Editorial

Construir puentes

Compartir

Jorge Bergoglio es hijo de emigrantes italianos, una de esas tantas familias que huían de Europa y llegaban a América, con la ilusión de construir una nueva vida, un nuevo hogar donde formar una familia y criar a los hijos. Por eso, el fenómeno de la migración siempre lo ha “tocado” de cerca, constituyéndose en una de sus preocupaciones que, desde que asumió el pontificado, comenzó a manifestar y reclamar con palabras y muchos gestos.

Esto quizás explica por qué, antes de que el mundo pusiera sus ojos en este drama, lo hizo él: su primera salida de Roma fue a la isla italiana de Lampedusa, la meta de miles de víctimas de la emigración forzosa. Fue también una de las primeras veces que habló de la “globalización de la indiferencia”.

A partir de ahí, el mensaje de Francisco sobre la inmigración siempre fue bien claro: “No hay que construir muros sino puentes…”; “No hay que cerrar las puertas sino abrirlas…”. Esto quizás también explica por qué el Papa pide a cada parroquia que reciba a una familia de refugiados.

En esta edición de Vida Nueva, presentamos otra realidad migrante, quizás alejada de mares en donde naufragan y mueren cientos de pobres que escapan de su tierra, pero absolutamente ligada al drama de la falta de oportunidades, de la exclusión del sistema, de la violencia sistematizada, de la desidia de muchos Estados. Hoy es Chile el país de la región que viene registrando un incremento muy notable de migrantes que llegan al país con la esperanzada búsqueda de una vida mejor.

La población de migrantes en Chile ya supera el medio millón de personas, casi el 3 por ciento de la población total. El 75 por ciento proviene de Latinoamérica, siendo las colonias más numerosas las de peruanos, argentinos, bolivianos, colombianos y ecuatorianos. Sin embargo, cada año se observa una creciente presencia de haitianos. Por eso hoy, esta realidad migratoria demanda exigencias que implican renovar la legislación y adecuar los servicios públicos a sus necesidades. La Iglesia chilena, atenta a los más desprotegidos, ofrece distintas respuestas para acompañar a aquellos que recién llegan desconociendo el timbre de voz, muchas veces el idioma, y se sienten absolutamente indefensos. Un ejemplo digno de imitar.