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Dos rayos del mismo Sol


Estamos ante una obra excelente por su seriedad y rigor, con abundantes datos sobre la contribución de la Compañía de Jesús a la ciencia teórica moderna

Udías Vallina presenta por primera vez una historia completa de la contribución de los jesuitas a las ciencias naturales desde el año 1540 al 2000. Recensión de Ignacio Núñez de Castro.

Título: Los jesuitas y la ciencia. Una tradición en la Iglesia.

Autor: Agustín Udías Vallina

Editorial: Mensajero, 2014

Ciudad: Bilbao

Páginas: 376

IGNACIO NÚÑEZ DE CASTRO | El profesor Agustín Udías Vallina (SJ), catedrático emérito de Geofísica de la Universidad Complutense (Madrid), pertenece a la generación de jesuitas científicos españoles, que floreció en nuestro país en la década de los 70, tomando el testigo de una antigua tradición en la Compañía de Jesús.

Inmediatamente después de la fundación de la Compañía de Jesús en 1540, san Ignacio intuyó que en la educación en colegios de enseñanzas media y universitaria se jugaba el futuro de la verdadera reforma de la Iglesia. En 1548 funda el primer colegio en Mesina; allí mandó Ignacio a uno de sus puntales, Jerónimo Nadal, SJ. El éxito de ese colegio le estimuló a la fundación del Colegio Romano. El colegio fue concebido al modus parisiensis. El método consistía en una buena fundamentación en letras humanas y filosofía (Curso de Artes) y un amplio currículum de Filosofía Natural (lo que hoy llamamos ciencias). A la muerte de Ignacio, había ya 35 colegios en Europa y uno en la India.

En la formación científica del Colegio Romano, la figura clave –y valga la redundancia– fue el alemán P. Clavius (1537-1616), quien regentó durante 28 años la Cátedra de Matemáticas y reunió en torno a sí a una pléyade de discípulos. El libro comienza con la figura emblemática de Clavius; tuvo como auditor a Galileo en su primer viaje a Roma y les unió una estrecha amistad. Se le llama el “Euclides del siglo XVI” y le honra el haber corregido por mandato de Gregorio XIII el calendario juliano. Continúa la obra con los discípulos de Clavius y el encuentro y desencuentro de Galileo con los jesuitas del Colegio Romano: se recuerda la amistad de Galileo con Roberto Belarmino.

Sigue el P. Udías con un capítulo extenso sobre la aportación de los colegios y observatorios jesuitas a las matemáticas, la astronomía y la física. Una mención especial merece Gregorio de San Vicente, que tuvo una correspondencia con Christian Huygens e influyó en Leibniz. Hay también un recuerdo a Giovanni G. Saccheri, pionero en la lógica matemática y las geometrías no euclidianas. Continúa con un estudio prolijo y minucioso de los observatorios jesuitas. Los astrónomos jesuitas en China y la aportación del P. Mateo Ricci, discípulo de Clavius, y su escuela en la que algunos de los discípulos de Ricci llegaron a ser directores del Observatorio Imperial, se estudian en el capítulo 4.
 

Kircher y Boscovich

El capítulo 3 está dedicado a dos grandes jesuitas: Kircher y Boscovich. En Kircher resplandece su deseo de encontrar una sabiduría prístina y original en los escritos de la antigüedad, sobre todo egipcia, y su último fin de encontrar en la naturaleza el misterio del Creador, estudiando el interior de la Tierra con los aerofilacios, hidrofilacios y pyrofilacios. Boscovich es un científico plenamente moderno por su aceptación del newtonismo. En su Theoria philosophiae naturalis se aparta totalmente de la filosofía natural aristotélica, supera a Leibniz y a Newton con la afirmación de la composición atómica de la materia y propone una unificación de las fuerzas de la naturaleza.

El capítulo 5 está dedicado a los jesuitas geógrafos y exploradores, grandes hombres que describían para una Europa ávida de saber las tierras, costumbres y comportamientos exóticos de los indígenas. José de Acosta –con la Historia natural y moral de las indias– es un clásico. Aquellos jesuitas descubrieron y cartografiaron desde el norte de México, la península de California (P. Kino) y Canadá en América hasta las fuentes del Nilo Azul en África (P. Páez).

Una gran parte del libro (capítulos 6, 7 y 8) está dedicada al estudio de los observatorios de la Compañía restablecida, ampliando la astronomía a la meteorología y sismografía. Siguen cuatro grandes científicos: el italiano Pietro Angelo Secchi, pionero de la astrofísica, prolífico autor de doce libros y más de 500 artículos; el inglés Stephen J. Perry, astrónomo y geofísico; el norteamericano James B. Malcewane, gran sismólogo, quien fundó la red sismológica de los jesuitas; y, por último, el francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), paleontólogo, original biofilósofo y escritor.

El descubrimiento y publicación de las obras de Teilhard, no estrictamente científicas, tras su muerte, fue una conmoción en el pensamiento católico en la década de los 60. Teilhard representa el ideal de todo jesuita científico en el que su dedicación a la ciencia se integra en su espiritualidad. El P. Secchi decía: “La verdadera fe no es hostil a la ciencia, sino que una y otra son dos rayos del mismo Sol que deben iluminar nuestra inteligencia por la vía de la verdad”.

La presente obra es un estudio muy riguroso, abundante en datos, tiene una estructuración muy lograda donde la historia y la temática se entrelazan de tal manera que su lectura se hace fácil y agradable. Está dotada de una muy amplia bibliografía. Son de alabar los varios índices onomásticos: una lista de jesuitas científicos por temas, lista de los jesuitas científicos que aparecen en el Dictionary of Scientific Biography y un índice onomástico general.

En resumen, nos encontramos ante una obra excelente por su seriedad y rigor, que nos acerca a una vertiente muy importante de la historia de la Compañía de Jesús, en la que no solo se ha estudiado la contribución de los jesuitas a la ciencia teórica moderna, sino que se hace también un estudio muy amplio de sus aplicaciones en los observatorios de astronomía, meteorología y sismografía. Agradecemos al P. Udías las muchas horas de dedicación y trabajo de investigación, que han tenido por fruto hacernos llegar una obra tan interesante y actual por la posible implicación en el diálogo ciencia-fe.

En el nº 2.894 de Vida Nueva

Actualizado
16/05/2014 | 07:00
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