Benedicto XVI recibirá a Zapatero en Roma el próximo 10 de junio

El Papa y el presidente abordarán los temas de la agenda española Iglesia-Estado y asuntos europeos

Zapatero y el Papa durante su encuentro en Valencia en 2006

(Antonio Pelayo– Roma) Serán pocas horas pero muy intensas, no necesariamente tensas, dominadas por un espíritu constructivo. Me estoy refiriendo a la ya confirmada pero aún no oficialmente anunciada visita del presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, a la Santa Sede. La fecha es el próximo 10 de junio –como en su día anticipamos en VN (nº 2.707)–, y está previsto que Benedicto XVI reciba a su huésped en su Biblioteca Privada a las 11:00 h. Será un coloquio que podrá durar en torno a media hora y al que –con mucha probabilidad– asistirá en calidad de intérprete (cuando y si fuera necesario) y de “notario” o redactor de actas, monseñor Fernando Chica, responsable de la sección española de la Secretaría de Estado.

Finalizada la conversación, entrará el séquito del presidente (a quien ya se sabe que no le acompañará su esposa Sonsoles), que estará compuesto por un miembro del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación (falta por confirmar si será el propio ministro, Miguel Ángel Moratinos, o la subsecretaria, María Jesús Figa, encargada de las relaciones con la Santa Sede), así como por el embajador de España cerca de la Santa Sede, Francisco Vázquez y Vázquez; el ex secretario de Estado para Asuntos Exteriores y hoy asesor en la Moncloa, Bernardino León, y algún otro consejero presidencial. El protocolo prevé la sesión de fotos oficiales, el intercambio de regalos y un diálogo un poco más distendido.

Una vez despedidos del Papa, el presidente descenderá a la primera loggia, donde será recibido por el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, y el secretario para las Relaciones con los Estados, Dominique Mamberti. Con ellos, acompañados de monseñor Gualtieri, que sigue el dossier español, abordarán algunos de los temas de la agenda Iglesia-Estado y, de modo más concreto y amplio, la reforma de la Ley de Libertad Religiosa con la que el Gobierno socialista piensa poner al día la legislación que regula la presencia y la acción de las diversas confesiones religiosas en España. La Iglesia, como se ha dicho en repetidas ocasiones, no se opone, en principio, a tal revisión, pero no la considera en absoluto necesaria y teme que en el recorrido parlamentario los sectores más radicales del PSOE e Izquierda Unida planteen unas extrapolaciones de carácter laicista que podrían considerarse lesivas para los fieles católicos; para entendernos, preocupa a la Iglesia, por ejemplo, que se abra una discusión sobre la presencia de símbolos religiosos como el crucifijo en lugares públicos.

En esta parte de la visita el tono será menos formal que en la audiencia con el Pontífice y, desde luego, más concreto. La conversación se centrará en los temas españoles, pero no de forma exclusiva, porque la visita tiene lugar como una de las actividades obligadas (que no obligatorias) del presidente rotatorio de la Unión Europea, y es, por lo tanto, muy verosímil que los diplomáticos vaticanos quieran conocer de primera mano la visión española de la actual crisis económico-política en el Viejo Continente. Es probable que también se aborden temas relacionados con América Latina (Cuba y Haití entre otros), una zona en la que la Santa Sede considera importante el influjo español.

Todo este programa de actividades durará hasta finales de la mañana (en torno a las 13:30 h.) y después de pasarse por el Palazzo di Spagna (donde almorzará con algunas personalidades españolas de la Curia), el presidente regresará a Madrid.

Es la primera vez que José Luis Rodríguez Zapatero visita a Benedicto XVI en Roma, pero ambos tuvieron ya ocasión de conocerse en 2006, con ocasión de la Jornada Mundial de la Familia que tuvo lugar en Valencia, donde mantuvieron una breve conversación serena en los tonos, pero bastante neta en la manifestación de las divergencias de todo tipo que separan a ambos personajes.

