Juan Antonio Ojeda: “Pedimos un trato más justo para la enseñanza concertada”

Secretario general de Escuelas Católicas

(Texto: José Lorenzo / Fotos: Luis Medina) Juan Antonio Ojeda Ortiz (Arucas, Las Palmas de Gran Canaria, 1957) es un apasionado de la enseñanza, a la que conoce desde dentro de las aulas (ha sido profesor en todos los ciclos) y desde los despachos de la gestión. Recién desembarcado en la Secretaría General de Escuelas Católicas, en donde sustituye desde diciembre pasado a Manuel de Castro, ahora le corresponde a él, en estrecho contacto con su Junta Directiva, valorar los pasos dados por el Gobierno en la construcción del deseado Pacto social y político por la educación en nuestro país, un acuerdo que aleje el permanente fantasma de la inestabilidad de nuestro sistema educativo.

Valoran y agradecen la iniciativa del ministro Gabilondo, aunque siguen percibiendo “inconvenientes” en el texto definitivo presentado la pasada semana por el Ministerio. Este Hermano de las Escuelas Cristianas (La Salle) lamentaría que se volviese a perder una oportunidad para el consenso. Él apuesta por no mirar atrás y superar los enfrentamientos habidos entre las diferentes instancias educativas. Y, por encima de todo, añora en la enseñanza católica el profetismo de los fundadores.

¿Qué aportan los centros de Escuelas Católicas al sistema educativo de España?

Una propuesta de valores inspirados en el Evangelio con vistas al desarrollo de la persona y a la construcción social en una sociedad democrática y plural. Nuestro proyecto educativo es un lugar de encuentro y de diálogo no sólo con la cultura, sino también con la religión, porque eso forma el tejido de toda sociedad. Desde esta visión, queremos concursar en igualdad de condiciones con la oferta pública para prestar un mejor servicio a la persona y a la sociedad.

Por otra parte, me gustaría que la Escuela Católica pasara de una postura defensiva a otra mucho más creativa y emprendedora para prestar un mejor servicio a todo el entramado social, al igual que hicieron nuestros fundadores adoptando una actitud mucho más profética para atender a realidades de necesidad con la creatividad y el empuje que supieron darle, adelantándose en muchos momentos a los requerimientos, al pensar y al actuar de la sociedad de su tiempo. Junto a este innovar y emprender, hemos de entrar en una línea de mayor colaboración, porque en el campo de la educación no es cuestión de vivir atrincherados, aislados, sino de entrar en un diálogo con la sociedad, con una mayor colaboración con la familias y con los otros centros, con los servicios sociales del entorno, y, por supuesto, con la parroquia y la diócesis, para entrar en un universo de relaciones con la finalidad de atender a realidades cada día más complejas y a situaciones de dificultad emergente, de familias fragmentadas, de personas en riesgo social…

Servicio a la sociedad

¿Y ese servicio que llevan tantos años ofreciendo al mundo de la educación, ¿es socialmente reconocido?


Siempre hay sectores que no lo reconocen suficientemente o lo critican injustamente basándose en tópicos o en experiencias negativas del pasado. La Escuela Católica, en general, ha prestado un buen servicio a la sociedad, lo sigue prestando y lo prestará. De hecho, ha atendido realidades de gran necesidad cuando ni siquiera el Estado se preocupaba de ellas en favor de los pobres, los desheredados y los excluidos, desarrollando una labor profética en todo el mundo, no sólo dignificando a la persona e introduciéndola en el mundo de la educación, sino también preparándola para el empleo y la plena inserción laboral.

Frente a quienes les critican, ustedes se encuentran cada año con que no tienen suficientes plazas para atender la demanda de los padres que quieren escolarizar a sus hijos en sus centros…

Sí, la demanda nos supera, no podemos acoger a todos los que solicitan formar parte de nuestro sistema educativo.

¿Es cierto que una plaza en la escuela concertada le sale al Gobierno más barata que una en la pública?

Sí, es verdad. No están hechos los cálculos de cuánto dinero se trata, pero ahora mismo, la concertada le ahorra al Estado más del 50% del coste escolar o casi dos tercios del coste real. De todas formas, venimos insistiendo en que se haga un documento en el que se reconozca cuál es realmente el coste para que se vea qué cuantía de dinero ahorramos al Estado. Aún no se ha hecho…

Algunos dicen que ustedes promueven una educación elitista y que tiene que ser la escuela pública la que integre a los inmigrantes…

