Editorial

El cristianismo difícil

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Los cristianos perseguidos en el mundo demuestran que el ejercicio de su fe es difícil en un mundo en que la tecnología tiende a hacerlo todo fácil y sin esfuerzo. A esto se refería el Papa cuando afirmó que no hay cristianismo sin persecución.

El de los primeros siglos fue un cristianismo perseguido por el poder imperial. Entonces se vio a los cristianos como elementos subversivos que osaban desconocer el carácter divino del emperador.

La persecución a los cristianos de hoy se hace por las mismas razones: el cristianismo va en contravía y esto lo hace difícil puesto que no se apoya en esa fuerza ciega de la opinión pública; se resiste a la adoración de ese dios universalmente acatado que es el dinero; desconfía de ese otro dios en el que todos confían que es el poder; y se permite dudar y ponerle restricciones al mandato casi absoluto del sexo. Un grupo humano que se atiene a esa múltiple contradicción tiene que ser mirado como contrario; tal es el preámbulo para las distintas formas de la persecución. Por eso el cristianismo ha sido y es difícil y peligroso.

Hay otro cristianismo, este sí fácil y anodino. Es el cristianismo que se reduce a lo ritual: misa los domingos, comunión por pascua florida, uno que otro rosario y ayuda compasiva a los pobres. Es un cristianismo sin sobresaltos que, de desaparecer, no le haría falta al mundo.

La  fe y el riesgo son una sola palabra

El Papa usó el verbo “balconear”, que designa la acción de mirar desde los balcones la historia que pasa sin comprometerse con ella; es la posición fácil de los que no toman parte ni asumen riesgos; también se refirió Francisco a los que con el alma sentada se quedan detenidos en el camino, y que rezan para que otros hagan lo que ellos deberían hacer. Así se ha creado la idea de seguridad por la fe; pero esta es un riesgo. Es la fe difícil, activa, comprometida y que genera riesgos, con una fuerza suficiente para promover cambios; por eso se le oyó decir al Papa que “para seguir a Jesús es necesario caminar; no se le puede seguir con el alma sentada”.

Si se les pregunta a los cristianos perseguidos de hoy sobre su idea de esa fe que los pone en peligro de muerte, es seguro que no aceptarían ni imaginarían otra. Para ellos la fe y el riesgo son una sola palabra.