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Religión y comunicación


Un libro de Lluis Duch (Fragmenta Editorial, 2013). La recensión es de Juan Martín Velasco

Religión y comunicación, libro de Lluís Duch, Fragmenta Editorial

Título: Religión y comunicación

Autor: Lluis Duch

Editorial: Fragmenta Editorial, 2012

Ciudad: Barcelona

Páginas: 480

JUAN MARTÍN VELASCO | Basta echar una ojeada al índice de este libro para percibir la gran riqueza de temas que su autor aborda bajo ese título. En él escribe, ciertamente, de Religión y comunicación, y de las múltiples relaciones que existen entre las dos realidades a las que remiten los términos, pero también del ser humano, de la palabra y la tradición, del símbolo como medio para la comunicación con lo ausente, de la narración y su importancia para la constitución del ser humano, del culto y la plegaria.

La riqueza de temas es tal, y el tratamiento de cada uno de ellos tan rico en perspectivas y en informaciones de todo tipo, que la lectura puede resultar difícil de seguir para no pocos lectores, con el peligro de que árboles tan frondosos les impidan ver el bosque. Por eso me permito aconsejar a los eventuales lectores comenzar su lectura por la conclusión del libro, que ofrece una breve y clara exposición del tema y de las tesis o las convicciones fundamentales que el autor ha expuesto a lo largo de sus páginas.

La comunicación es para Lluís Duch, monje de Montserrat, profesor universitario y reconocido experto en el amplio campo de la antropología cultural y de las ciencias de las religiones, un elemento decisivo para la realización de la religión, porque lo es para la constitución del ser humano. Sin unos adecuados procesos comunicativos, sería imposible su existencia, porque sin ellos le sería imposible al hombre evitar los estragos de su insuperable contingencia. Esa importancia se acrecienta en la situación actual, caracterizada por la crisis de las estructuras de acogida (familia, ciudad y religión), debido a la fractura de la confianza en todas ellas, reemplazadas por esa nueva estructura de acogida, los mass media –y especialmente la televisión–, por su predominio a la hora de configurar estados de opinión, criterios y formas de vida. Esa fractura de la confianza afecta, sobre todo, a las religiones, o mejor, a las estructuras de su organización que constituyen las Iglesias.

‘Homo religiosus’

A lo largo de todo el libro, aparecen referencias constantes a las grandes líneas para una antropología. Para el autor, el hombre es y será siempre “un posible homo religiosus”. Y la posibilidad religiosa del ser humano no es simple determinación histórico-religiosa, sino rasgo estructural común a todos los humanos, como consecuencia de la finitud que todos comparten y del deseo de su superación en los que todos coinciden. Por eso, la religión es expresión de la intimidad más profunda del hombre, de su misterio y de la ambigüedad insuperable que constituyen la contingencia que forma parte de su ser y la necesidad de dominarla que reaparece en todas sus actividades fundamentales. Sobre esta base, se señalan como rasgos diferenciales del hombre su “excentricidad”, su condición tradicional, su búsqueda permanente, así como la diversidad que imponen a la realización de esta base estructural las condiciones sociales, culturales, históricas y biográficas.

También la religión es tema recurrente a lo largo del libro. En ella distingue el autor un núcleo fundamental que se expresa en la religión personal, la religiosidad, la experiencia religiosa, expresión de la religación y la relación con el Otro, con el más allá de sí; y el sistema de mediaciones: regulaciones dogmáticas, jurídicas, cultuales, institucionales, indispensables para que los sujetos religiosos vivan humanamente su reconocimiento del Otro.

Comunidad y comunión

La comunicación no se identifica con la cantidad de información al alcance de los sujetos. Tiene como finalidad hacer posible en el seno de una sociedad o de una religión la comunión en aquellos elementos que son promotores de vida, que crean comunión más allá de las relaciones que ponen en juego los intereses de las personas, y que permiten expresar las preguntas fundacionales: la vida, la muerte, el sentido, la felicidad, el más allá, etc. Las transmisiones en el seno de las estructuras de acogida hacen posible la comunicación y desembocan en comunidad y comunión.

Comunidad, comunicación y comunión son tres facetas de la misma realidad: la religación del ser humano con la alteridad, la del Otro y los otros. Por una parte, la comunicación es medio indispensable para la realización de una religión que no se reduzca al funcionamiento más o menos correcto de sus mediaciones y a la instalación del sujeto en ellas, de forma que lo religioso no llega a hacerse realidad histórica sin la interacción de procesos comunicativos; por otra parte, las religiones han sido y son los ámbitos comunicativos y transmisivos por excelencia, porque, a causa de su constitución simbólica que pone en comunicación con lo otro, con lo ausente, han permitido la expresión de las cuestiones fundacionales del ser humano.

En el logro de los procesos comunicativos se juega la calidad de lo humano. De ahí que la comunicación no sea una cuestión accidental en él, ya que sin esos procesos es imposible el logro de la humanización, por lo que el éxito de la existencia de los humanos dependerá de la calidad de las transmisiones que haya recibido la persona desde su nacimiento hasta su muerte.

No puedo dejar de anotar y lamentar la insuficiencia de esta nota para hacerse cargo de la riqueza del libro. Precisamente por eso, no puedo dejar de recomendar su estudio a los interesados en la antropología, las ciencias de las religiones y la teología. Verán ampliado el horizonte de sus estudios, se encontrarán con cuestiones poco frecuentes en sus programas y con planteamientos renovados de muchos de los problemas de siempre.

En el nº 2.871 de Vida Nueva.

Actualizado
14/11/2013 | 23:55
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