Alejandro Goic: “El Chile del futuro sólo se construye desde una sociedad más justa”

Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile

(José Luis Celada) Asegura Alejandro Goic que “la Iglesia en Chile ha estado siempre muy presente” en la vida del pueblo, para compartir sus alegrías y sus sufrimientos. Y el terremoto de febrero lo ha vuelto a poner de manifiesto. Aunque fueron 12 las diócesis afectadas, las que más han sufrido son Talca, Linares, Chillán, Concepción y Rancagua, la sede que él pastorea. Aquí, de sus 66 parroquias, sólo 12 siguen en uso. El resto presentan daños más o menos graves o están destruidas.

Cálculos estimativos hablan de 400 millones de dólares para ayudar a todas las diócesis. Sólo Rancagua necesitaría 40. “¡Cifras imposibles!”, reconoce. Sin embargo, el presidente de la Conferencia Episcopal de Chile confía en que, “con el esfuerzo de todos los chilenos y de la solidaridad internacional”, su país se pondrá “de nuevo de pie”.

¿Cómo se está recuperando Chile del trágico terremoto del 27 de febrero?

Un grupo musical chileno, ‘Los Perales’, lo expresa maravillosamente en un canto alusivo: “Y no hay que perder la fe, habrá que recomenzar, cuánta fuerza hay que poner, cuánto valor que empeñar para que se alce de sus ruinas la ciudad, la noche ya quedó atrás, el canto renacerá”. Hemos vivido la catástrofe más grande de nuestra historia, pero con el esfuerzo de todos los chilenos y de la solidaridad internacional nos pondremos de nuevo de pie. Así ha sido nuestra historia. He sido testigo en mi vida de cuatro terremotos en mi patria.

¿Les ha hecho replantearse su modo de ser Iglesia hoy una catástrofe así?

La Iglesia en Chile ha estado siempre muy presente en la vida de nuestro pueblo. Ha compartido sus alegrías y esperanzas, sus sufrimientos y fracasos. En la actual tragedia, la Iglesia se movilizó desde el inicio para canalizar la ayuda solidaria. Particularmente significativa ha sido la gestión de Cáritas Chile, que, junto al ‘Hogar de Cristo’ y ‘Un techo para Chile’, se han destacado por su trabajo generoso, constante, abnegado y de alta eficacia.

Hemos profundizado el valor de la cercanía, de la palabra oportuna y acogedora, de la fraternidad y de la misericordia, como valores permanentes en nuestra misión pastoral.

En estas situaciones, aflora lo mejor del ser humano (solidaridad), pero también lo peor (pillajes, saqueo…). ¿Qué hacer cuando se tambalea la escala de valores?

La gente sencilla lo expresa de manera elocuente: “Lo perdimos todo, pero, gracias a Dios, quedamos con vida”. Apareció la grandeza y miseria de lo humano. El terremoto puso en evidencia, en un país sísmico como el nuestro, que lo verdaderamente asísmico es lo que se construye con nuestro amor. Nos hizo preguntarnos: ¿dónde está nuestro tesoro? Es un momento propicio para la reflexión y la acción en nuestra vida: el amor, la solidaridad, la preocupación por los más vulnerables, el compromiso por una sociedad más justa y equitativa, son esenciales en la construcción del Chile del futuro.

Cambio de Gobierno

En medio del dolor y la pérdida, Chile afrontó un cambio de Gobierno. ¿Cómo se presentan las relaciones de la Iglesia y el Episcopado con Sebastián Piñera?

Nuestro país recuperó la democracia hace 20 años, en que gobernaron las fuerzas políticas de centro-izquierda. El actual Gobierno del señor Piñera es de centro-derecha. Con los cuatro gobiernos de la Concertación y con el actual la Iglesia ha tenido y tiene una buena relación. Hay un diálogo permanente (mensual). El Gobierno tiene su misión. La Iglesia, la suya. A veces, hay divergencias, especialmente en temas valóricos. Los laicos creyentes comprometidos en las tareas políticas tienen su propia responsabilidad coherente con su fe.

¿Qué recuerdo guarda de la etapa de Michelle Bachelet?

Con la señora Bachelet hubo una gran cordialidad y cercanía, aunque también discrepancias en temas relativos a la moral sexual.

