Flaminia Giovanelli: “La defensa de la vida y la justicia social deben ir de la mano”

Subsecretaria del Pontificio Consejo Justicia y Paz

(Texto y fotos: Darío Menor) Sólo dos mujeres ocupan la subsecretaría de alguno de los dicasterios de la Santa Sede: sor Enrica Rosanna, “número tres” de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, y Flaminia Giovanelli, su homóloga en el Pontificio Consejo Justicia y Paz desde que fue nombrada en enero. Giovanelli, laica, licenciada en Ciencias Políticas y políglota, es, además, la decana de su dicasterio, donde lleva desde 1974. Pide que cuando se hable de desarrollo humano y justicia social no se deje de lado la ética, la defensa de la vida y la trascendencia. “Son cuestiones que deben ir de la mano”.

¿Fue una sorpresa el nombramiento?

Me lo dijeron antes de que cambiara el presidente y el secretario, con los responsables anteriores. Cuando llegó el nuevo secretario apoyó la decisión. Me ha tocado ayudar en la adaptación a la casa.

Es la única subsecretaria de la Curia, junto con sor Enrica Rosanna. ¿Hablaron después de su nombramiento?

Nos conocíamos de un seminario sobre Doctrina Social de la Iglesia y Vida Consagrada. En cuanto se enteró de mi nombramiento, me llamó para felicitarme. Fue la primera llamada que recibí. Ella es mucho más reivindicativa que yo. Mantuvimos una conversación muy agradable. Me dijo que si necesitaba algún consejo no tenía más que decírselo. También tuve reacciones de otras amigas y conocidas de la Curia.

¿Piensa que habrá más nombramientos así en los próximos años?

Sí. De todas formas, hay que abrir los ojos a la realidad de los países. Veamos Italia. Estudié Ciencias Políticas, hablo varios idiomas y, como dice Benedicto XVI, soy “religiosamente dotada”, pero eso no es suficiente y me especialicé luego en la Universidad Gregoriana. Esto, en Italia, es algo bastante nuevo, se inicia con mi generación. Los estudios de materias teológicas o religiosas eran para los sacerdotes y religiosos. Es algo relativamente nuevo que se haya abierto a las hermanas y a los laicos. El atraso viene también por la falta de formación. La situación está cambiando, cada vez hay más laicas jóvenes formadas.

¿Le resulta frustrante que el máximo cargo que una mujer puede desempeñar en la Curia sea el de subsecretaria?

Es algo que se sabe desde el principio. Nunca fue un problema; toda mi carrera ha transcurrido normalmente. Lo esencial es que te escuchen y tengan en cuenta tus visiones e ideas. No quiero parecer demasiado optimista, pero esta situación se da más en la Iglesia que fuera. La formación antropológica de los sacerdotes les hace muy conscientes de la importancia de la complementariedad entre el hombre y la mujer. El elemento femenino con su sentido práctico se tiene muy en cuenta. Siempre me resultó fácil que me tuvieran en cuenta, así que no sentí nunca esa frustración.

¿Piensa que la promoción de la mujer ayuda a que mejore la justicia social?

Es una de las cosas que, sobre todo en Occidente, más ha impactado en el cambio social. Han cambiado mucho las familias. El año pasado organizamos una conferencia sobre el papel de la mujer en la promoción de los derechos humanos. Una de las ponentes, una religiosa licenciada en Sociología, explicó el trabajo de capacitación de mujeres que lleva a cabo con los dalit, la casta más baja de la India. Nos contó que es difícil incluso empezar a hablar con ellas, porque las familias y los maridos no se lo permiten. En esas situaciones, nadie como la Iglesia puede ocuparse de ellas para mejorar su situación. Ha puesto en marcha un extraordinario proyecto de microcréditos. La idea que me quedó fue la necesidad de la mujer de recuperar su conciencia sobre su propia identidad. En Occidente se lucha mucho por la igualdad, pero se olvida que somos seres de psicología y naturaleza diferentes. Existen riesgos de manipulación física y mental.

Tras más de 30 años de experiencia en el dicasterio, ¿cree que la situación es hoy más justa?

Hay temas en los que se ha visto un gran cambio. Cuando llegué, había pasado poco tiempo desde la publicación de la encíclica Populorum Progressio y entonces la Iglesia hablaba de desarrollo humano integral, mientras que en la comunidad internacional se tenía sólo en cuenta el desarrollo económico. Ahora se tiene en cuenta, principalmente, el desarrollo social. Desde hace unos años, se es consciente de que los indicadores económicos como el PIB no son la panacea. Soy, por tanto, medianamente positiva.

¿Y si tiene en cuenta contextos como América Latina o África?

En África todavía queda mucho por hacer. Ha cambiado, además, la situación; ahora existe un cierto riesgo de neocolonialismo con las inversiones de algunos países como China o los occidentales. El Papa denuncia esta situación en uno de sus libros. Además del desarrollo social, está la cuestión antropológica: la secularización está siendo muy amplia. En su última encíclica, hace una unidad entre los temas de la vida y los de la justicia internacional y social. Dice que quien está a favor de los temas de la vida descuida las cuestiones de la justicia y la pobreza. Y viceversa. Esta situación es un error, ya que deben ir de la mano. Es uno de los problemas de nuestra sociedad.

En los últimos 30 años, América Latina ha vivido un gran desarrollo democrático. ¿Cómo ha afectado a la población?

En los años 70, la mayoría de los regímenes eran dictatoriales. Nos llegaban, sobre todo, las violaciones de los derechos humanos, nosotros las transmitíamos a la Secretaría de Estado, que las trataba a través de las nunciaturas. Eran aspectos de gran carga política. Luego, el tema principal fueron los problemas económicos y la deuda internacional. Ahora se plantea la injusticia que suponen las diferencias entre ricos y pobres en países tan católicos como los latinoamericanos. Queremos proponer a las universidades católicas la introducción de un curso para la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia.

Preocupación por el desarrollo

¿Se ha entendido suficientemente la última encíclica, ‘Caritas in veritate’?

Suscitó un gran interés y se sigue debatiendo mucho sobre ella. Es un texto denso y con un lenguaje, a veces, complicado, pero se está explicando en conferencias y debates. Vamos a participar en la organización de la conferencia del Vicariato de Roma con profesores universitarios.

¿Cómo se sitúa el Pontificio Consejo Justicia y Paz ante la crisis mundial?

Nos preocupa mucho el peligro de que la crisis deje el desarrollo en un segundo plano, así que organizamos un seminario con especialistas de estas cuestiones.

Muchas ONG ponen el máximo empeño en el desarrollo, pero dejan a un lado la trascendencia. ¿Preocupa al dicasterio?

Hemos trabajado con las comisiones Justicia y Paz de las Conferencias Episcopales, donde se encuentran las ONG fundadas dentro de la Iglesia en la llamada “euforia activista” que se vivió después del Concilio. Algunas tal vez hayan sido demasiado autónomas y estaban centradas en las cosas mundanas, pero ahora están ya más encaminadas. No es suficiente decir que uno sigue la Doctrina Social, hay que tener presente los temas éticos y de vida. La preocupación por la persona humana debe ser el punto de referencia. Detrás de cada acción debe estar presente el hombre con Dios. Sin esta visión acabamos no hablando del mismo hombre. Hay, sin embargo, que mantener siempre la paciencia, dialogar y ofrecer un ejemplo de vida.

dmenor@vidanueva.es

En el nº 2.703 de Vida Nueva.

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