Futuro en pequeñas dosis para Sierra Leona

El hospital de Lunsar funciona hermanado con un centro catalán

Hospital-Lunsar(Glòria Carrizosa) Llevo siempre en el corazón al pueblo de Lunsar y Mabesseneh. Por motivos de salud tuve que dejar definitivamente Sierra Leona en 2002, pero no hay un solo día que no piense en ellos”. El misionero Fernando Aguiló (Mallorca, 1950) ha seguido implicado, de distinta forma, pero siempre con el mismo objetivo: ayudar al pueblo de Sierra Leona. Ahora encabeza un proyecto de cooperación entre el hospital de San Juan de Dios de Esplugues de Llobregat (Barcelona) –donde reside– y el Saint John of God de Lunsar, en el área de pediatría; cuenta, además, con la colaboración del hospital de Althaia en Manresa para el material de quirófano, y con Farma Mundi, que impulsa un programa de atención a la mujer gestante.

Los proyectos solidarios del San Juan de Dios en África se dieron a conocer a principios de este año a través de una exposición en el Palacio Robert de Barcelona. Allí, entre otras actividades, un audiovisual mostraba la labor constante de los voluntarios en Sierra Leona. Y es que para el proyecto en Mabesseneh (pequeña población a unos 2 kilómetros de la ciudad de Lunsar) ha sido vital, durante los últimos tres años, el apoyo de más de cien profesionales del hospital barcelonés, entre pediatras, enfermeras y especialistas en farmacia, logística, telecomunicaciones o gestión financiera. Carmen Domínguez, enfermera de la UCI pediátrica del San Juan de Dios, ha estado cuatro años consecutivos, durante tres meses, en el hospital. “Este hermanamiento es una oportunidad increíble, te enriquece tanto…”, afirma Carmen, aunque reconoce que hay momentos en que la rabia y la tristeza la invaden: “Piensas: ‘Este niño en España se salvaría’. Tienen muy pocos recursos, la malaria hace estragos; de todas formas, allí hay una mayor aceptación de la muerte, los padres ni siquiera establecen tantos vínculos con sus hijos porque saben que su vida es muy frágil”. El hospital San Juan de Dios lleva a cabo el programa ‘Apadrina el tratamiento de un niño’, cuyo objetivo es que ningún pequeño deje de ser tratado por falta de recursos económicos.

Médicos nativos

Además de este hermanamiento, la orden hospitalaria gestiona otros proyectos en África. En concreto, el centro de salud mental de San Juan de Dios en Sant Boi destina recursos a Senegal para atender a personas con enfermedades mentales. En el Continente Negro, estos trastornos son poco conocidos y poco tratados; en 2008, había solamente tres psiquiatras en todo el país que se dedicaban a estos enfermos. El reto es doble: conseguirles medicación y que los profesionales se formen y se queden en sus países de origen.

Hospital-Lunsar-2Fernando Aguiló entró en la orden de San Juan de Dios a los 19 años, estudió Medicina con la idea de marcharse al continente africano y el 31 de diciembre de 1982 llegó a Sierra Leona, uno de los países más pobres del mundo. Su especialidad era la obstetricia, pero allí se dio cuenta de que la realidad superaba sus expectativas y tuvo que aprender sobre la marcha a hacer de todo, convirtiéndose en un cirujano general.

Aguiló tiene un cariñoso recuerdo para el hermano Ricardo Botifoll, médico neumólogo de Barcelona, que fue el alma del hospital de Lunsar desde que llegó con los primeros misioneros a Sierra Leona, en 1967. “Durante muchos años fuimos los únicos médicos del centro”, recuerda Aguiló. El hospital, que empezó con 30 camas, llegó a tener 180 en diversas secciones. Siempre que los misioneros regresaban a España buscaban proyectos de financiación para poder ayudar al hospital, un lugar “donde viví situaciones de agobio por la precariedad del diagnóstico, por no disponer de medicamentos. Pero a pesar de la angustia por no poder llegar a todo, ves, desde tu propia pequeñez, el gran bien que estás haciendo, y piensas que sin la intervención divina no hubieras conseguido esos frutos”, explica este consagrado, que ha vivido una sangrienta guerra en Sierra Leona, que fue secuestrado por los rebeldes de Freetown en 1998 y cuya peor pesadilla ha sido una enfermedad tropical: atendiendo a uno de sus pacientes, se contagió de un virus poco conocido que le ha afectado el sistema neurológico y, en su caso, la motricidad. Todavía puede dar algunos pasos con muletas, pero sabe que terminará en una silla de ruedas. “Ha sido lo más difícil de aceptar en mi vida, porque yo me sentía muy útil en Sierra Leona, pero un día decidí seguir a Dios con todas sus consecuencias”, explica con entereza el hermano Aguiló.

