La prensa mexicana, objetivo de la violencia del narcotráfico

“La sociedad no aguanta más”, dice el obispo de Saltillo en el funeral de la última víctima de la profesión

Periodista-asesinado(Pablo Romo Cedano– México DF) Una multitud acongojada escuchaba entre sollozos la voz atropellada del obispo de Saltillo: “Estamos llegando a los límites. La sociedad no aguanta más”, clamaba Raúl Vera desde el púlpito de la iglesia del Perpetuo Socorro durante el funeral de Valentín Valdés Espinoza, periodista asesinado el pasado día 7. “Los mexicanos no podemos resignarnos a vivir en un país con el mayor número de periodistas asesinados –denunció el prelado dominico, entre los aplausos de una feligresía que apenas cabía en el templo rodeando el féretro del comunicador–, no podemos resignarnos a que la tragedia de nuestro hermano Valentín sea irreparable y a que mañana surja otro homicidio igual”.

El ambiente de desolación que allí se vivía se contagió a los periodistas, quienes, levantando sus pequeñas grabadoras hacia los altavoces, se preguntaban si valdría la pena publicar esas palabras o si pedirían su traslado a la sección de Espectáculos o de Deportes: ahí los informadores son menos hostigados, secuestrados o asesinados.

Valentín es el periodista número 58 de la larga lista de comunicadores asesinados en lo que va del período así llamado de “transición a la democracia” (desde 1977). Fue levantado (secuestrado) la madrugada del jueves 7 de enero a la salida de la redacción de su periódico, Zócalo. Había terminado su última nota para el diario de la capital de Coahuila, Saltillo, y, en compañía de otros dos compañeros, se dirigía a un pequeño auto. De pronto, un comando armado se precipitó sobre el vehículo y obligó a dos de los tres tripulantes a subir al mismo. Horas más tarde, el cuerpo sin vida de Valdés Espinoza fue abandonado con un letrero en el pecho en el que se amenazaba a los demás periodistas si seguían el ejemplo del occiso. Sorprendentemente, su compañero fue liberado al día siguiente tras sufrir una fuerte tortura.

La muerte de este joven periodista, de apenas 28 años de edad, se une a la de José Alberto Velásquez López, director del diario Express de Tulum y colaborador de Canal 30 en esa misma ciudad, en el Estado de Quintana Roo, que falleció a causa de las heridas producidas en la noche del 22 de diciembre. Velásquez López, que dejó a su mujer a punto de dar a luz y a un hijo de cinco años, se había manifestado sumamente crítico con la autoridad de la región por sus manejos turbios en varios negocios.

Asimismo, José Luis Romero, de 40 años, originario del Estado de Sinaloa y especialista en asuntos criminales y policiales del informativo radiofónico ‘Línea Directa’, fue levantado el 30 de diciembre en Los Mochis por un grupo de hombres armados, que le abordaron violentamente y, a empujones, le obligaron a subir a una camioneta. Pocas horas después de producirse su secuestro, el jefe de policía encargado del caso, Jesús Escalante, apareció asesinado.

Hace menos de un mes, otro informador, Ricardo Chávez Aldana, de Radio Cañón, en Ciudad Juárez, se vio obligado a refugiarse con su familia en El Paso (Texas) después de las amenazas que había recibido por el desempeño de su labor periodística.

La violencia provocada por la presunta guerra al narcotráfico está cegando la vida no sólo de los periodistas, sino de la propia democracia, que día a día pierde espacios libres para pronunciarse sin miedo. Aun así, “no podemos permanecer indiferentes ante tanta violencia, es indispensable una solución de fondo”, como concluyó su homilía Raúl Vera, tratando de fortalecer y consolar a los familiares de la última víctima.

 

UNA JORNADA PARA OLVIDAR

El sábado 9 de enero ostenta ya el triste récord de ser la jornada más violenta desde finales de 2006, cuando el Gobierno presidido por Calderón emprendió una ofensiva contra los carteles de la droga: ese día, 69 personas fueron asesinadas en distintos puntos del país, según reveló El Universal. Este periódico, que realiza un recuento diario de los homicidios  presuntamente relacionados con el crimen organizado, elevó a 283 las muertes violentas ocurridas en el país en lo que va de 2010.

De todas las víctimas de tan trágica jornada, 26 se contabilizaron en Ciudad Juárez, localidad del Estado de Chihuahua fronteriza con los Estados Unidos, considerada la más violenta del país, con 2.635 asesinatos en 2009 (el 34% de los 7.724 que tuvieron lugar en México a lo largo de todo el año pasado), según dicha fuente. En los primeros diez días del año, Ciudad Juárez ha sido escenario de 94 homicidios, un promedio de 10 al día y más del doble de los 46 que se produjeron en el mismo período de 2009.

promo@vidanueva.es

En el nº 2.691 de Vida Nueva.

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