arzobispo- forma parte de nuestro patrimonio humano y espiritual. El Catecismo de la Iglesia Católica dice, y no desde hoy, que frente a las personas homosexuales hay que evitar todo estigma de injusta discriminación. Pero la cuestión es otra. Con una declaración de valor político, suscrita por un grupo de países, se pide a los estados y a los mecanismos internacionales de ejecución y control de los derechos humanos que añadan nuevos sectores protegidos de la discriminación, sin tener en cuenta que, si se llegan a adoptar, crearán nuevas e implacables discriminaciones. Por ejemplo, los estados que no reconozcan la unión entre personas del mismo sexo como un ‘matrimonio’ serán puestos en la picota y serán objeto de presiones”.

El director de la Sala de Prensa se sintió también obligado a desmentir algunas interpretaciones abusivas de esta posición de la Santa Sede. “Es obvio -dijo el padre Federico Lombardi– que nadie quiere defender la pena de muerte ni ninguna otra norma coercitiva para los homosexuales, como algunos han querido hacer creer”.

Poco apoyo político

El P. Lombardi añadió que “la Santa Sede no estaba sola o aislada en esta cuestión”, ya que la propuesta francesa ha sido suscrita por menos de cincuenta países entre los casi doscientos que componen en este momento el sistema de la ONU (es una manipulación identificar a la Santa Sede con países como Irán, Arabia Saudita, Sudán, Yemen o Mauritania, donde se ejecuta a los homosexuales). 

El director de L‘Osservatore Romano, por su parte, defendía las declaraciones de monseñor Migliore. “Ha querido subrayar -afirmaba Gian Maria Vian al Corriere della Sera– que hay organismos que trabajan ideológicamente para transformar opciones personales en nuevos derechos. La defensa de la persona no debe ser la base o el pretexto para ampliar o promover las uniones homosexuales o para poner en dificultad y bajo presión a los estados que no reconocen las uniones entre personas del mismo sexo como matrimonio”. Todas estas explicaciones no impidieron que un millar de personas -entre ellas, el líder radical italiano Marco Pannella o la ex-diputada transexual Wladimir Luxuria– se manifestaran delante de la Plaza de San Pedro con sogas de ahorcados al cuello…

“GRAN TRISTEZA” EN ROMA POR LA MUERTE DE ALEXIS II

La repentina -pero no inesperada- muerte del Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, el viernes 5 de diciembre, ha causado en el Vaticano sorpresa y dolor. En la misma mañana en que se produjo el fatal desenlace, Benedicto XVI mandó al Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rusa un mensaje en el que expresaba su “cercanía espiritual en este momento de gran tristeza”.

En otro pasaje se decía: “Recordando el común compromiso en el camino de la recíproca comprensión y colaboración entre ortodoxos y católicos, me es grato recordar los esfuerzos que el difunto Patriarca ha multiplicado para el renacimiento de la Iglesia después de la dura opresión ideológica que ha causado el martirio de tantos testigos de la fe cristiana. Recuerdo también su buena batalla en defensa de los valores humanos y evangélicos que le condujo al continente europeo, deseando que su compromiso produzca frutos de paz y de auténtico progreso humano, social y espiritual”. 

En los funerales de Alexis II, que tuvieron lugar en Moscú el martes 9 de diciembre, estaba presente una delegación de la Santa Sede compuesta por el cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y el cardenal Roger Etchegaray, presidente emérito del Pontificio Consejo ‘Justicia y Paz’, que mantenía desde hace años una relación de personal amistad con el Patriarca de Moscú, al que había visitado en más de una ocasión, siendo portador de especiales mensajes del Papa.

En Roma, lógicamente se va a seguir ahora con un interés muy especial el largo proceso que llevará a la elección del sucesor de Alexis II. Los posibles candidatos, según diversos observadores, son varios; entre ellos destacan dos: el metropolita Kiril de Smolensk y Kaliningrado, director del Departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado, y el metropolita Kliment de Kaluga y Borovsk, que actualmente se ocupa de la administración de las finanzas patriarcales. También han saltado a la palestra otros nombres, como Filarete, Metropolita de Minsk, demasiado anciano, o Teófanes de Stavropol.

De momento, el metropolita Kiril ha sido elegido por los sinodales “lugarteniente” del Patriarcado, es decir, responsable interino de la Iglesia Ortodoxa Rusa y encargado de organizar el proceso electoral, que ocupará unos seis meses. Una responsabilidad que le da una cierta ventaja, pero es sabido que tendrá en su contra a un sector no desdeñable del Sínodo que le considera demasiado pro-occidental y cercano a los católicos (fue, en efecto, recibido por Benedicto XVI). Tampoco puede olvidarse que el Kremlin ejercerá las presiones que estime necesarias para que sea elegida una persona no beligerante con el sistema. Vladimir Putin, al que le ligaba una sólida relación con el fallecido, buscará por todos los medios que se consolide la buena relación entre el Estado y la Iglesia rusa.

La Santa Sede se abstendrá de manifestar su preferencia por uno u otro candidato e insistirá en que su única aspiración es que se consoliden las buenas relaciones que desde la muerte de Juan Pablo II se han instalado entre Roma y Moscú y que con el nuevo Patriarca podrían desembocar en una aún más estrecha colaboración sin susceptibilidades ni miedos recíprocos.

En el nº 2.640 de Vida Nueva.

Compartir