Eso no es verdad, no somos una escuela excluyente ni aislada del entramado social. Todo lo contrario: somos una escuela abierta, accesible, que opta por atender a todos. Muchas veces no podemos acoger a los inmigrantes no porque no queramos, sino por imperativo legal: es decir, la ley, a veces, no lo permite porque los criterios de admisión no se cumplen dado que no están en la zona donde está el centro, o porque la escuela católica tienes unos costes que no los tiene la pública, como el comedor, el transporte escolar… Si fuésemos algo más apoyados económicamente o contásemos con algo más de personal cualificado para atender a toda la población, indudablemente eso facilitaría el acceso a todos. De todas formas, se ha incrementado muchísimo el número de  inmigrantes en nuestras aulas. Y en la atención a los discapacitados contamos casi con una equiparación igual –a veces superior– a la de la escuela pública. Y en todo esto estamos siendo bastante creativos, canalizando subvenciones, ayudas a través de fundaciones, etc., y también muy proactivos, solicitando a la Administración que se nos tenga en cuenta para crear aulas o tener algún profesor de apoyo para atender esta realidad. Necesitaríamos algo más de financiación, porque lo cierto es que no somos una Escuela excluyente. Hay muchos ejemplos de ello. En Tailandia, los Hermanos de las Escuelas Cristianas atienden colegios en donde el 96% de los estudiantes son budistas…

¿Hablamos, pues, de estereotipos a la hora de juzgar el esfuerzo que realiza Escuelas Católicas con los colectivos más marginales?

Sí, se han impulsado estereotipos, tópicos e ideas preconcebidas que no tienen demasiada fundamentación.

¿Qué tiene la educación en nuestro país que hace que cada Gobierno traiga bajo el brazo su propia Ley para regularla?

Lo que nos pasa es que no hemos consensuado unas líneas básicas que permitan tener claro el desenvolvimiento del sistema educativo español. Creo que es necesario pactar un marco que nos permita funcionar y aportar valor al hecho educativo –que en muchas ocasiones se utiliza como arma arrojadiza para defender otras cuestiones–, y no estamos siendo fieles al hecho mismo de establecer una educación de calidad para todos. Sobre todo en la construcción social, la educación es una pieza importante que tiene que estar arropada no sólo por los conceptos, sino con los medios y la financiación adecuada. Y vamos viendo a lo largo de la historia que cualquier recorte presupuestario va siempre a costa de la educación, cuando debería ser un terreno intocable.

Pacto educativo

¿Existe en el ámbito civil la tentación de confundir educación con adoctrinamiento?

Sí. A veces, sobre la educación se han cargado ideológicamente las tintas, y, en mi opinión, creo que todo proceso educativo es una propuesta vertebrada en torno a una serie de  valores que se proponen a modo de concurso en la construcción del andamiaje social, y todo eso es lo que va fundamentando una sociedad plural y comprometida.

Llega un nuevo ministro de Educación y ofrece un Pacto de Estado en la materia. ¿Es lo más sensato que le podía pasar a la enseñanza en España?

A mi modo de ver, sí. Creo que tarde o temprano tendremos que pactar y ponernos de acuerdo en el modelo educativo, en las materias instrumentales básicas, en la metodología, en cómo flexibilizar el sistema educativo, en cómo posibilitar el aprendizaje autónomo y colaborativo de los alumnos, que aunque suponga un desembolso, hay que facilitárselo y apoyarlo… Hay que aportar a la población una enseñanza de calidad que evite la exclusión, el fracaso y el abandono, y que posibilite el que cada persona adquiera los conocimientos básicos para llevar una vida digna, justa y solidaria en la sociedad.

¿Qué les parece la propuesta del Ministerio en sí?

En líneas generales, vemos positivo el hecho del Pacto, y así lo hemos expresado en cada momento, por la actitud de diálogo, de apertura y de escucha a los planteamientos. A medida que se han ido produciendo las concreciones [esta entrevista fue realizada antes de que el Ministerio, el pasado día 22, hiciese público su texto definitivo], vemos que seguimos estando un tanto discriminados con respecto a la red pública. No es que se trate de una competición entre una y otra, sino de que ambas tengan una calidad y presten un servicio justo, responsable y adecuado a la sociedad. Pero, para ello, necesitamos jugar con las mismas cartas, contar con los mismos recursos y apoyos formativos. Pero, de alguna u otra forma, esto no se termina de contemplar suficientemente: se habla de potenciar la enseñanza pública, en lo que estoy de acuerdo, pero también habría que cuidar la privada y la concertada para que igualmente saquen adelante su proyecto y cumplan el servicio que la sociedad les demanda.

¿Qué pedirían ustedes para poder dar sus bendiciones al Pacto?

