Libros

Solo soy la voz de mi pueblo


Un libro de Juan José Aguirre Muñoz (PPC, 2014). La recensión es de José Carlos Rodríguez Soto

Solo soy la voz de mi pueblo, Juan José Aguirre, PPC

Título: Solo soy la voz de mi pueblo. Un obispo en Centroáfrica

Autor: Juan José Aguirre Muñoz

Editorial: PPC, 2014

Ciudad: Madrid

Páginas: 293

JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | Decir que el obispo Juan José Aguirre es un pastor que huele a oveja es poco. Basta leer las primeras páginas de este libro, en el que relata algunas de sus memorias en Centroáfrica, para verse invadido por un maremágnum de olores de sangre, pólvora, barro, enfermedad… y no raramente el miedo. Este es el humus que exhala la República Centroafricana, el segundo país más pobre del mundo, víctima de motines, golpes militares y un sinfín de rebeliones, la última de las cuales ha sumido a este territorio en un pozo sin fondo de violencia que se ha cebado especialmente contra la Iglesia.

En este lugar vive, desde 1980, monseñor Aguirre, obispo de Bangassou desde 1997. Leer estas memorias hechas de retazos es como caminar a su lado escuchando su relato de “vida diaria en contacto con la muerte”, por usar una expresión suya.

Pero el autor tiene la gentileza de servirnos esta “bofetada de realidad” con una visión de fe que transfigura las situaciones más duras y con una energía que bebe de las fuentes de un continente en el que, a pesar de todo, la gente no ha perdido su carácter comunitario de la vida. Puede que, tras varias décadas en el África más profunda, este misionero cordobés haya perdido su acento andaluz –como él mismo confiesa–, pero no el gracejo con el que lo mismo describe su “vocación de aspirina para compartir todos los dolores de cabeza del mundo”, como habla de situaciones “más pesadas que un collar de sandías”, o de cómo salió elegido obispo “de carambola”.

Desde su incipiente juventud en el noviciado de los Misioneros Combonianos o como estudiante de Teología en Roma y París, hasta el relato de momentos durísimos enfrente de mercenarios armados o de misiones saqueadas, Aguirre nos abre su corazón lleno de nombres y asalta el nuestro para decirnos, sin tapujos, lo que piensa sobre las causas de la pobreza y las guerras en África, lo mejor y lo peor de la cooperación internacional, y también de una Iglesia en la que conviven la heroicidad de religiosas que se desgastan en situaciones límite con la mezquindad de algún obispo que celebra el fin de año con ostras y champán francés, o las luchas soterradas de poder entre el clero, que de todo hay en la viña del Señor, y más en los trópicos.

Misas celebradas en el patio sucio de una cárcel, viejecitas acusadas de brujería y rescatadas con cariño por la diócesis, operaciones imposibles en quirófanos sin electricidad, viajes con pinchazos interminables por caminos de barro por selvas infinitas… llenan estos capítulos que sobrecogen.

Abra el lector este libro y verá que, después de pasar apenas dos páginas, ya no puede dejarlo. Y cuando llegue al epílogo, escrito por la madre de este obispo misionero, es posible que descubra que se le ha escapado alguna lágrima.

En el nº 2.885 de Vida Nueva

Actualizado
07/03/2014 | 06:10
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