El “cristo” de Saramago

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Saramago, como Eça de Queiroz, Castelo Branco, Pessoa, Torga o José Luis Peixoto, tenía en su rostro y en sus obras todo el mapa portugués: la saudade, la escasa autoestima, cierto optimismo agazapado, quieta sonrisa y esa mirada amplia que da el mar. Todos ellos, como buenos ibéricos, abordan lo religioso, unas veces como inquietud y otras como ajuste de cuentas. Saramago también dedicó una de sus novelas a Jesús desde su confesa increencia. Como a tantos otros, el esfuerzo le costó el desdén y hasta la ofensa en el periódico vaticano, que podía haber esperado a que sus cenizas se desparramaran por los campos lusitanos. Algún día habría que estudiar la creciente falta de caridad en ciertos sectores de la Iglesia. Un texto de Unamuno me aquietó el ánimo: “El cristo español está siempre en su papel trágico. Jamás baja de la cruz, donde cadavérico, extiende sus brazos y alarga sus piernas cubiertas de sangre. El cristo portugués anda por costas, prados y montañas, jugando con la gente del pueblo, se ríe con ellos, merienda y de vez en cuando, para llenar su papel, se cuelga un rato en la cruz”. Era el cristo de Saramago.  ¡Dejad que la novela se acerque a Jesús!

Publicado en el nº 2.713 de Vida Nueva (del 26 de junio al 2 de julio de 2010).

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