Libros

El mensaje del tercer siervo


Siervos, talentos, usuras y resistencias

Aníbal Cañaveral Orozco

Corporación Claretiana Norman Pérez Bello

Bogotá

174 pp

2015

La parábola de los talentos (Mateo 25, 14-30) tiene una lectura si usted la sigue con los ojos del hombre de hoy, capitalista de corazón y creyente fervoroso en el poder del dinero; la lectura será otra si usted es un campesino, de vida austera y nada dispuesto a sacrificarlo todo por el dinero.

Este libro fue escrito por un campesino que estudió hasta 2° de primaria en una escuela campesina; autodidacta que aprendió en las clases de Radio Sutatenza y de la Radio Nacional para llegar al 9º grado de bachillerato. Las comunidades bíblicas y el Colectivo Ecuménico de Biblistas (CEDEBI) terminaron su formación, que amplió en cursos sobre la Biblia en Sao Paulo y en Barranquilla, que convirtieron su estudio de la Biblia en una pasión que la Corporación Claretiana Norman Pérez secundó y orientó. Son los editores de este estudio, metódico e inteligente sobre la parábola, hecho bajo el apremio de la pregunta omnipresente: ¿qué quiso decir Jesús en esta parábola? ¿Acaso lo que se oye en las misas y clases de exégesis, con poco rigor? ¿Qué hay de verdad o de cascarón vacío en esas lecturas?

Cañaveral, el biblista, solo sabe, de entrada, que en esa parábola se está sometiendo a juicio la economía, que es el núcleo central del relato de Jesús.

Entonces comienza su trabajo con un rastreo de las interpretaciones que se han dado, y emprende la lectura de los Padres de la Iglesia y el repaso de textos de nuestro tiempo como el de Bertold Brecht, el de Ulrich Luz, el de Herzog, el de Malina o el de Rohrbaugh, en los que encuentra el predominio de la interpretación alegórica y el influjo de una teología de la prosperidad.

Es alegórico, por ejemplo, san Juan Crisóstomo, que identifica al señor de la parábola con Cristo que convoca a los apóstoles y les confía la doctrina evangélica. Los resultados de esa misión son diversos, como en la parábola. Unas y otras, las interpretaciones dejan en el autor la convicción de que es un disparate “comparar al Dios de Jesús con el señor de la parábola”. También lo incomoda que “los talentos se comparen como los dones de Dios y no como la moneda poderosa de su tiempo”.

Denunciar las ganancias

Una es la historia que impone la alegoría, otra la que resulta de una buena contextualización de la historia. Cañaveral llega a esta conclusión después de hacer un análisis literario que le revela, inicialmente, cuáles son las palabras que más se repiten en la parábola: 13 veces se habla de talento (la moneda); 10 veces del señor; 6 veces se repite la palabra siervo, de donde se concluye que la parábola gira en torno a la economía.

Siguiendo esta pista el autor investiga el contexto económico en que se movía Jesús al contar su parábola. Es un contexto dominado por la usura, los intereses, las deudas y la concentración de la riqueza en pocas manos. Así “los ricos se hacían más ricos a costa de los pobres”. Hay que recordar que Israel era una colonia que debía producir para el poderoso imperio romano. La interpretación avanza cuando ese contexto se compara con el de la economía actual en Colombia, “aproximarse en esta dirección es lo que nos permite hallar riquezas más profundas, críticas y alternativas”, afirma. La suya será, lo proclama, “una lectura campesina de la parábola, identificada con la propuesta del tercer siervo”, radicalmente distinta de la que se hace desde una lógica capitalista, con su manejo “moralista o espiritualista, o por una carga de prejuicios en relación con el trabajo y el emprendimiento”. Emerge, dentro de esta lógica, el episodio recordado por Cañaveral del “obispo que dijo en un curso para campesinos que los campesinos estaban pobres porque sufrían una enfermedad llamada ‘perecitis’”.

La interpretación de esta parábola así prejuiciada ha logrado convertir a los dos primeros siervos “en modelos de capacidad, bondad y fidelidad y a despreciar al tercero, que se atrevió a denunciar la lógica perversa de obtener ganancias del señor”.

La parábola, interpretada alegóricamente, ha sido despojada de su contexto social, económico e histórico. Cuando se ignora ese contexto, la parábola se vuelve una exhortación moralista sobre “la buena utilización y explotación de las capacidades humanas”.

Tener en cuenta ese contexto lleva a la lectura que revela el estudio de Cañaveral. Según esta visión, “cavar, sembrar, esparcir y cosechar conservan un valor”. La propuesta del tercer siervo es “la de una economía unida a la tierra y no al comercio y los negocios”. “Cavar y enterrar en la madre tierra el talento, representa una experiencia de conservación de las mejores semillas y de resistencia a la patentización y expropiación que hoy tienen carta de legalidad”.

Es una perspectiva que “desentraña los mecanismos ideológicos de la ganancia, la usura, los intereses, las deudas y la concentración de las riquezas en pocas manos”.

Esta lectura de Cañaveral es la que late en el discurso del papa Francisco cuando relaciona la depredación de la naturaleza con el daño hecho a los campesinos y pobres del mundo. Cuando en su encíclica Laudato si’ denuncia la adoración del dinero y la teología de la prosperidad, hace brillar el mensaje del tercer siervo, su rebeldía y su denuncia.

Javier Darío Restrepo

Actualizado
26/07/2015 | 00:00
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