“Zapatero no debe esperar que le echen en Roma un rapapolvo –nos dice un interlocutor vaticano que conoce bien los comportamientos de una de las diplomacias más experimentadas del mundo–. Ésa no es la función del Papa ni se corresponde con el estilo personal de Joseph Ratzinger. Se le dirán algunas cosas claras y, desde luego, se le escuchará con todo el respeto que merece el presidente de un gobierno democráticamente elegido y de un país cuya inmensa mayoría de habitantes se declaran y son católicos”.

La visita ha sido posible gracias a la tenacidad del embajador Vázquez, que empezó a trabajar en ella antes incluso de que comenzara el semestre de la presidencia española en la UE. Con su habitual estilo persuasivo, desmoronó algunas objeciones que se hacían a la visita y despejó las inquietudes que suscitaba en el Gobierno y el partido socialista (“No estamos de ningún modo dispuestos a repetir las genuflexiones de Canosa”, había dicho uno de los partidarios de la línea dura con Roma).

El político gallego insistió siempre en que la ruptura de una tradición consolidada en la historia de la presidencia europea podía ser interpretada en el Vaticano como un gesto inamistoso. Por otra parte, argumentó que la Santa Sede tiene siempre abiertas sus puertas a quien, incluso públicamente discrepante de sus tomas de posición, demuestre interés en conocer mejor y comprender el papel que la Iglesia católica quiere y puede desempeñar en nuestras sociedades tan plurales en lo social, en lo económico, en lo político y en lo religioso.

El futuro del embajador

Las noticias de esta visita han coincidido con una vuelta a los periódicos del tema de la permanencia o no del embajador Vázquez al frente de nuestra representación diplomática en el Vaticano. Colegas de los más diferentes pelajes se han atribuido fuentes informativas solventes que dan por descontado que será el sucesor de Enrique Múgica cuando éste cese el 30 de junio en su cargo de Defensor del Pueblo.

A todos los que se lo han preguntado personalmente el embajador ha contestado “a la gallega”, ni confirmando ni desmintiendo los rumores, no respondiendo ni sí ni no sino todo lo contrario. Y esto, no porque haya querido, una vez más, dar prueba de su reconocido instinto político, sino porque en este momento no hay tomada a ningún nivel decisión alguna sobre su futuro, que bien puede ser permanecer en la Embajada o regresar a su querida España para desempeñar una alta función política o dedicar su tiempo a su familia y amigos gallegos, que los tiene muy abundantes.

Por otra parte, a nadie se le ocurre imaginar que el embajador abandone su puesto antes de la anunciada visita de Benedicto XVI a Santiago de Compostela y Barcelona (6 y 7 de noviembre) y, por lo tanto, es muy verosímil que, como dicen los castizos, “tome las uvas” al frente de la Embajada romana.

No hay sustituto

El Papa, con el primer ministro de Tonga

No falta quien prolonga su permanencia hasta que concluya la tercera visita del Santo Padre a España, en agosto de 2011, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid. Esta teoría tiene como defensor, entre otros, al cardenal Rouco, que se ha fijado como objetivo prioritario de su acción el éxito de este acontecimiento, y para lograrlo sabe que la cooperación de su “amigo” el embajador puede serle muy útil. Tampoco es un secreto para los más habituados al entorno presidencial que Zapatero –y lo mismo la vicepresidenta Fernández de la Vega– valora muy positivamente la labor de quien le representa en el Vaticano y no tiene, en este momento, ningún candidato que pueda sustituirle.

Al margen de todo esto, la semana ha sido muy rica en noticias relacionadas con la esfera diplomática, y por el Palacio Apostólico han desfilado un número considerable de jefes de Estado y de Gobierno de los más diversos países. Ya dimos en nuestro anterior número información (nº 2.708, p. 38) sobre la audiencia del presidente del Estado Plurinacional de Bolivia (así se llama ahora la república latinoamericana), Evo Morales Ayma.

Fernández Reyna, presidente de la República Dominicana

Tres días después, el jueves 20, llegaba el primer ministro del Reino de Tonga, Feleti Vaka’uta Sevele, quien agradeció la “significativa contribución” de la Iglesia católica en la vida del lejano archipiélago del Pacífico. Al día siguiente fue el turno del presidente de la República Dominicana, Leonel Fernández Reyna, quien subrayó “la gran contribución que ofrece la Iglesia al desarrollo del país, especialmente en el campo educativo y sanitario, donde presta una atención particular a los necesitados”.

