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‘Amanece, que es mucho’


Un libro de Luis Alberto González Díez (Perpetuo Socorro). La recensión es de Alejandro Fernández Barrajón

Amanece que es mucho, Luis Alberto González Díez, Perpetuo Socorro

Título: Amanece, que es mucho. Normalidad y profecía de la vida consagrada en el siglo XXI

Autor: Luis Alberto González Díez

Editorial: Perpetuo Socorro

Ciudad: Madrid, 2016

Páginas: 216

ALEJANDRO FERNÁNDEZ BARRAJÓN | Confieso que he disfrutado mucho leyendo este libro del claretiano Luis Alberto Gonzalo, bien conocido en la vida consagrada de España, magnífico moderador en muchas sesiones de CONFER, conferenciante y facilitador en los procesos de reorganización de la vida consagrada en España. Libro esperado y deseado, pues este es el camino que la vida consagrada recorre y quiere recorrer en su deseo de renovación. Y prologado por Carlos Osoro, aire fresco de la Iglesia de Madrid, que ama y valora la vida consagrada como “palabra de Evangelio vivo, manifestación profética y realidad dadora de esperanza”, en sintonía con el papa Francisco.

Estas teselas, que parecen sacadas de la revista Vida Religiosa –no en vano, el autor es su director–, nos ayudan a situarnos con lucidez y realismo ante el mosaico de la vida consagrada hoy y lo que desea ser mañana. “No es poco que esté amaneciendo”, en tiempos de penuria numérica y vocacional, y que la vida consagrada no se haya resignado a ser un residuo sin significatividad en la Iglesia, sino, más bien, que saque la cabeza y haya abierto la puerta para salir de sus castillos de invierno, superar la “agorafobia” y ser presencia, sino apabullante, al menos significativa.

El Año de la Vida Consagrada fue un revulsivo para lograr este objetivo de ser corazón en la Iglesia. Se trata de tener vida en el silencio habitado por Dios. Hay que descubrir las señales de hoy, que son muchas, y salir al descampado, donde sobreviven los descartados. Allí se cuece el ser de la vida consagrada y su misión más original.

Las congregaciones que no sean significativas por su fraternidad o su misión dejarán de ser necesarias e interesantes. El autor nos invita a dar un salto que sea significativo y rompa esquemas paralizantes que nos atan al suelo, a lo de siempre, a la monotonía, a la costumbre sin corazón. No podemos –dice– “ser profetas de la amabilidad en la calle y extraños en la casa”. ¡Qué acertada radiografía! ¡Qué mannequin challenge! Viviendo en repúblicas independientes, incapaces de aceptar y entender a los jóvenes consagrados de puertas adentro.

Nuestras fuerzas no están en nuestros números y capacidades, sino en la certeza de que Jesús es nuestra esperanza. El autor nos invita a descubrir las convicciones que pueden hacernos caminar esperanzados: la belleza de la vida consagrada, el valor y protagonismo de cada uno de los hermanos y la misión que juntos, en comunión, hemos de emprender para llenar de sentido nuestro ser.

No estamos en un tiempo para atender a todo lo que llevamos entre manos, porque no podremos; hay que tomar decisiones y ofrecer un discurso de vida emocionado, que convenza y guíe. No sea que, en vez de atraer, acabemos por desencantar a los que aún están dentro. Un peligro real que cada día se manifiesta con mayor intensidad, sobre todo entre los más jóvenes, que llevan el mayor peso de los quehaceres porque los mayores ya no pueden o no quieren llevarlo adelante.

Un libro, en fin, muy recomendable para los consagrados. Claro, valiente y profético, con el que me siento muy identificado.

Publicado en el número 3.022 de Vida Nueva. Ver sumario

Actualizado
03/02/2017 | 00:09
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