Una ingente “marea blanca” en Roma

(Juan Rubio)

Una inmensa mancha blanca, el color de las albas litúrgicas, se extendía en la mañana del pasado viernes, 11 de junio, por la Plaza de San Pedro, en el Vaticano. Más de quince mil sacerdotes, procedentes de todos los continentes, concelebraban con Benedicto XVI la eucaristía de clausura del Año Sacerdotal y renovaban sus promesas sacerdotales con emoción. Se adivinaba en sus rostros no sólo el apoyo al Papa en estos momentos difíciles, sino también el orgullo del crisma en las manos. Todo un símbolo. Puede más lo positivo en el ministerio que lo negativo. El blanco, más fuerte que el negro. Palabras de perdón por quienes han traicionado la confianza y palabras de compromiso y renovación de cara al futuro. El sacerdocio en la Iglesia es un don y una tarea llena de gozo. Estas palabras fueron el denominador común de estos días sacerdotales en Roma, una ciudad tomada literalmente por los sacerdotes, orgullosos de su ministerio.

Tres días intensos con los que se clausuraba el Año Sacerdotal convocado por el Papa, aceptando la propuesta realizada en su día por el prefecto de la Congregación del Clero, Cláudio Hummes, cardenal franciscano brasileño quien, al parecer, se retira, no sólo por llegarle la edad reglamentaria, sino también por no compartir ciertas formas de la Curia vaticana. Eso sí: lo hará con esa suave sonrisa que lo caracteriza. Hay quien se pregunta si no será llamado para suceder al Papa en el próximo cónclave. Su perfil lo hizo papable en su momento y, quizás, sea el momento de recuperar ese estilo de cara al futuro. Un balance positivo el de estas jornadas, como queda reflejado en la crónica de nuestro corresponsal Antonio Pelayo. Conferencias, vigilia de oración, eucaristía. Al Papa se le veía emocionado. En las pantallas se pudo ver una lágrima asomar de sus ojos cuando contempló la plaza durante la vigilia de la noche anterior. Ni durante los días del Concilio, ni durante el Jubileo de 2000 se habían visto tantos sacerdotes juntos en Roma, concelebrando la Eucaristía.

Atuendos clericales para todos los gustos, especialmente en los más jóvenes. Se habla ya incluso de “pasarela”: sotanas impolutas, roquetes con puntillas, fajines de colores, borlas almidonadas, clerygman con vaqueros, incluso alguna teja que otra. Una auténtica clorofilia clerical. Muchos italianos, americanos y alemanes. Españoles, menos de lo que se esperaba. La Conferencia Episcopal había indicado que cada diócesis se organizara por su cuenta. En Añastro siguen buscando sacerdote responsable de la Comisión del Clero. Se lo van proponiendo a algunos, pero no aceptan ellos, o sus obispos. Más de la mitad del Episcopado español estuvo presente en Roma. Algunas diócesis, como las extremeñas, más organizadas. Otras, más a su aire, pero no quedó diócesis sin representación. Pocos obispos gallegos y catalanes, quizás porque esperan al encuentro con el Papa en otoño. Discreta presencia de sacerdotes de los llamados nuevos movimientos en lugares destacados y organizativos, aunque sí había una presencia significativa. No pasó desapercibida la poca alusión a los sacerdotes religiosos. Buen clima. El resto se mantuvo al pie del cañón, atendiendo a sus comunidades y sustituyendo a sus compañeros.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.712 de Vida Nueva.

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