San Sebastián, una Iglesia que espera en la comunión

Munilla-y-seminaristas(Tomás Muro Ugalde– Profesor en el Seminario de San Sebastián y en el Instituto de Ciencias Religiosas. Delegado Diocesano de Ecumenismo) El pasado día 12 de noviembre, se hizo público el nombramiento de José Ignacio Munilla como nuevo obispo de San Sebastián. En primer lugar, y ante todo, respeto y acogida. Toda persona lo merece. La sucesión episcopal es ya significativa en sí misma. Cambiar de obispo no es lo mismo que cambiar una pieza en un coche. Las personas somos diferentes, y los obispos también. Es evidente que, quien nos ha sido asignado, es distinto en contenidos, actitudes, comportamientos teológico-pastorales, matices, sensibilidades, a nuestros obispos recientes. Mi gratitud y reconocimiento hacia muestros obispos  José María Setién, Juan María Uriarte y Jacinto Argaya, que fue quien me ordenó presbítero. No hay motivo para renunciar a sus líneas pastorales. Es evidente que todo no ha sido perfecto, pero han bregado mucho y nos han legado sacerdotes venerables, religiosos, religiosas, laicos. En nuestra diócesis, como en todas, se ha trabajado, se ha evangelizado, se ha creído mucho y bien.

De todos modos, un obispo no es una Iglesia, ni es toda la Iglesia local. Sin embargo, no es menos cierto que un ­obispo es un elemento importante en una Iglesia, puesto que tiene la enorme responsabilidad de ser pastor, buen pastor, vínculo de unidad y de cohesión. Y esto se logra por la comunión, incluso con una comunión crítica. Discrepar no significa deslealtad; ni obediencia, servilismo. La amalgama de las diversas líneas, criterios, etc., se construye por la comunión eclesial, que no es puro sometimiento siempre y en todo, sino una comunión que significa pluralismo, escucha, respeto y tolerancia. Las sensibilidades eclesiales son distintas, según nos enseñó el Concilio Vaticano II. Muchos de nosotros hemos crecido y madurado en la fe, en la teología y en las tareas pastorales en el humus conciliar, aquel pequeño Pentecostés que nos oxigenó y al que no tenemos que renunciar.

Estereotipo

Da la impresión de que se ha hecho un “retrato robot”, un estereotipo de nuestra diócesis: San Sebastián es irredenta desde el punto de vista nacionalista; y desde la teología y la pastoral, consumadamente heterodoxa. Pero, ¿es eso cierto? Quien así piensa y así dice, desconoce profundamente el momento de nuestra Iglesia y funciona con el esquema metodológico tridentino. San Sebastián dice nacionalismo y heterodoxia, luego hay que aplicarle una terapia correctiva. Pero tal “fotomatón” no es cierto. Al menos, eso creo. Los problemas políticos están encauzados por los raíles democráticos, y en los ámbitos teológico-pastorales, nuestra diócesis no es ni más ortodoxa ni más heterodoxa que otros contextos eclesiales, cercanos y lejanos. Nuestra Iglesia de San Sebastián es una Iglesia sencilla, envejecida y pobre. Apenas llegamos a los trescientos sacerdotes, con una media de edad de casi 72 años. Somos una diócesis con una profunda descristianización, un nihilismo que corroe todo el tejido cultural, social, político y eclesiástico. Nuestro problema es el nihilismo, el vacío existencial, el sinsentido, el absurdo.

Decía Karl Rahner que es una “pequeña” barbaridad pensar que la verdad viene exclusivamente por voz de la Jerarquía. En la Iglesia hay creyentes, carismas, escuelas, momentos eclesiales, etc., que también pueden ser una transparencia de la Ultimidad. Santo Tomás de Aquino, teólogo poco sospechoso, decía que la verdad, venga de donde venga, viene del Espíritu Santo.

¿Y los laicos? Nuestra diócesis tiene 700.000 habitantes, de los cuales, la mayor parte, están bautizados, si bien no todos los que han recibido ese sacramento son cristianos, ni creyentes. De todos modos, son miles los laicos cristianos que en estos telares eclesiásticos no tienen nada que tejer ni que decir.

La opción última de un creyente es por el Reino de Dios. Siempre, pero en ciertos momentos más, uno ha de levantar la mirada hacia el ámbito del Reino de Dios, que es infinitamente nuestro horizonte por encima de todas y cada una de sus mediaciones.

Nos ha sido comunicada la noticia de nuestro nuevo obispo prácticamente comenzando el Adviento. Juan Bautista envió a los suyos a preguntarle a Jesús: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? (Mt 11,3). Ciertamente, nuestro nuevo obispo “ya está aquí”, pero a quien espero y en quien confío es en Jesucristo. La opción es por Cristo.

Mis sentimientos hacia el nuevo obispo son de respeto y honradez.

En el nº 2.686 de Vida Nueva.

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