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Los nuevos tiempos de la Teología de la Liberación


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LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN EN PROSPECTIVA

Congreso Continental de Teología

Organizadores: Agenor Brighenti y Rosario Hermano

Ediciones Universidad Católica Silva Henríquez.

Santiago de Chile, 2014.

385 pp.

¿De qué hablaron el papa Francisco y el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, reconocido como padre de la Teología de la Liberación?

La audiencia de aquel 11 de septiembre de 2013 había sido agenciada por un antiguo profesor alemán de teología que en los años 90 había conocido en Perú al teólogo Gutiérrez, con quien llegó a publicar un libro que entrambos titularon: Del lado de los pobres: Teología de la Liberación. Teología de la Iglesia.

Gerhard Müller llegaría a ser cardenal y Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, desde donde, en el pasado, se habían planteado dudas y desconfianzas sobre la Teología de la Liberación que, en su momento, fueron amplificadas y difundidas por los sectores más apegados al pensamiento tradicional en la Iglesia.

Los de hoy son otros tiempos y así se refleja en este libro que recoge las ponencias expuestas en las plenarias del Congreso Continental de Teología que, organizado por Amerindia, reunió en San Leopoldo, Brasil, a 750 participantes de todo el mundo en las aulas de UNISINOS en octubre de 2012.

Al cumplirse los 50 años del Concilio Vaticano II y los 40 de la Teología de la Liberación, la reflexión de los teólogos fue claramente prospectiva: una dinámica mirada al futuro, en la que fueron notorias las coincidencias con las temáticas teológicas y pastorales del papa Francisco.

Francisco no solo ha vuelto las miradas del mundo y de la Iglesia hacia las periferias, en donde está el territorio de los pobres; también presiona para que la Iglesia sea pobre, ella misma. La pobreza no entra en la Iglesia solo por la vía de la compasión, es su deber ser evangélico.

Conversión a los pobres

Todo esto es parte de la reflexión teológica que se intensificó en los años 60 con dos acontecimientos que Gustavo Gutiérrez consideró decisivos: “la irrupción del pobre, y el pensamiento de Juan XXIII sobre la Iglesia de los pobres”, una de las ideas base del Concilio Vaticano II.

Ese gran ausente, invisibilizado en la sociedad, que es el pobre, llegó a ser una de las claves del gran acontecimiento eclesial del Vaticano II, que ofrece otras perspectivas cuando se lo mira desde los pobres, algo así como “desde el reverso de la historia”, según apuntó el teólogo Víctor Codina en su ponencia.

“¿Qué es el pobre?”, se preguntó Gustavo Gutiérrez. “Más que un problema socio-económico de nivel social, la pobreza interpela a la vivencia e inteligencia de la fe. Es una cuestión teológica”, que por cierto no había encontrado su lugar en la teología tradicional. Y aunque fue una de las ideas fuerza en la convocatoria del Vaticano II, la pobreza no llegó a ser un tema relevante en los textos conciliares, observa Gutiérrez.

Fue necesario que desde América Latina esos intérpretes lúcidos que fueron los obispos latinoamericanos reunidos en Medellín le hicieran a la teología el aporte de “la opción preferencial por los pobres”, para que al tema se le diera la importancia que siempre debió tener.

Sin embargo, reflexiona en su ponencia Jon Sobrino, “la Iglesia aún no se ha convertido a los pobres”. Antes del Concilio, recuerda el teólogo residente en El Salvador, “existían movimientos que apuntaban en la dirección de la Iglesia de los pobres”. Mencionó a los sacerdotes obreros de París; a Dom Helder Cámara, el emblemático obispo de Recife; a monseñor George Mercier; al cardenal Gerlier; al cardenal Lercaro, que increpó a los padres conciliares al referirse a la Iglesia de los pobres: “al concilio le ha fallado algo”. Y apunta Sobrino: “se habló sobre los pobres, pero sobre la Iglesia de los pobres se guardó silencio”.

Y todo se habría quedado así si ese silencio no se hubiera roto desde América Latina. Pasados 50 años del Concilio y 47 de la Asamblea Episcopal de Medellín la relación Iglesia-pobres es otra. Hoy se piensa, con Sobrino, que “es buena la opción por los pobres, pero los mártires han ido más allá”. Agrega el teólogo: “en la opción por los pobres puede haber elementos de un martirio incruento”. Es obvia la relación que Sobrino sugiere con monseñor Romero y con todos los que en América Latina han muerto en nombre de esa opción por los pobres. En una singular inversión de los términos, mientras la revolución marxista preconiza una violencia contra los opresores y sus apóstoles terminan involucrados en hechos sangrientos, estos que se han hecho pobres con los pobres no reclaman sangre ajena pero ofrecen la propia. También alude a ese martirio implicado en la opción por los pobres el testimonio de vida como el que se obligaron a dar, al final del Concilio, los obispos que firmaron en las catacumbas de Santa Domitila un documento compromiso inspirado por las formas más radicales de la opción por los pobres.

En un vibrante mensaje final los participantes en el Congreso, al destacar su profunda comunión con los pobres, proclamaron: “todo lo que tenga que ver con Cristo tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo”.

Son expresiones de una Teología de la Liberación que “está viva y continúa inspirando búsquedas y compromisos de las nuevas generaciones de teólogos”.

Es lapidaria la conclusión de este libro que, al recoger el pensamiento expresado en este Congreso Continental, asegura que “otra teología es posible para que otro mundo sea posible”.

Javier Darío Restrepo

Actualizado
05/04/2015 | 00:00
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