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‘Pasión por educar’


Un libro de Francesc Torralba (Ediciones Khaf) La recensión es de Antonio Roura

Pasión por educar, libro de Francesc Torralba, Ediciones Khaf

Título: Pasión por educar

Autor: Francesc Torralba

Editorial: Ediciones Khaf

Ciudad: Madrid, 2015

Páginas: 119

ANTONIO ROURA | A veces es necesario tomar distancia para apreciar el justo valor de las cosas. Esa es la propuesta que sugiere el libro de Francesc Torralba, Pasión por educar, publicado por Khaf: alejarnos del debate de las urgencias de las políticas educativas para indagar en el sentido radical de la vocación educadora.

El libro, dedicado a los que entregan su vida en el aula, invita a recuperar la pasión por educar superando el desencanto que se ha instalado en el alma del maestro. En catorce capítulos se abordan, sin pretensión de sistematicidad, algunas de las grandes cuestiones que, más allá de los entresijos del oficio, están en juego en la vocación y en la profesión del educador. La titulación o la práctica en el aula, por sí solas, no convierten a alguien en docente; se llega a serlo en la medida que se cae en la cuenta de lo que está en juego.

Ayudar a cada persona a aprender a ser lo que es capaz de ser (cap. 1) es, para Torralba, una tarea de artesanos que debe tener como objetivo fundamental que cada individuo pueda gobernarse a sí mismo (cap. 2). Para conseguirlo, la ejemplaridad de quien enseña es el único procedimiento contrastado con el que transmitir los valores que puedan servir de referencia a quien está conformando su personalidad (cap. 3). El conocimiento del mundo y de uno mismo son los dos pilares de cualquier acción educativa (cap. 4), que solo podrán adquirirse desde el cuidado y el respeto a la libertad (cap. 5) potencial del educando.

El reto pasa por abrir ventanas, por ampliar horizontes (cap. 6) para esta generación emergente que, inmersa en el mundo digital, ya no percibe la existencia como un camino con etapas, y que la concibe como en un cuadro impresionista, un conjunto inconexo de puntos. Enfrentarse a ese reto, enseñar a otro lo que uno ha aprendido, darlo a los otros, exteriorizarlo, ayudar a descubrir la verdad provoca la satisfacción de encontrar sentido no solo al desempeño profesional (cap. 7).

Aunque cada curso nos enfrentemos a enseñar, con las rutinas adquiridas, los mismos contenidos de siempre, el docente no puede ignorar la trascendente responsabilidad de acoger la vulnerabilidad (cap. 8) del ser humano que, in fieri, se enfrenta a lo nuevo. El tacto pedagógico exige ayudar a crecer (cap. 9) con benevolencia y compasión, ejerciendo la autoridad sin autoritarismo (cap. 10), poniéndose en la piel del otro (cap. 11).

La auténtica educación se fundamenta, como la fe, en un acto de confianza en el que el profesor ha de liberarse de su ego (cap. 12) y vivir con generosidad la entrega de sus conocimientos, para que los alumnos superen el legado recibido. El vínculo entre maestro y alumno solo puede fundamentarse en la confianza (cap. 13).

Entusiasmarse de nuevo con la tarea de educar o prepararse para ejercer la profesión docente solo es posible cuando la actividad que se realiza conecta con la llamada interior, con la vocación (cap. 14).

El libro, un fruto más de la pretensión del autor de acercar las cuestiones filosóficas al gran público, es una invitación a reconciliar, desde los fundamentos, la tarea educativa con la vocación docente.

En el nº 2.972 de Vida Nueva

Actualizado
15/01/2016 | 00:29
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