Editorial

Una vida profética para los millennials

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Nadie oculta que la vida consagrada en Europa no pasa precisamente por un tiempo de primavera vocacional, como tampoco sucede así con el sacerdocio. Sin embargo, no han sido pocos los que han sentenciado y orillado una riqueza carismática de la que hoy son testigos activos no solo los 41.000 religiosos con los que cuenta nuestro país, sino los miles de laicos que se sienten corresponsables en la misión evangelizadora de la Iglesia. Así lo certifica la 47ª Jornada Nacional para los Institutos de Vida Consagrada, donde el propio ‘ministro’ vaticano del ramo, José Rodríguez Carballo, se encargó de zanjar todo lamento al respecto: “Quien diga que la vida religiosa está muerta, que venga y vea”.

Si a la vida religiosa no le pilló el pontificado del Papa argentino con el paso cambiado, menos aún el próximo Sínodo de los Obispos y los desafíos que le lanzan cada día los jóvenes en las parroquias, colegios y obras sociales donde los consagrados se desagastan para conectar con ellos, superando toda barrera generacional. La vida religiosa, con o sin canas, es profética, también para los ‘millennials’. Solo falta saber contagiárselo. Como pide el Papa: sin proselitismo, con pasión.

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