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portada Pliego Adelanto editorial Entusiasmo Pablo dOrs 3050 septiembre 2017
3.050

Adelanto editorial de ‘Entusiasmo’, de Pablo d’Ors

–¿Qué te ha pasado? –me preguntaban a veces algunos de mis familiares y amigos durante aquellos días.

Estaban escamados. Veían en mí algunos cambios y, aunque yo deseaba responderles que me había encontrado con Dios y que iba a ser sacerdote, la verdad es que no acertaba a poner palabras a lo que me estaba sucediendo.

–¡Es fantástico! –alcanzaba a balbucir; pero, cuando me disponía a relatarles mi experiencia, estallaba incontroladamente en una de mis abruptas carcajadas o, lo que aún era más frecuente, rompía a llorar ante mi perplejo interlocutor.

A quien sí logré contárselo todo, de principio a fin, fue a Pilar, una joven muy hermosa, de labios rojos, cabellera negra y tez muy blanca,
la viva encarnación de Blancanieves. Su rostro tenía una bonita forma ovalada e irradiaba juventud, pureza y bondad, sobre todo cuando explotaba su refrescante risa. Pero en aquellos días yo estaba tan lleno de Dios que no tenía ojos para ella, con quien solía charlar tras la catequesis juvenil de los viernes por la noche. A ella sí que le relaté como mejor pude cada uno de los síntomas de los que disfrutaba desde hacía ya más de un mes –la luminosidad, la ligereza, la alegría–; le narré uno a uno los sucesos que había protagonizado –las conversaciones con el padre Aureliano, a quien ella también conocía y admiraba; las entrevistas con don Emiliano en su impoluto despacho; las cuadrículas con los actos de piedad; la intensidad de una Presencia en la oscuridad de mi habitación–… Le expliqué, en fin, mi deseo de entregarme a Dios lo antes posible y le confesé ser tan feliz que, de pura felicidad, la abracé ahí mismo, frente a su portal, en plena calle Gaztambide, donde ella me escuchaba y miraba con sus ojos oscuros y almendrados.

–Soy muy feliz por ti –me dijo Pilar al separarnos de aquel largo abrazo–. ¡Se te ve tan contento, tan convencido! –Tenía los ojos humedecidos–. ¡Se te ve tan entusiasmado! –y, tras parpadear varias veces con sus grandes ojos, se abrazó de nuevo a mí, seguramente para ocultar su llanto.
Pilar no se equivocaba en su apreciación: desde entonces hasta hoy el entusiasmo ha sido y es lo que principalmente me ha caracterizado. Claro que también soy melancólico, reflexivo, fantasioso…; pero sobre todo soy entusiasta: hay algo –Alguien– que puja dentro de mí, y todo lo que hago en la vida, todo sin excepción, busca únicamente dejarlo salir.

Un entusiasta, sí, –pensé de camino a casa tras despedirme de aquella chica–, alguien que ha sido raptado o poseído por Dios. Y también pensé que los verdaderos entusiastas son los poetas, los profetas y los enamorados, y que, por obra de la gracia, en una sola noche yo había recibido estas tres misiones.

–Seré un enamorado, un poeta y un profeta –me dije también entonces; y éstos son los tres oficios que, con mejor o peor fortuna, he desempeñado a lo largo de mi vida hasta hoy.

¿Puede un sacerdote ser profeta y poeta? Esta es la pregunta que, de un modo u otro, siempre he intentado resolver. Porque Jesús fue un poeta, un vagabundo, un visionario y un trovador. Todo menos un sacerdote o un monje.