Hospital-Lunsar-3Su experiencia durante tantos años en el hospital de Lunsar ha sido de gran ayuda, liderando el hermanamiento de ambos hospitales, el de Esplugues y el africano. El proyecto tomó forma en 2005, con el objetivo principal de formar a personal nativo local gracias a un apoyo técnico (Internet y sistemas de telemedicina) y económico desde aquí, pero con la intención de que ellos pudieran llegar a hacerse cargo del área de pediatría.

A día de hoy, se mantienen dos médicos pediatras y una enfermera de Barcelona en temporadas que duran un año (optan por las estancias más largas ya que son mucho más fructíferas que las cortas), pues en Sierra Leona sólo hay siete médicos por cada 100.000 personas. También se ha implantado una Escuela de Enfermería, ya que hay una gran carencia de este personal sanitario.

Objetivo: niños y jóvenes

Hospital-Lunsar-4En la sociedad africana prima la supervivencia, los pocos recursos que hay se dedican al cabeza de familia, y los niños son los grandes olvidados. Tres datos: el 28% de los nacidos no llega a cumplir los cinco años; el 43% de la población es menor de 14 años (tan sólo el 3,5% es mayor de 65 años); y un sierraleonés que llegue en patera a España tiene una esperanza de vida de 42 años. “Son personas en situación límite que tienen suficiente energía para ellos y para ayudar a todo un colectivo, por eso se juegan la vida”, razona Aguiló. Durante el año 2008, el hospital Saint John of God atendió a más de 11.000 niños, la mayoría, de menos de dos años. Las principales causas de ingreso fueron anemia severa, infecciones respiratorias graves y la malaria, una de las principales causas de mortalidad. Es motivo de esperanza el trabajo del doctor español Pedro Alonso, que sigue ensayando la vacuna de la malaria en Mozambique, aunque todavía no se ha conseguido un fármaco de máxima eficacia para que se pueda comercializar.

“No podemos mirar hacia otro lado ante los problemas graves de nuestro mundo. Los avances tecnológicos son supersónicos y, al mismo tiempo, hay personas que se mueren de hambre. Tenemos la posibilidad de hacer muchas cosas bien en África si sabemos sumar esfuerzos”. Con estas palabras, Fernando Aguiló se dirigió al público al recibir el premio Josep Parera 2009 de la Obra Social de Caixa Penedès, el pasado 27 de noviembre, en reconocimiento a su labor para mejorar las condiciones sociales y sanitarias de la población de Sierra Leona. Aguiló agradeció la dotación económica del premio, de 50.000 euros, que destinará a una nueva instalación de placas solares en el hospital de Mabesseneh, que, conjuntamente con los generadores de los que disponen, permitirán disponer de electricidad las 24 horas del día para todo el centro, un paso muy importante en la mejora de la asistencia médica. En el Primer Mundo sería impensable “un hospital sin luz”; desgraciadamente, es una realidad en África, donde la inmensa mayoría de los hospitales rurales carecen de energía eléctrica.

 

“Nos unió la Biblia”

Hospital-Lunsar-5“Los rebeldes primero venían al hospital a curar a sus enfermos”, empieza a contar Fernando Aguiló cuando recuerda cómo fue su secuestro, en 1998. “Ocurrió a raíz de una derrota de la Junta Militar de Freetown, después de la cual pensaron que el personal extranjero podía ser una moneda de cambio a nivel internacional. Muchas veces nos habían amenazado. Mientras intentábamos proteger a nuestros pacientes, nos dijeron que nos querían a nosotros, y nos quedamos de piedra. Antes de irnos, cogimos una Biblia en inglés –apunta el misionero–. Nos fue de gran ayuda, porque durante todos los días que duró el secuestro la fuimos leyendo, e incluso los secuestradores se unieron a nuestra lectura”. El relato continúa con algunas de las vivencias más duras: “Pensamos que íbamos a morir… Nos sentaron en una cajas con munición, y si un avión llega a bombardearnos, estallamos en mil pedazos. De todas formas, pienso que la Biblia nos unió con los secuestradores. Al final del cautiverio nos salvaron la vida, nos llevaron al pueblo, nos dieron sus mantas, nos protegieron”.

En el nº 2.695 de Vida Nueva.

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