Samuel Ruiz, semilla y memoria de la opción por los pobres

Miles de personas acompañan al obispo emérito de San Cristóbal de las Casas en sus bodas de oro episcopales

Bodas-oro-Samuel-Ruiz(Pablo Romo Cedano– México DF) Una larga fila de personas, que se pierde entre las calles céntricas de San Cristóbal, va entrando en procesión hasta el atrio de la catedral. Los cantos son en tzeltal, chol, tojolabal, español y tzotzil. La fiesta es grande. Los choles de Tila bailan la danza de la pluma; los chamulas de Los Altos portan sus chujs de gala; los mayordomos y mayores de Zinacantán danzan solemnes alrededor del altar; vienen los tzeltales de la Selva Lacandona y de las montañas de allá de Bachajón; los de San Pedro y San Andrés han tenido que madrugar y algunos caminar desde el día anterior para llegar; mestizos e indígenas de los alrededores de Palenque y de San Cristóbal se mezclan en el mosaico de colores y lenguas; hay hasta parachicos de Chiapa de Corzo –la diócesis vecina–, que entonan su tenue letanía. Cerca de 30.000 personas de los cuatro puntos cardinales de la diócesis se congregaron para festejar a jTatic Samuel, como le dice la gente con cariño al protagonista de la jornada.

Samuel Ruiz García, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, celebró el pasado 25 de enero, fiesta de la Conversión de san Pablo, sus bodas de oro episcopales. “No sé cuántos obispos vivos tienen 50 años de obispo y 40 de ejercicio episcopal”, reflexiona para Vida Nueva el homenajeado. “Yo viví todas las sesiones del Concilio y participé en Medellín como ponente –agrega con ese aire de tradición y vínculo con la historia de la Iglesia que cita constantemente don Samuel–, me tocó providencialmente caminar con estos pueblos indios en un momento tan importante para el país”.

Don Samuel nació hace 85 años en el corazón del país, en Guanajuato, donde fue rector del seminario, y a los 35 años de edad fue consagrado obispo. Su juventud e inteligencia le permitieron en poco tiempo comprender el gran desafío que significaba para la Iglesia evangelizar la región más olvidada del país: el sureste mexicano. Cinco grandes pueblos indios, descendientes de los mayas prehispánicos habitaban la diócesis que le fue encomendada. Ante tal pobreza y marginación, el prelado recorrió el camino que va desde el asistencialismo hasta la comprensión de que los pueblos indios deben ser sujetos de su propia historia: “Ellos –suele decir– son los que deciden su camino, los que son ahora sujetos de su historia”.

Congreso Teológico

Para celebrar este aniversario, la diócesis de San Cristóbal, encabezada por su actual titular, Felipe Arizmendi, y su auxiliar, Enrique Díaz, organizó en los cuatro días anteriores a la gran fiesta un Congreso Teológico Pastoral donde se pudiera discutir el caminar de esta Iglesia local.

En la presentación del mismo, Arizmendi recordó que “la historia no se detiene. El proceso actual de globalización y los profundos cambios culturales que llegan hasta lo más profundo de nuestra selva nos retan a nuevas respuestas pastorales. Sin embargo, nuestro caminar diocesano no debe desviarse de las opciones fundamentales que nos esforzamos por asumir, entre las cuales sobresale la opción preferencial por los pobres. Esta opción no es circunstancial, temporal, ni siquiera optativa, como si hubiera libertad para asumirla o no, sino que es constitutiva, esencial y configurativa del ser Iglesia, aquí y en todo el mundo”. Y agregó que “la evangelización de los pobres es el signo que manifiesta la autenticidad de todo creyente y de la Iglesia de Jesús. Quien no la asume, no es cristiano, no es miembro auténtico de la Iglesia de Cristo, ni aquí ni en ninguna parte”.

