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ENTRE PALABRAS: ‘Momentos estelares de la humanidad’, de Stefan Zweig


Momentos estelares de la humanidad, Stefan Zweig

 

Título: Momentos estelares de la humanidad

Autor: Stefan Zweig

Editorial: Editorial Acantilado, 2002

Ciudad: Barcelona

Páginas: 312

LUIS RIVAS | Tan solo por un instante el Destino ciñe lo grande a la suerte de los mediocres. Y el impulso que excita a poderosos y violentos se sirve del insignificante para cambiar el rumbo de ese “misterioso taller de Dios” que es la Historia, según Goethe. Después, apenas será más nada que la cauda que antecede a un momento fugaz, como todos, pero luminoso en la memoria de unos pocos hombres esclarecidos, los que osan adentrarse en la intrahistoria.

Solo de esta manera se puede comprender que el hado de Napoleón en Waterloo se encadene para siempre al recuerdo del obediente mariscal Grouchy, que el sitio de Bizancio por Alá el grande atine a derramarse por una prosaica puerta trasera o que el destierro viniese a salvar a Cicerón de la gloria efímera de la política para sepultarlo bajo una pléyade de obras eternas. Acaso así logre sublimarse el papel de Stefan Zweig (Viena, 1881–Persépolis, Brasil, 1942) como fiel notario del infierno desatado por Hitler, pues, si contra el Führer se alzaron héroes, también lo hubieron de hacer cronistas y poetas del apocalipsis, cantores de los últimos días del mundo de ayer.

 Stefan ZweigIgnorando las fronteras de los géneros en época de peregrinación y exilio, el escritor austríaco parió la más celebrada de sus obras, Momentos estelares de la humanidad, a modo de ensayo cronológico tras más de dos décadas de estudio de esos “instantes únicos que todo lo determinan y deciden entre lo general, que transcurre de modo sucesivo o sincrónico”.

En sus catorce pasajes seleccionados como esenciales, desconocidos y/o curiosos de la Historia, Zweig compone una antología novelada que lleva a su cima el arte de la miniatura histórica, recreando la resurrección de un desahuciado Haendel ante la inspiración de su Mesías, el viaje de Lenin y el comunismo a Moscú, la contención y crecimiento de los demonios nacionales de Alemania en el genio de Goethe o el indulto a Dostoievski –génesis de la novela psicológica– a las puertas del cadalso, sucesos todos que bien podrían haberse resuelto de manera muy distinta, con inimaginable incidencia en el devenir del hombre.

Minuciosamente perfiladas y estructuradas, las intrahistorias del genio austríaco son perfectamente cotejables por el archivo y el rigor, si bien el dato brota pastoreado por un ritmo de novelista y una lectura de la vida con filtro de ficción. El estilo erudito y exquisito de Zweig cristaliza en sucesivas narraciones cautivadoras que no le vuelven la cara al naturalismo, superadas las tentaciones de la imaginación y las valoraciones de los académicos, minucias en un tiempo en que los cronistas se jugaban el pellejo.

Catorce miniaturas

Las catorce miniaturas históricas, así las cosas, diseccionan el ostracismo y autodescubrimiento de Cicerón, la conquista de Bizancio y el descubrimiento del Océano Pacífico, la resurrección de Haendel y la posterior, milagrosa composición del Mesías, la improvisación de la Marsellesa como himno del pueblo revolucionario, el minuto universal de Waterloo, la elegía de Marienbad, el descubrimiento de El Dorado, a Dostoievski ante el pelotón de fusilamiento, la primera palabra a través del océano, la huida hacia Dios de León Tolstoi, la lucha de Scott y Amundsen por la meta del Polo Sur, la ideología bullendo en la sesera de Lenin camino de Moscú y el fracaso de Woodrow Wilson en su misión de paz en Europa, inflexiones que marcan un rumbo durante décadas y siglos, una trayectoria con sentido global que culmina con el matrimonio Zweig ante Adolf Hitler y su tiranía mundial, certeza inevitable ante la que ambos decidieron suicidarse en Brasil en 1942.

El austríaco, pese a su afirmación de que “nadie es un artista ininterrumpidamente las veinticuatro horas del día”, no puede impedir que su obra adquiera este sentido global desde sus circunstancias particulares, reforzando de esta manera al omnipresente Freud, gran estrella de la Viena finisecular. No obstante lo anterior, Zweig despliega su maestría para deleitar en la divulgación de entresijos y recovecos que sorprenderán a cualquier aficionado a la Historia.

Las catorce miniaturas, protagonizadas por esos gigantes de la aventura humana y también por pequeños personajes eventuales, pero esenciales para el avance de la trama, se leen con sumo deleite y amenidad, trascendiendo desde la brevedad propia de los relatos cortos al mapa del entendimiento global y la aprehensión académica, tantas veces oscurecida por el océano de la erudición, pero revelada por esos fogonazos como de relámpago, similares a las ideas, que dan las claves de la aventura humana. O epifanías.

En el nº 2.957 de Vida Nueva.

Actualizado
25/09/2015 | 00:25
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