El síndrome del Gatopardo en la Cope

estudio-cope(Juan Rubio– Director de Vida Nueva) Con un escueto comunicado, Cope ha informado que Federico Jiménez Losantos y César Vidal no seguirán con sus programas a partir de septiembre, al no haber llegado a un acuerdo con la empresa. Cautivo y desarmado… este ejército de dos deja atrás lamentables episodios de vulneración del Ideario, acusaciones injustas, vituperios enervantes y desvaríos suicidas, especialmente fuertes en este último año, durante la propina concedida por una suicida, enigmática y poco comprensible renovación de contrato. Queda atrás este episodio lamentable en la limpia, larga y ejemplar trayectoria de Cope.

Superada la anécdota, aunque con las dificultades financieras que deja esta decisión, ahora hay que mirar al futuro. Se despejan muchas dudas leyendo el libro que el director de La Mañana escribió hace tres años: De la noche a la mañana. El milagro de la COPE. Es interesante ver que quienes lo llamaron, apoyaron y apadrinaron son quienes se han resistido a la evidencia. En Vida Nueva siempre mantuvimos el mismo criterio: reivindicar el cumplimiento del Ideario de Cope sin entrar en otras consideraciones, pese a que eran muchas las voces que nos llegaban pidiendo amparo ante las continuas acusaciones y ofensas recibidas en la Cadena de la Iglesia. Siempre creíamos que se impondría la sensatez. Lo dijimos en el editorial del número 2.607 y en el Pliego que con el título La Cope de todos firmó nuestro colaborador Norberto Alcover, así como la opinión expresada en el número 2.619 ante lo que considerábamos el principio del fin. Es hora de mirar hacia adelante y confiar en que los gestores actuales, o los que pudieran llegar al Consejo de Administración o a las ondas, obedezcan al Ideario.

His rebus dictis (Dichas estas cosas), parafraseando a César, sólo queda ponerse manos a la obra. La cuestión está en quién, cómo y de qué manera se solucionarán estos dos espacios tan singulares, para que aún siendo rentable, sean exponentes de la verdad, la libertad y el bien común, sirviendo a las grandes causas que la Iglesia defiende, con su propia voz, sin perder su capacidad profética, crítica, sin decantarse por línea política alguna, siendo una voz de referencia por la defensa de los valores evangélicos, antes que de los valores mercantiles o personalistas. Es la hora de hacer de esta cadena, no sólo una cuenta de resultados, sino también un instrumento para que se escuche la verdad de Dios y del hombre. Cambiar las voces para dejar los estilos ofensivos no conduce a nada; cambiar las caras para seguir lanzando los mismos mensajes de intimidación y crispación no es un buen camino; cambiar las formas para seguir manteniendo un fondo de enfrentamiento y acusación más que de proposición respetuosa desde la crítica valiente, tampoco es la solución más adecuada. “¿Y ahora qué sucederá?”, preguntan a Fabrizio Corbera en el Gatopardo de Lampedusa. La respuesta es mi preocupación ahora: “¡Bah! Intentos pespunteados de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado”. Es el miedo al gatopardismo a la hora de llenar estos sillones vacíos.

En el nº 2.660 de Vida Nueva.

 

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