Libros

‘Raíz y viento. La vida consagrada en su peculiaridad’


Un libro de Gabino Uríbarri Bilbao, SJ y Nurya Martínez-Gayol, ACI (Sal Terrae) La recensión es de Xavier Quinzà, SJ

Raíz y viento. La vida consagrada en su peculiaridad, Gabino Uríbarri Bilbao, SJ y Nurya Martínez-Gayol, ACI (Sal Terrae)

Título: Raíz y viento. La vida consagrada en su peculiaridad

Autor: Gabino Uríbarri Bilbao, SJ y Nurya Martínez-Gayol, ACI

Editorial: Sal Terrae

Ciudad: Santander, 2015

Páginas: 232

XAVIER QUINZÀ, SJ | La visibilidad de la vida y misión de la vida religiosa es la que nos ha dado siempre una identidad clara, con sus formas específicas de vida, el modo de relacionarnos, de vivir la obediencia, un modo de orar determinado. Así se nos ha ido perfilando un ideal de santidad a través de ciertas mediaciones institucionales. El objetivo del presente trabajo es ayudarnos a cambiar la perspectiva. Todo lo que vivimos parece confirmar la necesidad de salir de la auto-referencialidad hacia el otro, hacia la alteridad, una nueva sensibilidad que trata de dar importancia a lo que es nuevo, se sale de las normas sabidas y nos permite aprehender la diversidad de la vida y de la realidad.

La propuesta que se nos hace en este libro “escrito a cuatro manos” es afirmar lo peculiar de la consagración religiosa desde una fundamentación teológica seria y consistente que la clarifique y, a la vez, hacer una exploración de las consecuencias que se derivan de ella como forma de vida en la Iglesia. Con el título –Raíz y Viento–, los dos autores, profesores de teología en la Universidad Ponrtificia Comillas (Madrid), han querido mostrar un símbolo doble: arraigo y reconfiguración. La consagración religiosa aparece así enraizada teológicamente en el bautismo y, a la vez, marcada por una nueva y especial consagración por la fuerza de los votos en el seguimiento radical de Jesús.

En la primara parte, Raíz, el profesor Uríbarri parte de un análisis del vocabulario bíblico sobre la consagración y la santidad, que constituye el contexto que hace plausibles todas las demás reflexiones. Si algo de peculiar tiene la vida religiosa es, explícitamente, su consagración, cuya sustancia básica es la santidad. Le sigue una exploración rigurosa sobre esta reflexión a partir del magisterio, desde Pablo VI hasta Juan Pablo II, subrayando la aportación fundamental de la teología del Vaticano II (Lumen Gentium y Perfectae caritatis) y su recepción en la Iglesia posconciliar.

Fue, sin duda, el Papa polaco quien más impulsó la nueva y especial consagración de este estilo de vida en sus dos exhortaciones apostólicas: Redemptionis donum (1984) y Vita consecrata (1996). El término que mejor expresa la novedad de su magisterio es el adjetivo “especial”: “con una intensidad especial”, “con una semejanza especial con la consagración de Cristo”, “es una nueva y especial consagración”, etc. Consagración peculiar, distintiva y propia que deriva de la entrega exclusiva a Cristo y se arraiga en la consagración bautismal y crismal. Conlleva el compromiso de asumir la forma de vida de Jesús condensada en los tres consejos evangélicos. Es una forma peculiar y propia de memoria viviente de Jesús por la conformación con Él y la totalización de la propia vida ante Dios y ante la humanidad.

A este minucioso y fecundo recorrido por los veneros del magisterio reciente de la Iglesia, le sigue una segunda parte –Viento–, que escribe la profesora Martínez-Gayol. En ella se alude de forma clara a la llamada a desplegar todas sus energías y creatividad para la misión en la Iglesia. Vivir “al aire del Espíritu” nos exige un continuo discernimiento, que ineludiblemente nos flexibiliza y nos reclama una gran capacidad de adaptación, tanto a los tiempos y las culturas donde hemos de encarnarnos como a las necesidades, vacíos y heridas de aquellos a quienes hemos sido enviados.

Como el grano de trigo

La imagen por excelencia de esta condición “sin forma”, que mira a la participación en la forma del Hijo, es la del grano de trigo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24). Si estamos llamados a configurarnos de este modo, esa forma no puede ser otra que la forma Servi (Flp 2, 7), que los consagrados hemos de vivir como amor servicial, preparándonos para “perder la vida por Jesús y por su Evangelio”.

Quizás hoy se nos está llamado a “una forma de vida sin forma”, lo cual no significa ni deforme ni informe. Con esta expresión se quiere trasmitir la idea de que no hay una forma fija y estable que debamos buscar para reemplazar la antigua. Lo peculiar de nuestra vida pasa hoy por nosotros, por ser capaces de resistir en fe, esperanza y amor, sostenidos por la confianza en Dios. Este no poseer la respuesta definitiva ni la forma estática sobre la que reposar nuestra consagración. Seguramente, se trata de seguir caminando, atentos a los signos de los tiempos, bebiendo de nuestras fuentes, con hondura y con paciencia, pero sin “adelantarnos al Espíritu”.

En el nº 2.984 de Vida Nueva

Actualizado
15/04/2016 | 00:30
Compartir