Libros

La fe en África


Experiencias vitales de un misionero y periodista a lo largo de media vida en África

Testimonio de José Carlos Rodríguez Soto, misionero comboniano y ha pasado más de 20 años en África como misionero y periodista. En la actualidad colabora como cooperante y sigue viajando a África aunque reside en España. La recensión es de José Luis Celada.

Título: Dios y la guerra

Autor: José Carlos Rodríguez Soto

Editorial: Khaf, 2013

Ciudad: Madrid

Páginas: 150

JOSÉ LUIS CELADA | Quienes siguen regularmente los avatares de la Iglesia que peregrina en África reconocerán enseguida al autor de estas páginas. Sin embargo, para entender mejor el origen y el propósito de las mismas, no estaría de más decir que José Carlos Rodríguez Soto (Madrid, 1959) ha pasado prácticamente media vida en aquel continente: primero, como misionero comboniano en el norte de Uganda y, más tarde, como periodista, cooperante o consultor para Naciones Unidas en países como la República Democrática del Congo o la República Centroafricana.

Fruto de este largo “idilio africano”, que todavía hoy continúa (actualmente, se encuentra trabajando para la ONU en Gabón), y de su alma creyente, veía la luz meses atrás Dios y la guerra, un ramillete de experiencias vitales que vienen a confirmar lo que el propio autor confiesa en un momento de su obra: “Cuando las guerras terminan en el campo de batalla, continúan en el corazón de las personas” (pág. 123). La frase la toma prestada de una psicoterapeuta belga que trabajaba en Ruanda con personas vulnerables en situaciones de guerra, y él mismo la recogió en su cuaderno de notas durante un cursillo sobre sanación de traumas en Gulu (Uganda).

Apenas un apunte entre las innumerables batallas –muchas de ellas, nada metafóricas– en las que se ha visto envuelto. Mientras atravesaba la selva en su moto para celebrar la Eucaristía en un poblado alejado de todo y de todos, salvo de los rebeldes del LRA; participando en las más diversas iniciativas de paz, coincidiendo con los peores años del conflicto ugandés; o en Goma, la capital de la provincia congoleña de Kivu Norte, trabajando en proyectos humanitarios, donde aprendería que “una paz sin justicia es una calma aparente” (pág. 135).

El conmovedor testimonio que aquí nos ofrece el también colaborador de Vida Nueva está tejido por decenas de situaciones y personas, algunas tan queridas y recordadas por él como Raffaele Di Bari, misionero comboniano italiano, asesinado en octubre de 2000 y por quien derramó “todas las lágrimas que tenía acumuladas de muchos años”. Probablemente, tantas otras a las que no dio cauce tras contemplar infiernos ya imborrables nos ayuden a entender eso que llamamos “estrés postraumático”, y que José Carlos describe con una lucidez que corta el aliento.

Como todos los episodios, anécdotas y reflexiones que pueblan este relato. Un texto en el que su autor comparte protagonismo –y confidencias– con Dios, a menudo “lo único” con que cuenta entre tanta sinrazón. Aun cuando hay días en que su respuesta es “un inquietante silencio que me quema las entrañas” (pág. 143). Extraordinaria profesión de fe, a la altura, sin duda, del sincero homenaje que rinde su libro a esa África luminosa, herida y creyente.

En el nº 2.893 de Vida Nueva

Actualizado
09/05/2014 | 11:30
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