El sábado 22, memoria litúrgica de San Cirilo y San Metodio, acudieron al Vaticano, por separado, el primer ministro de la República de Bulgaria, Boïko Borissov, acompañado de varios dignatarios de la Iglesia ortodoxa, y el presidente del Parlamento de la ex República Yugoslava de Macedonia, Trjako Veljanoski, con una nutrida delegación.

Con el presidente de R. D. del Congo

Al primero el Papa le dijo que “los santos Cirilo y Metodio han contribuido significativamente a modelar la humanidad y la fisonomía espiritual del pueblo búlgaro, insertándolo en la común tradición cultural cristiana”, mientras que al segundo le recordó que su predecesor, Juan Pablo II, había declarado co-patronos de Europa a los dos santos hermanos de Tesalónica.

Todavía el lunes 24 tuvo lugar otra audiencia papal, al presidente de la República del Congo, Denis Sassou N’Guesso, que se dispone ahora a celebrar el cincuentenario de su independencia y se subrayó, entre otros problemas a cuya solución dan su colaboración tanto la Iglesia como el Estado, el de los refugiados, que son tan numerosos en esta zona del continente africano.

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OTRO PASO EN EL ACERCAMIENTO A LA IGLESIA ORTODOXA RUSA

Un momento del concierto ofrecido por Kirill I al Papa

Los días 19 y 20 de mayo han tenido lugar en el Vaticano unas Jornadas de la Cultura y de la Espiritualidad Rusas promovidas por Kirill I, patriarca de Moscú y de todas las Rusias, con la colaboración del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y del Pontificio Consejo de la Cultura. El cardenal Walter Kasper y Gianfranco Ravasi, junto con el metropolita Hilarión de Volokolamsk, presidente del Departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado, pusieron de relieve que éste era un paso muy notable en el acercamiento entre las dos Iglesias hermanas.

Benedicto XVI, con el metropolita Hilarión

El jueves 20, la Sala Nervi fue escenario de un suntuoso concierto-culminación de las citadas Jornadas, en el que coros y orquestas rusas interpretaron algunas de las grandes obras de los compositores de los siglos XIX y XX de su país, como Mussorgsky, Rimsky-Korsakov, Rachmaninoff o Tchaikovsky. “Que el momento que vivís –deseaba el mensaje enviado por el patriarca– sea un acontecimiento de gran importancia en la historia de los intercambios culturales entre nuestras Iglesias”. Por su parte, Benedicto XVI, al finalizar el concierto, dirigido por Carlos Ponti Jr. –hijo de Sofia Loren–, dijo: “Como he afirmado en varias ocasiones, la cultura contemporánea y particularmente la europea corren el riego de la amnesia, del olvido y por tanto del abandono del extraordinario patrimonio suscitado e inspirado por la fe cristiana que constituye la columna vertebral esencial de la cultura europea y no sólo europea. Las raíces cristianas de Europa, de hecho, quedan constituidas no sólo por la vida religiosa y el testimonio de tantas generaciones de creyentes, sino también por el inestimable patrimonio cultural y artístico, orgullo y recurso precioso de los pueblos y de los países en los que la fe cristiana, en sus diferentes manifestaciones, ha dialogado con las culturas y el arte, las ha animado e inspirado, favoreciendo y promoviendo como nunca la creatividad del genio humano”.

“¡Volvamos a hacer –dijo el Papa– que Europa respire con sus dos pulmones, volvamos a dar un alma no sólo a los creyentes, sino a todos los pueblos del continente!”.

Comentando las Jornadas y el concierto, el P. Lombardi consideró que “eran algo más que un gesto de cortesía” y que se había dado “un paso significativo en las relaciones entre la Iglesia ortodoxa rusa y la católica, signo prometedor para el futuro”.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.709 de Vida Nueva.

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