Un trato más justo a la enseñanza concertada. Estamos dispuestos a luchar por nuestros derechos y a cumplir con nuestros deberes, y a rendir cuentas en función de la responsabilidad y de la confianza que se nos otorgue, pero pediría un trato igualitario, para lo que es necesario ir avanzando en el coste real del puesto escolar, que se nos permita acceder a la formación del profesorado y se subvencione adecuadamente, y que se cuente con la enseñanza privada concertada en los proyectos de desarrollo de implementación de las TIC, del bilingüismo, de la atención a la diversidad…, con recursos, personas y financiación adecuada, y que no se nos excluya… También vemos positiva la autonomía que se concede a los centros y que éstos puedan contar con un proyecto educativo vertebrado en unos valores, emanados del carácter propio de los colegios. Eso es positivo, y, en esa misma línea, contemplar que esos valores tengan en cuenta la dimensión cristiana y la propuesta de evangelización que se hace desde los mismos centros, que en ningún momento es impositiva, sino que es de propuesta, de diálogo y de encuentro.

Superar tópicos

¿Ven factible que se llegue a un acuerdo capaz de conciliar los intereses de todos?

Todos tenemos que hacer un esfuerzo para que así sea. Si no lo conseguimos ahora, nos volveremos a encontrar en esta encrucijada en los próximo años. Con vistas a unirnos, creo que tenemos que superar tópicos preconcebidos y distorsiones del pasado, y ponernos de acuerdo en cómo educar. No es bueno para el sistema educativo español contar sólo con una red que ofrezca un único sistema. Sería uniformar mucho a la población, y vivimos en una sociedad plural y diversa,  diversidad que, lejos de ser una dificultad, es una riqueza para el país y para la plena realización de la persona y de la construcción social.

La CEE ha hecho saber que le gustaría formar parte de este Pacto, pero que el Gobierno no la ha invitado. Luego el ministro se reunió con el obispo responsable de Educación. ¿Cree que la CEE debería ser invitada?

Creo que todos los sectores sociales, en mayor o menor medida, deberían expresar su parecer con respecto a la educación. Con cuantas más opiniones se cuente, va en un mayor servicio a la sociedad. Hay que pulsar a los diferentes sectores y realidades sociales y evitar exclusiones.

Durante la legislatura pasada, y sobre todo a cuenta de su postura ante la asignatura de Educación para la Ciudadanía, la relación de Escuelas Católicas con la CEE se vio deteriorada. Se dijo que sus centros podrían entrar “en contradicción con la moral católica”. ¿Cómo son ahora esas relaciones?

Son buenas y cada día nos esforzamos para que sean mejores. En algún momento ha podido existir alguna incomprensión, pero no es en el fondo, sino en las formas o en el tiempo. Escuelas Católicas siempre ha manifestado una actitud dialogante e independiente y, en esa medida, hemos ido construyendo nuestro propio itinerario, que antes que alejarnos, nos ha permitido encontrarnos y adoptar un papel activo y participativo en la construcción de todo este andamiaje educativo. Yo creo que hay más encuentros que desencuentros, y si hay desencuentros, seguiremos trabajando mano a mano para posibilitar acuerdos. No podemos hacerlo de otra forma, porque  nos sentimos y somos Iglesia, y queremos seguir siéndolo.

Abiertos al diálogo

Aquellos momentos les llevaron también a ser duramente criticados por asociaciones educativas católicas, como la CONCAPA. ¿Han pasado ya página sobre aquello?

Creo que sí. Ahora mismo, con CONCAPA hay muy buenas relaciones, estamos trabajando en líneas de convergencia y con una actitud de mayor diálogo y comprensión para el posicionamiento de unos y otros, ya que luchamos por los mismos intereses y queremos prestar un servicio. No nos podemos quedar encasillados en posicionamientos del pasado, cuando no han sido posicionamientos contrarios y excluyentes, sino que han sido formas de comprender el momento histórico y la posición que se tenía que jugar. Pero somos coincidentes porque nos sigue preocupando la educación en valores y la propuesta que se hace de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que está por imperativo legal, y la ley hay que cumplirla, y lo que nos preocupa y ocupa es que los contenidos respondan al ideario del centro y que no entren en contradicción con el proyecto educativo cristiano, y que sea una propuesta de diálogo y de construcción social, más que de exclusión.

El Gobierno ha destacado recientemente la voluntad de diálogo de Escuelas Católicas para acercar posturas en lo que parecían diferencias insalvables, aun a costa de fuertes cuestionamientos desde la propia Iglesia. ¿Volverían a actuar como lo han hecho?

Siempre estaremos abiertos a la construcción, al diálogo, al encuentro, a mostrar también una cierta independencia con respecto a distintos planteamientos políticos. Esta actitud de diálogo la mantendremos, no creo que la historia se repita porque las circunstancias serán otras, y habrá que ver. Para decir no y posicionarnos en contra de una ley, siempre hay tiempo. Lo importante es dialogar y construir, ver en qué medida podemos tener puntos de vista en común, consensuar líneas de acción, que se pueda respetar la libertad y autonomía y dar aval al proyecto educativo de cada centro . Siempre lucharemos por eso.

En el nº 2.705 de Vida Nueva.

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