Editorial

‘Evangelii gaudium’, un texto ilusionante

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papa Francisco besa a un bebé

EDITORIAL VIDA NUEVA | Como sucede en las mejores novelas, lo más importante, lo que resume todo, lo que anima a seguir, se dice al comienzo. Y eso pasa con la exhortación apostólica Evangelii gaudium del papa Francisco. “La alegría del Evangelio”. Ya el título invita a cambiar la manera en la que es vivida y transmitida la fe, sobre todo en los países de la vieja cristiandad.

Rezuma todo el texto un programa de vida, alimentado por la lozanía de otras Iglesias, de otras experiencias, de otras latitudes. Es el color de la esperanza y de la alegría. Leyendo el texto, se recuerda aquel otro de Aparecida, un mensaje de esperanza a las Iglesias de América Latina y El Caribe.

Como sucedió en el Vaticano II, no hay cambios doctrinales. Todo empieza por una sencilla invitación a dejarse encontrar por Jesús. Y, muy pronto, aparece con nitidez la misericordia, esa que anima a levantarse después de tropezar porque hace saber que seguimos siendo queridos y acogidos en el regazo de Dios.

Y brilla con un lenguaje que es fácilmente accesible a todos, con imágenes llenas de fuerza que no se pierden en laberínticas digresiones, capaces de impactar e interpelar también a los jóvenes. La fe como seguimiento, más que como ideología.

Buena parte de esta hoja de ruta ya se lo habíamos oído de viva voz desde mediados del pasado mes de marzo. Ahora la sistematiza, ordena y ofrece como síntesis conclusiva de un Año de la fe que ha sido “providencial”, como ha reconocido él mismo, pues hace doce meses nadie hubiese imaginado que tendría un colofón como el que nos está brindando, no solo el texto pontificio, sino el dinamismo misionero que transmite este Papa, que está consiguiendo recolocar a la Iglesia en la esfera mundial, recuperando la credibilidad y el respeto moral que nunca debió dejarse erosionar por sus propios pecados, por la “mundanidad espiritual” que con tanta claridad vuelve a denunciar aquí Francisco.

Una sacudida, sí, pero de alegría contagiosa
en la que se llama a todos los bautizados a compartirla,
sin proselitismos, saliendo del ensimismamiento en el que nos constriñe el mundo actual
y sacudiéndonos la “tristeza individualista” que nos acompaña.

Atronadora resulta en este contexto su denuncia de un sistema económico que mata porque excluye a los más indefensos; que solo atiende al logro del beneficio en lugar de servir a las personas. Son palabras con una fuerza impresionante, corroboradas con los gestos de la agenda papal.

Una sacudida, sí, pero de alegría contagiosa en la que se llama a todos los bautizados a compartirla, sin proselitismos, saliendo del ensimismamiento en el que nos constriñe el mundo actual y sacudiéndonos la “tristeza individualista” que nos acompaña. Para ello, invita a “recuperar la frescura original del Evangelio” y a “una conversión pastoral y misionera”.

Pero junto con la “conversión pastoral”, aboga también el Papa en este texto por una “pastoral en conversión”, que habrá de dar lugar a “una impostergable renovación eclesial”. Sigue en la onda de reformas estructurales para hacer más misionera a la Iglesia, sin tener miedo a revisar aquellas costumbres “no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia”. Un paso más. Un lenguaje nuevo para un mundo nuevo.

Y vuelve a señalar la necesidad de abordar el papel de la mujer, el de los laicos, los jóvenes, las vocaciones… incluso las homilías. En definitiva, un texto ilusionante.

En el nº 2.873 de Vida Nueva.

 

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