“Gracias, don Samuel –concluyó su sucesor–, por haber hecho conciencia, desde 1975, de que quien no asuma esta opción por los pobres no tiene lugar en esta diócesis. Ser fieles al Evangelio de Jesucristo es servir integralmente a los pobres, aunque esto traiga persecuciones e incomprensiones, como tantas que usted ha experimentado”.

El dominico Gustavo Gutiérrez, por su parte, aunque ausente por motivos de salud, envió su ponencia al congreso, en la que reivindicó a los pobres como “llave hermenéutica para comprender el misterio de Dios”. Y dirigió su mirada hacia Haití, “hoy para todos nosotros la expresión de la presencia de Dios”, para preguntarse: “¿Por qué sufre el inocente?”. El teólogo peruano, recientemente nombrado Maestro en Sagrada Teología por el Maestro de la Orden de Predicadores, quiso compartir y celebrar con “mi amigo y hermano Samuel” la novedad que significa pensar a Dios desde fuera de la geografía del poder, fuera de la región noratlántica: desde la periferia del pensamiento “occidental”.

El Congreso Teológico Pastoral contó con casi mil participantes

El Congreso Teológico Pastoral contó con casi mil participantes

Por su parte, Pablo Richard, participante también en el congreso, recordó la necesidad de tener “un lugar social” claro desde el cual hacer teología. Mientras, Mariana Gómez Álvarez Icaza, teóloga laica, destacó la creación de la organización más numerosa de mujeres del país, fundada gracias a don Samuel en su diócesis, la Coordinación Diocesana de Mujeres (CODIMUJ), y urgió a incorporar la visión femenina a la reflexión teológica.

Ponentes indígenas

Participaron también con ponencias y reflexiones diversos catequistas y diáconos indígenas de la diócesis y otros teólogos como Eleazar López, Celia Guadalupe Rojas y Mª del Refugio Esparza. Uno de los coordinadores del evento, el padre Juan Manuel Hurtado, por su parte, presentó un libro digital que aborda, desde la perspectiva teológica, la experiencia pastoral y profética de la diócesis, intitulado Don Samuel: Profeta y pastor (http://www.razonyraiz.com/Archivos/Documentos/DonSamuel.pdf).

El laico Jorge Santiago, acompañante durante muchos años del camino diocesano, presentó en su ponencia los retos que afronta hoy la Iglesia local. En ella identificó diez elementos que considera indispensables para repensar en conjunto: crecer, en el sentido de mantener una continuidad con el proceso existente que tiene una historia; transformar, es decir, reconocer y entender profundamente las luchas que se están dando en lo concreto para transformar la situación que viene de lejos; crear, mantener la imaginación creadora presente en la vida de los pueblos, la capacidad de resistir creativamente; construir nuevas alternativas a todos los niveles; esperar, creer en las semillas que vemos del futuro, creer que sí es posible; mirar, tener claridad y ver haciendo análisis; trabajar colectivamente, es posible hacerlo juntos; impulsar la comunidad de bienes y servicios, crear una economía solidaria; creer en el sujeto histórico, impulsar la vida de los pueblos indios sabiendo que son ellos los sujetos de su historia; y el décimo elemento es buscar la unidad con la naturaleza y con el misterio de Dios presente ahí mismo.

El congreso, en el que también participaron obispos de la región Pacífico Sur del país, así como el titular de Riobamba y vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Ecuador, Víctor Corral Mantilla, brindó la oportunidad a que los casi mil inscritos intervinieran en los debates a través de pequeños grupos de trabajo.

Como conclusión, el auxiliar Enrique Díaz agradeció la palabra sembrada por don Samuel y agregó: “Gracias, jTatic Samuel. La tarea no ha terminado. Es más, parece que apenas empieza. Has encendido una luz pequeña, pero a tu luz pronto se añadirán muchas más que harán una gran hoguera que ilumine y dé calor a un nuevo mundo. Gracias”.

promo@vidanueva.es

En el nº 2.694 de Vida Nueva.

Compartir