Editorial

Sínodo de la Familia, un salto de madurez para la Iglesia

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Editorial de la revista ante la conclusión de la Asamblea de los Obispos

El saludo de Francisco tras salir de la última sesión del Sínodo de la Familia

El saludo de Francisco tras salir de la última sesión del Sínodo de la Familia

EDITORIAL VIDA NUEVA | El Sínodo de la Familia ha concluido. Con la Relatio finalis aprobada por unanimidad, el compromiso de la Iglesia para responder desde el Evangelio a los signos de los tiempos se intensifica, con lo que ello implica. Acostumbrados a sínodos en los que los documentos conclusivos llegaban prácticamente elaborados a faltas de citas y precisiones de última hora, el cambio de método propuesto de Francisco ha supuesto un salto cualitativo en esta dinámica.

Aumentar las reuniones en los círculos menores ha permitido desactivar los ataques monolíticos de quienes pretendían convertir el Sínodo únicamente en un altavoz de la indisolubilidad del matrimonio –estratagema que el Papa desactivó con los motus propios y su discurso inicial–, dedicando todas y cada una de las sesiones a reiterar la verdad de la familia cristiana, pero ajena a la realidad que afrontan en su día a día los padres, madres, hijos y abuelos del siglo XXI. Si bien es cierto que en un primer momento costó activar el engranaje, las suspicacias ante estos odres nuevos se diluyeron cuando el debate en los círculos se puso en marcha.

Desde ahí, las posturas enfrentadas iniciales se diluyeron para la mayoría, dando paso al diálogo, a la negociación. Cuando se verbaliza la cultura del encuentro, unos y otros dejan sus postulados aparentemente irreconciliables en aras del consenso. Ahí radica precisamente el éxito de la Relatio finalis y, por tanto, del Sínodo. Todo el que ha querido ha aportado, apostillado y votado. Ninguna opinión y argumento se han quedado fuera.

De uno y otro lado habrá quien considere que el resultado es tibio, ambiguo o superficial en los asuntos más delicados, como los divorciados vueltos a casar y los homosexuales, que son además los que han logrado un menor respaldo en votos, aun dentro de la unanimidad. Sin embargo, una lectura profunda del texto dice mucho del cambio de actitud, del uso del lenguaje para sustituir la condena por la acogida, la penitencia por la reconciliación, el juicio por la misericordia. Incluso, con respecto a los documentos de partida, el Catecismo y la Familiaris Consortio de Juan Pablo II. Y todo, sin quebrantar la doctrina. O mejor, respetándola con un abrazo de misericordia a quienes se sienten excomulgados, analizando caso a caso su realidad.

La apuesta por los círculos menores ha permitido que, más allá de los asuntos mediáticos, se ahondara en preocupaciones acuciantes. Véanse los matrimonios con dote en África o las lagunas en la formación prematrimonial en Europa.

El Papa ha huido en su pontificado de la tentación de las camarillas. También de la querencia de los líderes a aislarse para escuchar solo el eco de su voz o la de sus consejeros. Frente a ello, ha escuchando con respeto a todos, incluso a quienes se lo han faltado a él. Francisco se jugaba en este Sínodo su apuesta por la colegialidad, la descentralización y la integración de la diversidad eclesial que trae como equipaje desde Buenos Aires y Aparecida. Ante el órdago de quienes pusieron en riesgo la comunión, y a la espera de una futurible exhortación apostólica, el respaldo a la Relatio finalis es ya un salto de madurez para toda la Iglesia.

En el nº 2.959 de Vida Nueva. Del 10 al 16 de octubre de 2015

 

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