Encuentro entre Zapatero y Rouco: una foto y malestar

(José Lorenzo) No ha andado muy sobrado de talante el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, cuando, con apenas 24 horas de antelación, citó para el día 1 de agosto en el Palacio de la Moncloa, al cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, cinco meses después de que los obispos le hubiesen elegido como presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE).

Ni en el Arzobispado madrileño ni en la sede de la CEE se esperaban ya que Zapatero convocase al presidente de los obispos hasta después de las vacaciones de verano. Sin embargo, el líder socialista, como habían señalado fuentes de la Moncloa a Vida Nueva, “vendió” cara la foto del encuentro con quien, en la anterior legislatura, fue uno de los principales críticos con algunas leyes socialistas, manifestándose incluso por las calles de la capital en contra de las mismas. Y eso, un Zapatero revalidado él mismo por las urnas en el mismo mes de marzo, y que había amenazado con poner a la Iglesia “los puntos sobre las íes”, no lo ha olvidado.

El encuentro entre ambos dirigentes –sin puntos prefijados– sirvió para abordar algunas de las cuestiones que más les preocupan a unos y a otros dada la previsible conflictividad que conllevan. Entre ellas, la anunciada reforma de la Ley de Libertad Religiosa o la reflexión sobre la conveniencia de modificar igualmente la Ley del Aborto, o las propuestas para avanzar hacia una mayor laicidad aprobadas en el reciente Congreso del PSOE. Asimismo, el purpurado gallego comentó con el presidente castellano la designación de Madrid como sede de la próxima Jornada Mundial de la Juventud en 2011, para lo cual es imprescindible la colaboración con las distintas administraciones públicas, entre ellas, la central.
El encuentro discurrió dentro de la cordialidad. Pero en la Casa de la Iglesia no se ocultaba el malestar por la forma en que Zapatero ha ido dilatando el encuentro con Rouco, máxime cuando con su antecesor, el obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, se le recibió a las pocas fechas de su elección, difundiéndose, además, un comunicado conjunto.

No ha sido así en esta ocasión. Tampoco ha habido comparecencia pública. Las relaciones, que se pretenden “normales”, siguen, sin embargo, a baja temperatura, a pesar de que desde la CEE se ha rebajado, en general, el tono de las críticas a un Gobierno que se considera demasiado anclado en el laicismo.
Sería un error que el Ejecutivo socialista se amparase en unas pretendidas relaciones más fluidas con las instancias vaticanas. Allí tampoco son insensibles a los gestos.

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