Editorial

Teresa de Calcuta: canonizar a la misericordia

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Editorial de ‘Vida Nueva’ tras la proclamación como santa de la fundadora de las Misioneras de la Caridad

santa Teresa de Calcuta, canonizada 4 septiembre 2016 tapiz en la ceremonia en el Vaticano

EDITORIAL VIDA NUEVA | La Madre Teresa de Calcuta ya es oficialmente santa. Cuando no se han cumplido veinte años de su muerte, Francisco canoniza a la religiosa albanesa en uno de los actos centrales de este Año de la Misericordia. La continuidad de su obra a través de las Misioneras de la Caridad no es sino el fruto de una entrega sin límites que ni si quiera la larga “noche oscura” en la que se vio inmersa interrumpió.

Esas dudas interpelan a todo aquel que se asoma a su biografía y la apea de la peana en la que es habitual colocar a los santos, edulcorando su perfil como si esos miedos propios de una vida de fe ensombrecieran su trayectoria, cuando son prueba santidad.

Precisamente su fidelidad ante la aparente ausencia de Dios, el amor a su vocación y permanencia en la tarea encomendada en medio de estas dificultades humanizan y engrandecen la figura de esta mujer pequeña ante cristianos y no creyentes.

Fue precisamente la opinión pública la primera en “canonizar” a Teresa de Calcuta a través del Premio Nobel de la Paz. Madre Teresa interpelaba a los hombres y mujeres con su quehacer cotidiano, más allá del asistencialismo con el que algunos la quisieron etiquetar. Madre Teresa denunció en todos aquellos foros públicos en los que participaba –como en la Asamblea General de la ONU– los atentados contra la vida, desde su concepción hasta su ocaso.

Pero, sobre todo, su acción cotidiana se dibujaba como un acto silencioso de rebeldía ante el mundo. Su opción preferencial –o mejor, única– por los últimos llevaba a poner en el foco a los leprosos, a los huérfanos, a los enfermos terminales… Este empeño en devolver la dignidad a los desahuciados convertía su ser y hacer en una particular huelga a la japonesa frente a quienes tienen las riendas del planeta.

Solo desde esta condena manifiesta a una sociedad atrapada en el tener y la desigualdad se entiende que se la considerara una de las mujeres más poderosas del mundo, sin más fortuna que el Evangelio y más autoridad que el servicio.

Francisco, en un alarde de espontaneidad, subrayó durante la homilía de la canonización que “su santidad es tan cercana a nosotros, que espontáneamente la seguiremos llamando Madre Teresa”. El Papa aproxima así a esta monja albanesa a las nuevas generaciones, subrayando esa maternidad de la Iglesia que acoge, perdona sin excepción y cura al moribundo sin exigirle profesión de fe o carné alguno de pertenencia.

Por ello Francisco le encomendó también de alguna manera el patronazgo del voluntariado católico, como ejemplo de Iglesia en salida hacia esas periferias que todavía continúan siendo territorio salvaje para el que quiera responder a la llamada de ser misionero de la caridad y de la misericordia.

Publicado en el nº 3.002 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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