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Adelanto editorial de ‘Prohibido quejarse’

La crisis es nuestra respuesta actual

Hace años que no dejamos de oír esta palabra, utilizada como un mantra. Pero si supiéramos cómo se originó realmente la crisis, tendríamos más conocimientos y medios para afrontarla. Hay hombres (de poder) que luchan contra otros hombres (adormilados) para dominarlos y hacerles dependientes del sistema. Es evidente que mientras unos se benefician de la crisis, otros corren peligro de morirse de hambre. Lo que más suele enrabietar es ver la resignación general, fruto entre otras cosas de las decepciones subsiguientes a las ilusiones de quienes han prometido y no han cumplido.

El crecimiento ha dado paso al desaliento, y en esta fase ha disminuido la credibilidad, la confianza y el deseo de hacer bien el bien. A lo largo de los años, y a todos los niveles, hemos visto un “teatro” horrible. Han dado en llamarlo “teatro de la política”; pero no solo de la política, sino que también en muchos otros sectores hemos visto de todo. Nadie asume la ‘responsabilidad’ de lo que hace ni pone remedio. Es muy raro oír a una persona que diga: “Perdón, me he equivocado y estoy dispuesto a rectificar”. Todos andan buscando excusas para echar la culpa a los demás y quizá quejarse.

¿Qué quiere decir responsabilidad? Responsabilidad viene del latín ‘responsum abilitas’, “capacidad de responder”, de dar una respuesta apropiada a la vida personal y profesional. Para asumir la responsabilidad hay que tener las habilidades necesarias tanto técnicas como comportamentales. Si una persona no posee las 3 ‘ces’ de la competencia, es probable que evite asumir responsabilidades.

A menudo, nos encontramos ante incapacidades que se convierten en irresponsabilidades. Todos se declaran inocentes en los desastres, y la culpa no es nunca de nadie. Este es el riesgo: enseñar a los jóvenes que se puede hacer de todo sin pedir ni siquiera perdón y, por consiguiente, sin poner remedio. Pero, ¿por qué sucede esto? Porque sabemos perfectamente que la política está sometida a la economía. Quien tiene dinero no solo mueve la riqueza, sino también las “sillas” del poder, olvidando el aspecto humano, que debería ser el principal bien que se ha de preservar.

La lógica capitalista ha llevado a una búsqueda de placer sin límites que arrastra a toda la sociedad a una esclavitud destructiva. Una lógica centrada en el dinero, egoísta y paradójica, en que se rechaza el bien común e incluso el propio. Se trata de incapacidades comportamentales que devienen lógicamente en la destrucción de masas.

Es verdad que hay quien acumula riqueza a costa de los demás, pero “el que ocupa es ocupado”: lo que has extorsionado te será extorsionado. Una lógica perversa que yo descubro también en algunos pacientes míos que no quieren curarse porque no desean renunciar al disfrute de su mal. Hemos asistido a la proliferación de objetos de consumo por el simple hecho de consumirlos, al engaño de la posesión, y hemos acabado siendo ilusos y quedándonos desilusionados.

Lo queremos todo y al instante, sin deseo de conquistar el espacio, la competencia y las cosas propios. Somos cuerpos invadidos por goces sin límites (toxicomanías, bulimias, anorexias, depresiones, dependencias patológicas). Esta es la razón por la que está prohibido quejarse, precisamente para romper esta cadena perversa que en el fondo nos hace comprender que a menudo somos nosotros los artífices de nuestro malestar. (…)

¡Tenemos que cambiar de actitud!

Ha llegado la hora de desplazar las energías de las quejas a las propuestas. Poner en marcha los recursos para efectuar un nuevo renacimiento que parta de las competencias y llegue a las soluciones, dando instrumentos válidos a quien atraviesa dificultades (económicas, personales y sociales, de salud…). Debemos empezar seriamente a recobrar la confianza, mirándonos a los ojos y devolviendo el sentido a la aventura de la vida con valores éticos, aumentando las competencias y reforzando la esperanza en el futuro. Un futuro no amenazador, sino abierto a las posibilidades.

Necesitamos ejemplos autorizados que con su experiencia de vida puedan devenir modelos válidos para estimularnos hacia el crecimiento. Amar la vida, aprovechar las oportunidades, comprender la lección que nos da cada día aquello que nos sucede y ayudar a quien atraviesa dificultades. Esto es lo que podemos y debemos hacer todos juntos para evitar que la queja se convierta en la lección de cada día, y que esto solo pueda aumentar el clima de pesimismo que aletea en nuestra sociedad.

Cada uno debe encargarse de la parte que le corresponde, formándose para ser un hombre o una mujer que sepa afrontar los avatares de la vida. Y para hacer esto no hay que sortear los pasos fundamentales, tanto en la instrucción como en la vida práctica. Hay que entrenar los músculos emocionales y empeñarse en alcanzar los objetivos que nos hemos marcado. Y esto debe hacerse desde pequeños. El deseo de conquista, en lugar de querer todo y al instante.

“Crecer interiormente” quiere decir sobresalir en el sector que hemos elegido. ‘Lo importante no es lo que haces, sino cómo lo haces’. Incluso un trabajador humilde, si hace bien su trabajo, enriquece a la comunidad. Lo primero que se debe hacer es permitir a las personas que han adquirido capacidades, a través de su esfuerzo, que ocupen los puestos que merecen.

El paso siguiente consiste en instalar en las conciencias, desde la más tierna edad, la lógica del bien común. Es decir, pensar en términos de utilidad, de colectividad, como bien primario y único objetivo para todos (gobernantes y simples ciudadanos). Hay que preservar la belleza como antídoto del mal.

El Papa invita también a no juzgar

Me impresionó otro pasaje de las palabras del papa Francisco. En 2013 se me ocurrió el cartel Prohibido Quejarse y, en 2014, Prohibido Juzgar. Fue una coincidencia extraña. Unos meses después de la salida de mi primer cartel oí al Papa que hablaba de las quejas que hacen daño al corazón. En 2014, sucedió lo mismo con el juicio.

El que juzga a su hermano se equivoca y acabará siendo juzgado de la misma manera. Dios es el único juez, y quien es juzgado podrá contar siempre con la defensa de Jesús, su primer defensor, y con el Espíritu Santo.Lo dijo el Papa en la homilía de la misa matutina, celebrada en la Casa de Santa Marta el 20 de junio de 2014. Antes de juzgar a los demás debemos mirarnos en el espejo. Es la invitación del papa Francisco.

Partiendo de las lecturas del día, el Papa amonestó: Mírate en el espejo, pero no te maquilles, para que puedan verse las arrugas. No, ese no es el consejo. Mírate en el espejo para verte tal como eres. ¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que tienes en el tuyo?

Si queremos seguir el camino de Jesús, más que acusadores debemos ser defensores de los demás ante el Padre. Yo veo algo que me desagrada en el otro y voy a defenderlo… Reza por él, pero no lo juzgues. Porque si lo haces, cuando realices algo reprobable, serás juzgado. Recordemos esto, nos hará bien en la vida de cada día (Fuente: Radio Vaticano).

(…)

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