Dios en autobús

(+ Amadeo Rodríguez Magro– Obispo de Plasencia)

“A pesar de esa presencia tuya en sus vidas, esa generación de indiferentes y agnósticos de Europa, que lo tuvieron todo para conocerte y lo malograron, hace alarde de su fracaso humano, que lamento; y ahora pretenden lo imposible: que no estés entre nosotros como Padre en el viaje de nuestra vida”

Bienvenido, Señor, al mundo de los pasajeros. Me gusta verte cogiendo el autobús -quizás en hora punta-, aunque no esté de acuerdo con el modo con que algunos te suben a él; pues tú siempre viajas acompañando. ¡Qué bien te montaba en el autobús el Padre Rubio! Se dice que vivía con tanta intensidad la unión con Jesucristo que, en una ocasión, le pidió al conductor del autobús dos billetes. El conductor, al darse cuenta de que viajaba solo, le dijo: “Padre, ¿para quién es el otro?” A lo que el Padre Rubio respondió: “Para Jesús, que siempre me acompaña”. 

También me gusta verte con los que pretenden bajarte del autobús de sus vidas; esos que ahora te han montado en un anuncio, que desde luego rechazo, porque es provocador, pretende ofender y utiliza tu nombre en vano. Es ése que dice: “Probablemente Dios no existe”. No obstante, insisto en que me gusta que te subas al autobús también con ellos; porque el “probablemente” de su mensaje es la afirmación de lo que aún les queda de Ti en algún rincón inquieto de su alma, del que no te pueden expulsar porque ese rincón te pertenece. A pesar de esa presencia tuya en sus vidas, esa generación de indiferentes y agnósticos de Europa, que lo tuvieron todo para conocerte y lo malograron, hace alarde de su fracaso humano, que lamento; y ahora pretenden lo imposible: que no estés entre nosotros como Padre en el viaje de nuestra vida. 

Me gusta, por supuesto, que te hayas subido al autobús con los que afirman: “Dios existe”. Pero no te oculto que no me parece la réplica polémica el modo más cómodo para viajar. Pues bien, ya que sé que viajas en autobús, me gustaría que te subieses siempre, a cualquier hora de su tiempo y de sus tareas, con los que te confiesan y te proponen con sus vidas y sus palabras.

En el nº 2.645 de Vida Nueva.

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