El año del terremoto y del relevo presidencial es también el del Bicentenario de la independencia. ¿Qué supone para la Iglesia esta conmemoración?

Un compromiso renovado de servicio a la patria. Y el mejor servicio que como Iglesia podemos hacer es presentar a Jesucristo y su Evangelio como proyecto de vida, y que nuestra Iglesia sea acogedora, fraterna, misericordiosa, generosa en la entrega y en el servicio a todos, especialmente a los predilectos del Señor, los pobres, los que sufren, los pequeños. Hemos centrado nuestro mensaje en hacer de Chile, una mesa para todos, donde todos se sientan incluidos, nadie excluido. Reiteramos el anhelo de superar las escandalosas desigualdades, de las que hemos hablado muchas veces en nuestros mensajes y declaraciones, y construir un país más justo y equitativo.

Con motivo de este aniversario, la CECh ha propuesto un “indulto jubilar” de presos: el perdón para renacer de nuevo. ¿Fue también el perdón la clave de la reconciliación tras la dictadura?

Efectivamente. Hemos propuesto al Supremo Gobierno un indulto jubilar –en el contexto del Bicentenario– que beneficie a presos que han cumplido gran parte de sus condenas, han demostrado buena conducta, particularmente a quienes se encuentren gravemente enfermos, tienen avanzada edad o se hallan en otra situación de vulnerabilidad.

El tema de la reconciliación ha sido un pilar fundamental de la pastoral de nuestra Iglesia tras la dictadura. Reconciliación que no olvida la búsqueda de la verdad y de la justicia. Hemos avanzado mucho, pero aún nos falta. El drama de la ruptura institucional y los abusos posteriores dejan heridas muy hondas. Hay actitudes heroicas de perdón por parte de algunos. Hay otros que afirman: “Ni perdón, ni olvido”.

Perdón han pedido ustedes ahora también a las víctimas de abusos sexuales por parte de miembros del clero. ¿Qué opina de este grave asunto?

En mis 44 años de sacerdocio (31 como obispo), estos abusos constituyen el dolor más grande en mi vida de pastor. El sacerdote está llamado a defender la dignidad humana de todos, especialmente de los más vulnerables. Es una contradicción tremenda. Tenemos “un dolor de Iglesia” inmenso. Aunque fuera un solo abuso. Hemos pedido humildemente perdón. Es total nuestro compromiso de velar incesantemente por que estos gravísimos delitos no se repitan.  Tenemos, en comunión con la Iglesia universal, procedimientos claros para actuar. No hay lugar en el sacerdocio para quienes abusan de menores, ni pretexto alguno que puede justificar este delito. Estos dolorosos episodios tienen su lado positivo: son un llamado de Dios a una vida de mayor santidad, a vivir de manera coherente la vida privada y pública, a ser humildes y reconocer las propias fragilidades, a no creernos superiores a los demás. Y, finalmente, Dios sabrá sacar bienes de estos males.

Misión Continental

En el documento conclusivo de su última Plenaria, reconocen que la Misión Continental impulsada desde Aparecida les llama a “llevar a todos los hogares la buena noticia de Cristo”. ¿En qué punto se encuentra este proceso?

Estamos viviendo con gozo la Misión Continental. Algunas diócesis, entre ellas la de Rancagua, están en Sínodo. Surgen diversas iniciativas pastorales a la luz de la Conferencia de Aparecida: llevar el gozo de Jesús y su Evangelio a todos los rincones de la patria. Ser una Iglesia realmente Misionera. Hay dos signos que han comenzado a peregrinar por el país: una preciosa imagen en madera de la Virgen del Carmen, regalada por el papa Benedicto XVI, junto al libro El Evangelio de Chile, el Nuevo Testamento escrito íntegro a mano por ocho mil chilenos de norte a sur. En el alma de Chile está Cristo, su Evangelio, su Madre Bendita.

Una Iglesia cercana y sencilla, que testimonia la primacía de Cristo y su proyecto del Reino con testigos convencidos y convincentes. Ésta es nuestra apuesta para el siglo XXI. ¡Contamos con el Señor para esta misión y la compañía de su Madre!

En el nº2.707 de Vida Nueva.

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