Editorial

Mucho más que una procesión

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El número de hermandades en nuestro país se ha disparado en las dos últimas décadas. Tanto es así que España cuenta con unos tres millones de cofrades, frente al millón de hace veinte años, un tejido asociativo que se visibiliza en la Semana Santa, pero que está demostrando que tiene vida y profundidad más allá de la estación de penitencia.

Frente a la galopante secularización y desafección hacia la Iglesia como institución, que no han frenado diferentes planes de evangelización, la pasión cofrade sigue conquistando corazones, incluso en los jóvenes.

Poco a poco se deja atrás la mirada con cierto recelo clerical hacia esta manifestación de piedad popular, considerada de escaparate, de segunda categoría. Mientras esto sucedía, estos laicos con más o menos vinculación eclesial iban contando con más respaldo entre el pueblo, recuperando tradición y memoria en familia, contagiando de padres a hijos, pero también de amigos a amigos. No cabe duda de que Dios se manifiesta a través del arte imaginero, de la ornamentación y de la música, de esta expresión pública del fervor de un pueblo que procesiona en fraternidad. Así lo ha dejado claro el Papa en Evangelii gaudium, donde ensalza “la fuerza evangelizadora de la piedad popular” como Evangelio inculturado.



Habrá quien, sin duda, participe en las cofradías como mero acto de folclore un día al año, como un turista eclesial. Sin embargo, la implicación, más allá de la procesión, es cada vez mayor. Y es que esta atracción hacia la belleza estética y la cultura heredada se ha revelado como una oportunidad, una puerta abierta a lo trascendente. Lo visible de una talla permite adentrarse en lo invisible del Misterio si se ofrecen las herramientas adecuadas para ello. Es ahí donde obispos y sacerdotes tienen una oportunidad de encauzar estas inquietudes para profundizar en la identidad cristiana de las hermandades a través de la formación y de la caridad, que ya está dando frutos.

Un camino que debe hacerse desde la comprensión, sin prejuicios, de la idiosincrasia del mundo cofrade, trabajando mano a mano con las juntas de gobierno de las hermandades, evitando caer en la tentación de monopolizar su potencial o ahogarlo por el deseo de querer controlarlo como si se tratara de una realidad adolescente, sino acompañando y alentando ese fervor que está despertando en medio de los pueblos y ciudades. No se trata de lidiar con mano izquierda, sino de abrazar e impulsar este ingente movimiento laical desde el respeto y el agradecimiento, para continuar en esa integración en el día a día de las parroquias y de las diócesis, como ya se viene haciendo. Paso a paso.

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