“El dinero tiene más derechos que las personas”

La CEE consulta a expertos para reflexionar sobre las raíces morales de la crisis económica

(Marina de Miguel) La crisis actual no sólo debe ser vista como un mero hecho económico, sino como una cuestión que preocupa social y moralmente”. Así explica Fernando Fuentes, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, el motivo por el que ese departamento y el Instituto Social León XIII (Fundación Pablo VI) reunieron a expertos de distintas disciplinas (banqueros, empresarios, sociólogos, teólogos, periodistas…) para aproximarse a esta problemática y establecer criterios de juicio y orientaciones.

Con el título de Crisis económica y responsabilidad social y moral, la jornada -que materializaba una de las peticiones emanadas de la última Plenaria de la CEE- se celebró el 12 de diciembre en la sede de la Fundación y estuvo estructurada en tres mesas de comunicaciones sobre aspectos centrales, como la crisis financiera, las víctimas y el papel de los ciudadanos, y las instituciones y empresas en su gestión y resolución. 

Es preciso que la gente sepa y tenga en cuenta que se necesita una reflexión ética sobre la crisis. Que su solución no está sólo en propuestas económicas, sino también en el ámbito ético y, por tanto, antropológico y de respeto”, señala a Vida Nueva Ángel Galindo, catedrático de UPSA y moderador de una de las mesas. Por eso, propone criterios éticos de actuación ante ella; por ejemplo, analizar las prácticas especulativas que buscan una rentabilidad máxima a corto plazo, revisar los sistemas de remuneración y gratificación de los directivos de entidades financieras, y aplicar los medios necesarios para una mayor trazabilidad, organización y distribución del dinero. Igualmente, cree conveniente desarrollar un recurso más racional del crédito y reorientar el mercado financiero por medio de inversiones socialmente responsables.

Juan Souto Coelho, profesor del Instituto Social León XIII, invita a superar el enfoque de perdedores y ganadores para hablar de “víctimas que tienen rostro, cuerpos sufrientes y necesidad de cuidados, alimentos, ropas, etc.”. Así recuerda que, junto a quienes perdieron sus ahorros o las empresas que cerraron como consecuencia directa, están las familias de quienes se han quedado sin trabajo o los inmigrantes que han visto mermadas sus posibilidades de encontrar un futuro mejor. En definitiva, personas que, a corto o medio plazo, se han visto terriblemente afectadas.

Coelho, que moderó otra mesa, introduce una perspectiva diferente, las víctimas institucionales: “Los organismos internacionales que han sufrido una pérdida de credibilidad al dejarse mercantilizar por el propio ritmo de las finanzas”. Un descrédito que corrobora, a su juicio, cómo la situación actual es el resultado de la “conjunción de unas irresponsabilidades, de unas perversiones que se han introducido en el mundo de las finanzas y en el de la economía con el propósito de querer hacerse rico a corto plazo, de lo que se deriva una responsabilidad moral y social directa”. “Lo que está en juego es una crisis moral, radical -añade-. Se ha desplazado a la persona del centro de la vida y, en su lugar, se han puesto los intereses económicos, por lo que el dinero tiene más derechos que las personas”.

RAZONES CULTURALES Y FUNDAMENTALES

Junto a causas de tipo técnico, Mª Teresa Compte Grau, de la Fundación Pablo VI, encargada de moderar la tercera mesa de expertos, se interroga, a preguntas de Vida Nueva, por la existencia de razones culturales y, por lo tanto, morales, que puedan ayudar a explicar la recesión y encontrar soluciones. “En la génesis y posterior desarrollo de esta profunda crisis juegan factores de tipo educativo que inciden en la productividad económica, en la calidad del trabajo y en la formación de los trabajadores”, dice, indicando que, combinados con una profunda transformación social de la identidad familiar, tienen consecuencias económicas. “La opulencia, la incapacidad ciudadana de distinguir entre lo posible y lo imposible, la nula conciencia de escasez de los recursos monetarios y crediticios, y la idea falaz de que el crecimiento económico iba a ser ilimitado, ¿no tendrán algo que ver con la crisis?”. Entendiendo que sí, se hace eco de lo apuntado por Juan Pablo II en Centesimus Annus, para indicar que quizás ha llegado la hora de “pensar más allá de los estrechos márgenes en los que nos permiten movernos los sistemas económicos clásicos”.

No se trata tanto de refundar el mercado -¡que bien fundado y refundado está ya!- cuanto de reconocer, fomentar y garantizar en el terreno económico tanto la libre iniciativa como la responsabilidad de la sociedad como principal agente económico”, concluye.

En el nº 2.640 de Vida Nueva.

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